Era noche cerrada aquel 17 de enero de 1977, con los
muelles desiertos sin iluminar y los gritos de los marinos al zozobrar su lancha y caer al agua helada no encontraron respuesta.
Unos 15 quedaron bajo la quilla agarrándose a donde podían, respirando en
la cámara de aire formada en el vacío interior con la esperanza de que alguien los rescatara. Los remolcadores del mercante Urlea con el que habían tenido la pequeña colisión que ocasionó el vuelco avisaron a los bomberos. Pero mientras, sobre las cuatro, los pescadores que salían a la mar empezaron a encontrar en las aguas a docenas de hombres que nadaban entre cuerpos
sin vida pidiendo ayuda, por lo que sin detenerse en preguntas los pescadores empezaron a recoger a todos los
supervivientes que podían cargar, llevándolos una y otra vez al muelle de Colón. Con miedo a volcar, porque los náufragos se aferraban con desesperación a los bordes de las barcas sin tener en cuenta que los escasos 5 metros de las embarcaciones estaban desbordadas por el sobrepeso.
A la derecha bajo las acacias, reposa el discreto memorial frente al lugar donde los marines tomaban la lancha para acceder a sus barcos. (A.Mª.F) |
2011. Las dos caras del monolito donde figuran los nombres de los marinos fallecidos, 25 en la primera y 24 en la segunda. (A.Mª F.) |
Al cierre de la edición de La Vanguardia en la madrugada del naufragio, sólo se contabilizaban 23 muertos y dos desaparecidos de los 49 fallecidos finales. |
JOHNNY, NACIDO CON ESTRELLA