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AMFAv "DESPACHO" (JMS)



JOSEP Mª SUBIRACHS, ESCULTOR DE LA SAGRADA FAMILIA: EL PRIMER TREN


                         En 1936, un año después de fallecer Rudyard Kipling autor de Kim de la India, salía a la luz el libro póstumo del escritor inglés, Algo de mí mismo, desvelando una infancia gravemente infeliz por culpa del maltrato escolar que padeció hasta los dieciséis años y esa obra dejó perplejo a su círculo familiar y social. Nadie tenía conocimiento de tal experiencia ni de que lo hubiera marcado al extremo de no permitir su publicación hasta después de su muerte. Había vivido casi setenta años desde que pasó la amarga experiencia, recibió toda clase de honores incluido el Premio Nobel de Literatura y aún conservaba fresco en su mente el impacto de una niñez que le llevó a escribir en la primera página de aquellas memorias: -Dadme los primeros años de la vida de un niño y tendréis el resto.

Josep Mª Subirchas a los 6 años. (*)

Josep Mª Subirachs en su Primera Comunión. Tenía 9 años. (*)

  
 VULNERABILIDAD E INDEFENSIÓN
Publicado en Gaudí y Más. 24 de mayo de 2014
Publicado en Gaudí y Más. 26 de Octubre de 2019
                        
