En su Tratado del vino agvado y agva envinada, Gerónimo Pardo publicaba en 1661 un avanzado estudio sobre las bondades dietéticas del vino. Pero al pintor Diego de Velázquez fallecido el año anterior, esa cualidad del mosto no le hubiera interesado. Al representar El triunfo de Baco treinta años atrás, su intención iba hacia dejar constancia de la
celebración festiva de la vendimia en cierta clave jocosa. Y jugar de paso con
lo clásico y lo castizo mezclando tipos bregados, soldados y campesinos, oponiéndolos a un rosado dios Baco coronado de
pámpanos.
Sin olvidar la influencia que en ese cuadro
tuvo Pedro Pablo Rubens recién llegado a Madrid, al que Velázquez acababa de conocer. Y lo más importante, cumplir con el encargo
del rey Felipe IV por el que recibiría 100
ducados de oro en 1629.
El cuadro, que en principio no tenía más
exigencias que servir de divertimento a
un rey aficionado a los placeres, al ser tocado por la gracia del que fuera llamado Pintor de la Verdad y Pintor del Aire, iba a convertirse en historia.
El Triunfo de Baco, 1628-1629. Diego de Velázquez. También conocido como Los Borrachos |
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BACO Y SUS SECUELAS