En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, cuatro astrofísicos
se encuentran en el estrado que preside la
sala en espera de exponer sus ponencias sobre un nuevo planeta. El coordinador procede a su presentación con la breve
biografía de cada erudito dando paso a que el
nombrado desarrolle su teoría. El resto de componentes asisten atentos con la vista
puesta en el conferenciante de turno, pendientes de sus palabras. Bueno. Todos, excepto uno que escribe pausadamente en el folio
que descansa ante él.
Una
asistente al acto desde la segunda fila observa, que más que seguir una línea
con su pluma, el escribidor realiza todos sus movimientos en una esquina del papel. Ni su brazo ni su muñeca se desplazan en las casi
dos horas que durará la charla, su vista está centrada en un espacio
de tres o cuatro centímetros y sólo dejará de hacer correr la tinta durante el
tiempo que dure su propio parlamento. Intrigada, la espectadora decide resolver la incógnita al final del evento,
acercándose hasta las hojas del orador.
Imagen de la fotógrafa JuLie Vola (pinterest) |
DEL TRAZO DISTRAÍDO AL ARTE