                                A su regreso a Barcelona después de largos años de cruzar los mares embarcado como tripulante de cargueros, Josep Subirachs Casanovas, el padre de Josep Mª Subirachs Sitjar escultor de la Fachada de la Pasión en el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, pudo comprobar el desarrollo industrial experimentado en la franja litoral barcelonesa, con su consiguiente demanda de mano de obra que atraía inmigrantes del resto del país. El barrio del Poble Nou bullía en un hervidero de industrias. Fábricas de licores, grandes factorías textiles con su anillo de empresas subsidiarias como la de tintes, aprestos y acabados, donde el padre del futuro artista encontrará un empleo que no le exija una especial preparación laboral.
    Un puesto de trabajo seguro y sedentario adecuado a su proyecto de crear una familia, porque en los pensamientos del inquieto Subirachs padre ya cumplidos los cuarenta años, esa idea se revelaba prioritaria. La que sería su esposa era bastante más joven que él y se llamaba Josefa Sitjar Ferrer. Vivía también en el Poble Nou y tenía un carácter tímido y silencioso que nunca contradecía las palabras de su marido.
    En los años siguientes su dedicación al pequeño Josep Mª se convertiría en la prioridad de su vida. El 14 de abril de 1931 se proclama la IIª República y ese mismo año el niño de cuatro años ingresa en la escuela del Centro Moral y Cultural del Poble Nou. Pendiente de él, de su aseo, de su ropa, de llevarlo e ir a buscarlo al colegio, la madre pasaba los días con el que era por entonces su único hijo atenta a la nutrición del pequeño inapetente, vigilando que su niño de ojos marinos y cara despierta tomara la sopa, el bocadillo, la leche, con la esperanza de verle ganar algún kilo. También el padre vivía para Josep Mª.      
    -  Antes de nacer yo –puntualizaba el artista desgranando sus recuerdos–, mi padre asistía a los partidos del Club de Fútbol Júpiter. Después no, después sólo se dedicó a mí-. Y la puntualización era bien cierta. Desde el nacimiento del hijo, a Josep Subirachs Casanovas nada le interesó más en su vida que encarrilarlo por el camino adecuado.
    En 1935 nace el segundo vástago de la familia, Mª Ángeles, coincidiendo con el primer cambio traumático en la vida del niño al dejar su colegio a los ocho años e ingresar en la escuela de la Cooperativa Paz y Justicia. En ese centro le aguardaba el descubrimiento de que el mundo no se componía únicamente de seres queridos dispuestos a atenderle.
    Al adentrarse en sus recuerdos, Josep Mª Subirachs transmite entre líneas que el apartado de juegos con vecinos del barrio o condiscípulos no parecían importarle mucho, tampoco el que sus padres no le permitieran bajar a la calle con los demás compañeros, más bien deja intuir que el regreso a su casa era una liberación. Los entrevistadores que han intentado cruzar la línea infantil de Subirachs coinciden en haberle visto fruncir el ceño y sentir la presencia de una mano invisible dibujando un laberinto de surcos en la frente del escultor con sólo formularle una pregunta alusiva a esos años.
   Sí cuenta, que del colegio le gustaban el dibujo y las letras de su cartilla. Aprendió a leer antes de conocer un aula ni un maestro, sentado en las rodillas de la madre y apoyado en la mesa del comedor con su padre al lado haciéndole reseguir vocales y consonantes. De la A, a la Zeta, se abría ante sus ojos un mundo evocador que el padre estimulaba leyéndole pasajes en catalán, en castellano, en francés.
  Todo cambiaba al llegar al colegio, allí debía distinguir las frases que el maestro apuntaba en la pizarra, al otro extremo de la clase. A medida que el objetivo se alejaba de su vista se volvía más y más borroso y un dolor punzante le oprimía la frente, los ojos, desembocando en un fuerte dolor de cabeza. Para el maestro se hizo evidente que el niño tenía un problema en la vista. Alertados los padres, pronto las gafas quedaron incorporadas a su imagen hasta el final de su vida.
    La literatura biográfica es rica en pasajes infantiles de grandes hombres que al no encontrar su sitio en esos años tan decisivos se aburrían, mostrándose torpes con sus iguales, hasta que la aparición de un hecho fortuito les hacía tomar conciencia de su importancia y de manera sencilla les señalaba que el mundo tenía un espacio reservado para ellos.
  Hablar hoy de bullying no es más que un anglicismo para nombrar un problema que ha existido siempre, el acoso escolar. Si el pequeño jugó en ocasiones con el trompo o al escondite acompañado de otros alumnos fueron hechos aislados, no era hábil ni fuerte para competir en juegos violentos ni le gustaban, los deportes de contacto no se habían hecho para él y a lo más que llegaba en su interés por el fútbol era cuando se enteraba de si el C.D. Júpiter, el equipo del barrio, ganaba o perdía.
   Nada de llegar a casa y coger la merienda de pan con aceite y azúcar, o lo que hubiese, para volver a salir brincando por los peldaños camino de la pandilla. La libertad de los niños del pueblo que era por entonces el barrio del Poble Nou tenía mucho de salvaje. Su objetivo era la playa, los juegos sobre la arena con los amigos que a poco pasaban a convertirse en peleas. Eso y tumbarse en los solares y terrenos de los antiguos huertos a jugar a canicas o saltar a caballo unos sobre otros.
   Pero eso no llegó a experimentarlo Josep Mª. En un mundo obrero que luchaba por sobrevivir entre el ambiente enfebrecido de una guerra que se filtraba hasta el último rincón de las casas, aquel niño menudo y aislado atisbaba la calle tras cada fin de clase, buscando las figuras protectoras de los padres que evitaran los golpes y empujones, el acorralamiento y maltrato que sufría de múltiples maneras en los patios y escaleras y que, estaba seguro, si no llegaba a más era por la presencia de los maestros.     
   A pesar de la indefensión en que vivía nunca les transmitió a los suyos la situación real en que se desenvolvía, no quería hacerlos sufrir. Absorto en sus problemas del día a día, 1936 llegaba para Josep Mª envuelto en varios acontecimientos muy distintos entre sí, decisivos para un niño. Si por un lado había dejado de ser hijo único al nacer su hermana Mª Ángeles, aunque ya tenía 9 años y era un poco mayor para hacer la Iª Comunión su madre decidió que tomara el Sacramento en la iglesia parroquial de Santa Mª del Poble Nou, una experiencia que le impresionó vivamente. Por otro, en el clima movido que se vivía tras cinco años de instaurada la IIª República, el fantasma de una Guerra Civil explotaba atemorizando a los ciudadanos, aunque Josep Mª, el hijo del antiguo trotamundos, vivía ajeno al batallar de los adultos y estrenaba su incipiente carrera artística ganando el Premio de Honor de Dibujo del Patronato Borí i Fontestá, un certamen al que se presentaron todas las escuelas del barrio.
   El galardón consistía en una mesa de dibujo a la que se añadiría el juego de estilográfica y portaminas regalado por el Colegio. Todo ello le otorgó de pronto un cierto estatus de importancia que iba a convertirlo en intocable, dando un vuelco a su triste relación con los demás alumnos al tener a los profesores pendientes de él.
   La realidad de su nueva posición le haría consciente de que si bien no era el más rápido corriendo ni el más fuerte en la pelea, sí podía hacer fácil lo difícil. Un retrato a lápiz del compañero o dibujar un coche, un haiga, como se nombraba entonces a los automóviles de lujo, – Subi, pinta un coche empezaron a pedirle los compañeros con respeto-Subi, pinta un avión. Después un barco, una moto, algo que ningún otro alumno podía hacer. Y ese don que de pronto lo distinguía entre la comunidad escolar, a la vez, desde un cierto plano, lograba integrarlo.
   - El dibujo fue mi salvación. Fue el primer tren que pasó por mi vida y me agarré a él con todas mis fuerzas, para subirme y que me sacara de aquella situación que no hubiera podido resistir mucho más tiempo.
                         Sucedía en 1936 y Subirachs tenía 9 años

Ana Mª Ferrin

(*) Imágenes del libro El Tacto y la Caricia de Ana Mª Ferrin.
       Reseña y primer capítulo: 
        http://amf2010blog.blogspot.com.es/2011/05/el-tacto-y-la-caricia-subirachs-nuevo.html
               



15 comentarios:

  1. El acoso escolar siempre ha existido. Pobre del niño que se dejara pegar por otro. También es cierto que el respeto se ganaba muchas veces destacando en algo. No siempre iba a ser la fuerza física lo principal. Dibujar bien, como en el caso que nos traes, ya era una forma de destacar sobre la mediocridad del resto. Los grandes genios siempre fueron distintos a los demás.
    Un saludo.

