Nikolay Bogdanov-Belsky.
Nadie como él supo captar en el lienzo la vocación del maestro por transmitir sus conocimientos, tanto como la del alumno ávido de aprender. Lo entenderemos al saber que en sus tiempos de estudiante de Arquitectura y Arte, la de maestro fue la primera profesión que encontró como medio de vida.
Qué debió ver en aquellos grupos el joven que ansiaba llegar a lo más alto. Y al que una vez llegado al confortable sillón
de académico, con un nombre en la intelectualidad y su profesión de pintor de la alta sociedad internacional consolidada, algo interior siguió impulsándole toda la vida a rescatar del embrutecimiento a tanto niño, trabajadores tan explotados como sus padres, transmitiendo a sus compatriotas para la posteridad la historia en imágenes de cómo el maltratado pueblo ruso logró abrir sus mentes al conocimiento.
Belsky procedía a su vez de una humilde familia de campesinos cuyos padres se empeñaron en buscar todo tipo de ayudas que permitieran al hijo llegar, desde el arado familiar, a los grandes maestros parisinos, alemanes,
italianos, europeos.
Sabemos que empezó los
estudios de pedagogía en 1903 a los 35 años, pero también, que desde finales del siglo anterior ya existían cuadros suyos mostrando a los esforzados maestros en altruistas veladas de lectura dominical por las escuelas rurales de Rusia y Letonia. Impartiendo clases a niños que asistían
a ellas con gran sacrificio, mal abrigados y calzados, recorriendo a pie los nevados
caminos invernales donde por largos meses reinaba el hielo. Quizá un día en sus tiempos de enseñante, la visión de un pobre niño asomándose a su aula fuese el detonante del que extraer su pintura A la puerta de la escuela, convirtiéndola en un icono universal del gran valor social de los maestros.
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A la puerta de la escuela, 1897. Cuadro de Belsky |
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Simphony, 1920. Dos realidades, un solo mundo. |
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Autorretrato del artista. 1915 |
POR AMOR A SU PAÍS