Buscaba un tema donde la
maldad humana fuese la chispa conductora
Hasta que reptando al
fondo de la vileza penetré en un espacio cuya perversión sería imposible
superar.
Costaba distinguir aquella
escena infernal. En un lóbrego rincón, la débil llama de una bujía dejaba adivinar la figura desvaída de una mujer flaca y
amarillenta, cuyos hombros formaban un trapecio escaleno. Allí, casi sepultada por cestos de ropa
repletos de prendas, aquel ser descoyuntaba su cuerpo oprimiendo con sus dos
manos una plancha sobre la manga de una camisa.
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Picasso, tres versiones de la planchadora |
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Un seguidor del pintor malagueño recreando la acción |
VIVIREMOS JUNTO A UN RÍO
DONDE TÚ PODRÁS LAVAR,
CON UN FUEGUITO CHIQUITO
DONDE ME COCINARÁS,
HASTA T’CHO TU TABLITA PA
QUE ME PUEDAS PLANCHAR.
CON ESTE CANTO, SEGURO, QUE
TE VOY A ENAMORAR
Publicado en Gaudí y Más. 7 de Junio de 2014
El mundo que nos muestra Edgar Degás a menudo me ha parecido apagado, de entomólogo. Sus cuadros contienen estampas de un ocio que debería ser feliz, pero raramente transmiten otra cosa que tristeza. Sus bailarinas
no disfrutan de la danza, la sufren. Casi siempre parecen agotadas o
contracturadas. Todas, menos Rosita Mauri. Claro que esta Prima Ballerina Assoluta era de Reus y con una mujer de Reus no se acaba tan fácilmente.
A las prostitutas les queda tal expresión de hastío que no te extraña verlas en otros cuadros
hasta las cejas de absenta. Sus desnudos raramente son gozosos, jamás miran al
espectador, hurtan el rostro, bajan la cabeza. Soporíferos. Si se peinan dan la sensación de
meditar sobre el fatal destino que les espera. Si se asean no está claro si la
acción es previa o posterior, lo único cierto es que su gesto parece anticipar
un corte de venas.
Cuando retrata su clase social, raramente los modelos son bellos o felices, un gesto adusto se apodera de los personajes, enlutados y oprimidos por los márgenes del marco. Hasta los caballos se aburren en las telas de Degás.
En fin, un fiel
modelo del Romanticismo en su acepción más lánguida.
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Degás. Al poco de empezar... |
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Degás. A punto de acabar, entre sopores. |
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Degás. Al final de la jornada, pocas fuerzas y mucho Beaujolais para cantar La Marsellesa |
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Degás. La joven planchadora al iniciarse en el taller |
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Años después, misma blusa, misma falda y embrutecimiento |
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Degás. Y ahora, a entregar los pesados cestos con la ropa. |
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Rosita Mauri pintada por Degás |
Por eso no me extrañó cuando, buscando imágenes de planchadoras me topé con la larga serie de mujeres en esa operación, a las que durante un tiempo Degás dedicó sus pinceles condenándolas a la postración.
Nada más aburrido, nada más odioso para un ama de casa, que la tarea de planchar. No me refiero a la persona sola que coge una blusita y con todo cuidado le plancha sus puntillitas. No. Estoy hablando de la tarea inhumana que acomete una madre sin ayuda, cuando se enfrenta a ese cesto de ropa provisto de un diabólico mecanismo reproductor donde los diferentes equipos de varios hijos, un marido y el ajuar de una casa, van multiplicándose hasta conformar un auténtico Museo de los Horrores. Atacar y vencer esa fortaleza es tarea vampírica muy capaz de ir chupando la energía de quien la realiza. Y ya no hablemos de quienes se ocupan de ella como profesión a tiempo completo.
Degás, ahí, se luce. Sus mujeres parecen ir desmoronándose, teniendo para mí la sospecha de que Munch pintó su Grito tras encontrarse cara a cara con una de ellas a la salida del taller, enloquecida, después de planchar doce horas seguidas. Con sólo rozarles su pincel, Degás las consume. Si alguna mujer, por error, le sale pimpante y lozana, no hay duda, en el cuadro siguiente ya estará a punto de arrojarse al Sena.