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  2. Olá Ana.
    Gostei muito desta importante postagem, da qual extraio um dos parágrafos finais deste seu trabalho:

    “La realidad de su nueva posición le haría consciente de que si bien no era el más rápido corriendo ni el más fuerte en la pelea, sí podía hacer fácil lo difícil. Un retrato a lápiz del compañero o dibujar un coche, un haiga, como se nombraba entonces a los automóviles de lujo, – Subi, pinta un coche –empezaron a pedirle los compañeros con respeto-. Subi, pinta un avión. Después un barco, una moto, algo que ningún otro alumno podía hacer. Y ese don que de pronto lo distinguía entre la comunidad escolar, a la vez, desde un cierto plano, lograba integrarlo.”

    Um bom final de semana querida amiga Ana. Beijo. Pedro

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  3. En efecto, los primeros años de la vida de un niño, marcan la trayectoria definitiva de una vida.
    A no ser, que algo lo redima, (un arte, una habilidad), como en el caso de tu biografiado.
    Gracias por tu nueva lección.
    Besos.

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  4. Por cierto, acertada la bella foto de tu nuevo frontispicio.

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  5. Grato es saber, Ana María, de la infancia de los grandes, de como superaron frustraciones y desencantos y de la forma en que se aferraron a una habilidad para defenderse de otras incompetencias.

    Saludos con afecto.

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    1. Gracias Esteban por el giro optimista que le diste a todo esto

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  6. El acoso escolar puede ocasionar mucho daño en los niños ya que les puede ocasionar unos graves complejos de inferioridad que les llebará a una gran timidez, que pueden arrastrar para el resto de sus días. Parece que este no fue el caso de Josep Mª Subirachs ya que lo pudo superar con el dibujo.Besicos

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  7. Me gusta el giro optimista que Esteban Lobo le da a los comentarios. Uno siempre piensa que los grandes están en un limbo ...y no es así

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  8. Hola Ana:
    El escrito me ha recordado cierto paciente que tengo. Una vez me dijo que su gusto por la música, fue desarrollado justamente por acoso...
    Besos

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  9. Buenos días Ana Mª, el acoso escolar deja a muchos niños marcado para siempre, aunque el acoso de ahora es muy diferente al de hace años, ahora hay más maldad. Buenísima entrada.

    Un abrazo.

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  10. Hola, Ana, muy bonita la foto de la bella florista ramblera.

    Escribes muy bien, me encanta leerte, Ana Mª, no conocía la vida de Subirachs, aunque sí algunas de sus obras y sobre todo la fachada de la Sagrada Familia que mencionas en tu libro. Con un título hermoso, por cierto.

    Es cierto lo que dice Kipling. Lo sé por experiencia.

    El matonismo ha existido siempre, es cierto, aunque ahora sea más violento, quizá influido por la facilidad que tienen los niños para acceder a contenidos violentos, que tienden a imitar.

    Los niños como Subirachs, por lo que nos cuentas e intuyo, reflexivos, callados, con un gran mundo interior suelen sufrir en silencio, en soledad.

    Un post muy interesante. Un beso,

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  11. Siempre ha estado ahí, y por desgracia no dejará de existir Ana.
    Tremenda la infancia que tuvo. Un sobrino de 10 años lo está pasando, solo por estar un poquito gordo, cada día se inventa un dolor para no ir a los entrenos.
    Volvendo a Josep Mª si hubiee contado algo puede que su problema fuera a menos, pero en esos tiempos había otros más graves. El galardón le vino como anillo al dedo.
    Un placer leerte.
    Buen miércoles.
    Un abrazo.

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  12. Criança no colégio, nessa idade é coisa para se cuidar, as crianças não são anjinhos, não, elas cometem bullying com facilidade, e sempre existirá isso. Não sei quem inventou que criança é pureza, é anjinho! Quando se juntam, pegam a coisa 'fraca', a vulnerabilidade da outra criança e começam a diminuí-la. Por sorte, a salvação de Subirachs foi a arte, o que despertou admiração das outras crianças. Poderia ser um jogo, uma luta marcial, algo da admiração das outras crianças.
    Muito bom foi te ler, Ana, um beijo!

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  13. Un tema muy interesante. Algo que nunca debería de suceder porque es cruel y causa un gran sufrimiento.
    Un abuso con los más débiles.
    Un beso.

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  14. Nunca se sabe si el trato recibido por algunos niños de los demás en la escuela es por su retraimiento que los hace diferentes y provoca esa reacción o por el ataque sobre el débil del grupo. Saber aprovechar ese factor distintivo, la habilidad en el dibujo, para romper esa dinámica tan nefasta que a veces es tan negativa es importante. Subirachs parece que lo hizo.
    Saludos.

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