Bonita y escondida,
la pequeña iglesia barcelonesa de Santa Ana es una joya románica del siglo XII poco
conocida por los naturales de la ciudad, ya que reposa semi oculta tras sendos portales
de rejas entre las calles Rivadeneyra y Santa Ana. Por ésta última es
accesible, aunque tan sólo ciertos días y a ciertas horas.
Aún así, su humildad esconde un minúsculo claustro
de obligada visita y un interior renacido tras una minuciosa restauración, de
su destrucción (una más) durante la Guerra Civil.
De este edificio, superviviente de lo que
fue el monasterio de Santa Ana junto a la Puerta del Ángel en la muralla romana, partió la obra urbanística que derribó las murallas de Barcelona dejando hoy tan sólo las torres de la Porta Nova en la plaza de la Catedral como testimonio, abriéndose hacia los terrenos que la rodeaban. En este Punto Cero del progreso, la avenida de la Puerta del Ángel se
desplegó extramuros en abanico para acoger en 1860 la primera piedra del Ensanche en el centro de la que sería más tarde la Plaza de Cataluña, espacio
mayestático de 5 Ha, desde el cual, camino de la villa de Gracia, empezaría
a construirse un paseo que estaba llamado a ser el orgullo de la ciudad, el
Paseo de Gracia.
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El Ángel Custodio. Obra de Jaume Huguet que puede verse en la Catedral |
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Iglesia de Santa Ana |
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Arriba, el desaparecido convento
de Santa Ana durante su derribo, del que sólo quedó en pie la iglesia de Santa Ana.
En la imagen inferior la plaza en la actualidad, Tras el primer edificio de la
derecha, el Banco de España, pervive la
iglesia, encajada entre varias construcciones. Y entre el Banco y el segundo
edificio se abre hacia la plaza, la avenida del Portal del Ángel, de donde
partió el Ensanche barcelonés, como podemos apreciar en el llano superior.
NACE UNA METRÓPOLI
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