Continúa…
Al repetirle a Jordi Pujol el
nombre de Vicens Faus, de Comisiones Obreras, que había sufrido
prisión a la vez que él en el mismo penal de Burgos, el ex-President cambió de postura dos o
tres veces apoyándose en los brazos de la silla.
Se produjo un corto silencio. Una vez retomado el control tras acusar el impacto de la pregunta imprevista, volvió a manejar la situación con su temple habitual. Entonces, cuando me disponía a escuchar de su parte el conocido: –La entrevista ha terminado. Buenos días-, para
mi sorpresa respondió lo siguiente:
- Mire
usted, el señor Faus tiene razón. Antes de terminar la carrera, yo ya era consciente de que me resultaría imposible
ganarme la vida ejerciendo mi profesión directamente con los pacientes. Era una
cuestión de responsabilidad.
Las palabras del señor Pujol pusieron ante mis ojos la presencia digna de Vicens Faus (*), un hombre de bien, uno de aquellos comunistas que sufrieron todo lo imaginable durante la dictadura. Su relato conmovido de la humillación que sintió cuando al ser llevado a la enfermería después de un interrogatorio en el penal de Burgos por el médico Pujol, que acabó visitándolo a distancia sin tocarlo a pesar del estado en que se encontraba, transmitía tan profunda decepción que aunque intentaba hacerlo en tono irónico, la voz se le quebraba. Era evidente que el triste recuerdo de aquella situación, al buen señor Faus no se le había borrado en los veinte años transcurridos.
Pensando en él me dispuse a seguir escuchando con atención las palabras del Ex-President, que tras el inicio, empezó a exponer los motivos determinantes que le habían llevado a la decisión de no tocar a los enfermos.
Con cierta vacilación en la voz, el personaje explicó que las circunstancias habían sido las siguientes:
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En su despacho, Jordi Pujol ojeando unos libros que después me entregaría. 2006. (A.Mª.F.) |
ABRIENDO UNA VENTANA AL INTERIOR

