Continúa...
Los peregrinos seguían llegando sin pausa a la etapa de Frómista camino de Santiago, rodeando la iglesia de San Martín y observando con curiosidad a los pintores diseminados por la villa. El regalo añadido
de la mañana era una escenografía celeste como sólo aparece cuando la atmósfera
pinta con colores primarios. Nubes de esas que existen para que te quedes
mirando cómo se deshilachan, unas hinchadas de blanco, otras dando la nota gris
ceniza con algún tímido nubarrón sin poder dar batalla a un sol imbatible,
acompañaban las horas de los pinceles mientras las eras palpitaban, calientes,
cruzadas de azores y perdices.
Durante todo el
día el cielo roló sobre nuestras cabezas con tonos que hubieran hecho feliz
al Giotto. Y sus nubes soltar la pluma de Machado hacia un nuevo poemario con
los Campos Góticos como tema.