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Las mujeres de Degás. Entre el vino y la absenta |
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La planchadora de Konstantin Makovsky, por la mañana |
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Planchadora de Makovsky, de tarde |
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Taller de planchado |
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Ivana Kobilka vió así el ajetreo de las planchadoras |
Ya los romanos,
siempre tan hedonistas, evitaban la plancha cuando decoraban sus casas con frescos
domésticos. Las matronas se maquillan, comen, pero nunca planchan. Gracias a Dios, en el siglo XVIII Louis Léopold Boilly rescata el tema dándole un punto de gracia, con Georges Morland lanzando varias miradas a otras tantas sirvientas que planchan vestidas y tocadas con esmero, o en el
XIX, François Bonvin, Vladimir Makovsky y la pintora eslovena Ivana Kobilka, tratando el tema con la comprensión que se debe a un
oficio tan duro dotándolo de una cierta poesía, se fijaron en su esfuerzo. Sin
olvidar el brillo y alegre colorido del belga Rick Wouters, otro coetáneo que no
pasó por alto a las planchadoras.
Picasso, justo entreabriendo el siglo XX, en 1904,
se recrea en la pose buscada por Degás con diversas variaciones, recalcando una
mano sobre otra. Fernando Balbuena nos dejaba en 1930 su visión de una bella
mujer con gesto dolorido forzando la presión del hierro sobre la tela, tonos
pastel en un óleo interesante. El cubano César Santos, en cambio, utiliza el
sincretismo para mostrarnos en La Aparición
su difícil alianza entre el Renacimiento, la fe y el humor, en un cuadro donde
los géneros se trastocan.
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Delicada, la planchadora de Louis Leopold Boilly |
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Francoise Bonvin sitúa una flor en un vaso frente a su planchadora. Hay esperanza |
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Las labores que nos presenta George Morland desde la plancha a los encajes son finísimas, de atrezzo. |
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Hendrik "Rik" Wouters viste de color la tarea ingrata con una sonrisa. |
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Fernando Balbuena. De nuevo mano sobre mano, el esfuerzo |
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César Santos deconstruye La Aparición intercambiando los géneros |
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Evita Perón planchando por imperativo de Marina Olmi |
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Evita: ¡Ya terminé! |
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La cabeza gacha, los gritos, el trabajo que se acumula. Renato Guttuso |
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El placer de planchar |
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Plancha, camisa y tableta de chocolate. Los tiempos cambian. El trabajo, no. |
La tarea doméstica
sigue provocando desvaríos en nuestro siglo XXI. Con gran imaginación, la artista
Marina Olmi se atrevió con un mito -y medio- en su serie de cuadros donde
recreaba escenas cotidianas entre Evita Perón y Cristina Fernández de Kirchner. Uno de ellos con Evita planchando, aunque no sabemos si el cuadro en que la
musa de Perón muestra su alegría de rojo a lo Bollywood, fue o no una
instantánea tomada cuando acabó con la ropa. Renato Guttuso aporta la fuerza de
la pintura social en otra obra donde su retina capta el cansancio del cuerpo
desnudo entre el calor y la explotación.
Pero no nos quejemos por vicio, no todo va a ser derrotismo. El progreso nos ha traído la plancha
eléctrica a vapor. Con ella a veces, si la tarea se dilata, la mente llega a un punto en que el oficio de planchar, con su vaho desprendiendo un olor delicado a jabón de Marsella con suavizantes y agua
perfumada, puede ser capaz de generar un punto lisérgico que nos
haga ver visiones. Reflejarte en el espejo como una pin-up de los años cincuenta,
mientras un modelo de Versace, esclavo a tu servicio, procede a plancharte el
vestido. O viceversa.
