Convento compuesto
por infinidad de puertas y puertecillas, claustro, iglesia con su nave y coro, ambulatorio,
pasadizos, celdas, aulas, salas y un minúsculo ascensor, despachos y una reducida
pero formidable biblioteca en la que años atrás se agolpaban los estudiosos. Reinaba el mundo humanístico.
Coronando el conjunto, reinaba una escalera ascendiendo hacia la azotea con las vistas más espectaculares de todo el barrio antiguo.
Coronando el conjunto, reinaba una escalera ascendiendo hacia la azotea con las vistas más espectaculares de todo el barrio antiguo.
Al enterarme de que posiblemente tenga los
días contados, hoy vuelvo a sus salas tras años de no pisarlas. El responsable, veterano religioso que bien podría encajar en el Vaticano por la agudeza de su visión de
la realidad, vive con los pies bien asentados en lo terrenal. Como descubrí hará
unos treinta años cuando me entrevisté con él por primera vez, es un heterodoxo
discreto que va por libre. Si bien, cuando lo cree oportuno, sus opiniones en
materia eclesiástica, social o política, son de las que levantan ronchas.
- A usted le
interesaba sobre todo nuestra biblioteca -fue lo primero que dijo a
modo de saludo con su característica sonrisa. Añadiendo-: Pero hoy... no sé si debería volver a verla.
Cuánta razón tenía. Hay amores muy queridos
con los que más valdría no reencontrarse. Quizá, mejor conservar su recuerdo con la poesía de los días gloriosos.
Imagen, Ana Mª Ferrin
PARA QUÉ LEER, NI CONTRASTAR,
SI YA HAY QUIEN PIENSA POR NOSOTROS...