A sus ocho años, Sergi está en una edad donde cada nuevo amigo
es un regalo. Este curso del que ya lleva seis meses, no para de
referirse a Jim, llegado desde Canadá con su familia. Un compañero
al que los padres de Sergi aun no conocían, con el que compartir su afición
al fútbol, la mecánica, los cómics y libros de dinosaurios, además
de las risas. Con él se encontraron un fin de semana que coincidieron
las dos familias en la misma playa de Peñíscola.
Al conocerlo los padres de Sergi no les extrañó nada que Jim se llevara
tan bien con toda la clase, un grupo en el que habían crecido juntos
desde la guardería. El nuevo alumno les pareció un buen niño,
listo y risueño. Y como en Barcelona, a pesar de ser una ciudad cosmopolita no son muy comunes los vecinos de pura negritud africana como Jim y los suyos,
de etnia masai procedentes de Kenia, la hermana de Sergi le preguntó con
toda la sencillez de sus diez años: - Sergi, que simpático es tu amigo, no sabíamos que era negro. Qué guapo es. ¡Y qué alto!
A lo que el pequeño contestó de manera natural, como si le hubieran
preguntado si su amigo era del F.C. Barcelona: -¡Ah! Sí. Es negro.
Papá, ¿sabes que música le gusta? ¡El heavy, como a ti! Me ha dicho que su padre guarda un montón de vinilos, de esos antiguos. De AC/DC tiene cantidá.
Cómo ha cambiado la vida. Cómo ha ido poniendo cada cosa en su sitio, desechando lo que nunca debió ser motivo de problemas y dándole importancia a lo que de veras la tiene; la Justicia, los derechos y calidad humana de cada individuo. Factores de Ley Natural que deberían conducirnos hacia la armonía, con la misma limpieza en la mirada con que nuestros pequeños miden la realidad.