Ana Mª Ferrin
Jamás imaginé que el tema de la plancha diera para tanto. No está mal como homenaje a una de las labores más tediosas dentro de los quehaceres domésticos. Tal vez por eso yo me he decantado siempre por la cocina. Y tal vez por eso, un hijo mío que vive en un piso compartido con otros jamás plancha nada suyo. Me dice: el secreto está en elegir el tipo de fibra y en estirar bien la ropa mientras se seca. Unos sabios los chicos de ahora.
ResponderEliminarUn saludo.
Tu elección es de primera. Aunque sea una creación de la que no quedará rastro, todos te la agradecen. No así la maldecida plancha de la que nunca he oído alabanzas.
EliminarSi que parece sabio tu hijo, a veces tienen un sentido práctico estupendo.
Saludos.
A mi admirado Degas no debieron salirle demasiados compradores ante unas escenas que huían de la edulcorada temática de jardines, diosas olímpicas y damas encopetadas que poblaban los salones de arte. Bajaba a los bajos fondos y retrataba lo que veía, sin filtros ni velos, como también lo haría su discípulo declarado Toulouse- Lautrec. El acto inhumano de planchar noche y día, día y noche, en cuartuchos míseros, con un calor sofocante y dolor de espalda perpetuo, para Degas significaba un escenario digno de ser retratado y colocado como un tema más, a la altura de un bodegón o una marina. La modernidad entraba en el mundo del Arte como un elefante en un cacharrería y no había marcha atrás.
ResponderEliminarUn beso
Una de las grandezas del arte es multiplicar una sola obra en tantas diferentes como espectadores se fijen en ella. Otra, la multitud de conclusiones creativas a las que puede conducir una determinada escena según la contemple un artista u otro. De ahí la disparidad de resultados entre Tolouse-Lautrec y Degás, dos grandes, ante escenarios similares.
EliminarAunque al final toda obra es resultado de los mundos interiores emisor y receptor. De nuevo, el factor humano manda. Si hedonista o depresivo, si cruel, tierno, pasional, así será la mirada que nos transmita la obra. O la que recibamos.
Abrazos
Por lo visto en las imágenes eso de planchar ha sido asunto de mucha preocupación para los artistas de todos los tiempos.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues sí. El verdadero artista capta todo, hasta la acción más nimia que para el ser común no existe.
EliminarOtro para usted.
Un trabajo excepcional, Ana María. Al gran interés de un texto en el que descubrimos por igual interpretaciones acertadas y explicaciones muy importantes sobre las motivaciones que impulsaron a genios de la imagen pictórica a escoger este especial trabajo, asumido generalmente por la mujer, debemos añadir la exquisita colección de pinturas que has seleccionado. Sería para mi un problema poder elegir si me regalasen una de ellas. Aunque debo decir que las pinturas de Picasso y, de entre ellas la primera, manifiesta, con una dolorosa veracidad, lo que quieres expresar sobre el descoyuntamiento de los brazos tras largas horas de pesada plancha. Los autores que en diversas épocas y momentos históricos han utilizado esa multitud de diferencias, en función de las corrientes de pensamiento de la sociedad y la creatividad, exponen con descarnada veracidad lo cotidiano, lo aparentemente vulgar. Ana María, mis felicitaciones más efusivas por este artículo que refleja tu sagaz mirada ante el arte y tu facilidad para elevarlo mucho más que por él mismo ya lo han elevado sus genios creadores.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, querida amiga Ana María.
Querido Antonio, gracias por lo de “sagaz mirada”, que ahora que lo dices es posible que alguna de las modelos haya sido yo, mirándome en el espejo algún día en que el cesto estuviera hasta arriba y mi jartura más arriba aún.
ResponderEliminarComo siempre, qué placer descubrir que ante cualquier acto cotidiano común al que no se le echaría una segunda mirada, el artista está ahí, de guardia, para ejercer de notario impidiendo que la acción quede en el olvido.
Un placer compartirla.
Simplemente maravilloso.
ResponderEliminarTe agradezco la visita y la reseña de El Tacto...
ResponderEliminarUn cordial saludo.