Su autobiografía. 2015
POLIFACÉTICO ENTRENADOR Y CONSUMADO LITERATO
Viendo
como mi amigo Deng, chino de Shangái recriado en Sabadell, se apasionaba por
momentos explicándole la biografía de Antonio Gaudí a un pequeño grupo de
taiwaneses, se me ocurrió preguntarle a su novia qué episodio les estaba
contando, porque sus compatriotas ya tenían los ojos redondos a fuerza de
abrirlos entre expresiones de terror y admiración. Ante la fachada del
Nacimiento en la Sagrada Familia, los ¡Ah! OOh! ¡Ay!, de
aquellos turistas se sucedían, llevándose las manos a los ojos y la boca, al
pecho. Una señora apretaba los puños mordiéndose los labios. Algo empezó a
inquietarme.
-Linda, por favor –le pedí a Linda, su novia-. Dime qué les está contando.
Con flema oriental, Linda agarró el hilo del relato y empezó a traducirme:
- …Y entonces Gaudí, furioso, agarró a la mujer que lo
había rechazado y la empujó hasta el fondo del agua en la playa de Mataró.
Estaba loco de celos. La ahogaría. Si no iba a ser para él, no iba a ser para
nadie. Por suerte sus amigos arquitectos habían visto todo y se tiraron al agua
para impedir el crimen. Gracias a Dios no la mató… Ese mismo día Gaudí se
encerró a vivir en la Sagrada Familia y ya no salió de allí jamás,
hasta su muerte…
A esas alturas de la narración era yo la que tenía los ojos a
punto de salírseme de las cuencas. Decidí hablar con mi amigo y
frenarlo:
- Pero Deng, ¿Qué le estás contando a éstas personas?
–le dije en un aparte-. Tú has leído mis libros y sabes que nada de lo que
dices es verdad, ¿de dónde has sacado esa historia?
- Es verdad, todo me lo estoy inventando. Mira a esta gente. ¿Sabes lo que
significa este viaje para ellos? Todos tienen más de sesenta años, han
trabajado desde niños como fieras y nunca habían salido de su aldea hasta
ahora, seguramente será la única experiencia excitante de su vida y gracias a
mí no la olvidarán nunca. Tú déjame, que yo sé lo que me hago.
Guiñando un ojo, añadió:
- No te vayas y prepárate. Porque ahora les contaré cuando Gaudí se subió en un
globo que arrastraba por el aire una pancarta pidiendo limosnas para las obras
y sobrevoló toda Barcelona, con la gente saliendo a las calles y tirando cohetes
y tracas para saludarlo -medio tapándose la boca con una mano añadió
divertido-. Eso de la pólvora los volverá locos.
La
situación era tan delirante que me dejó muda. Preferí no agotarme tratando
de rebatir sus argumentos porque a un chino pasado por Sabadell no se
le convence fácilmente. Y allí lo dejé, frente a la fachada del Nacimiento
rodeado por sus paisanos, que seguían arrobados las evoluciones del dedo índice
de Deng señalando al cielo, con la esperanza de ver aparecer a Gaudí entre las
nubes, saludando como un nuevo hermano Montgolfier desde la cesta de un globo.
El derroche imaginativo de Gaudí al componer sus obras despierta la creatividad de quienes las contemplan. Así, que, ¿por qué no, a su vez, reinventar? |