Esa biblia del
estilo que es la revista ¡Hola! nos informaba hace tiempo del porqué del
nombre de los zapatos T-bar.
-Su
nombre es fiel a su forma: la unión de dos tiras, una al
tobillo y otra vertical sobre el empeine, dibujando una 'T'. La clave: su
comodidad al ir sujetos al tobillo. Estamos ante una pieza cuya historia se
remonta a los años 20 cuando el vestidor de la mujer empezó a contener
pinceladas de feminidad. Desde entonces, a pesar de sus idas y venidas, se ha
convertido en un imprescindible de los guardarropas de estética retro.
Y bueno, un par de zapatos de esas características
fue lo primero que llamó mi atención al visionar el cuadro de Edward Hopper,
Cine en Nueva York. 1939.
Cine en Nueva York. de Edward Hopper |
HOPPER, LA VIDA A DESTELLOS
Publicado en Gaudí y Más. 19 de octubre de 2019
Que Hooper era un publicista de raza además de pintor nos lo muestra este óleo de 1939, ya que no se limitó a inmortalizar el Palace Theater tal cual, situado en Times Square, también quería dejar constancia del lugar donde acudía a menudo para saciar su gran apetito cinéfilo. Aquellas largas horas muertas de los descansos entre uno y otro programa en las que, como cualquier espectador, debió entretenerse en revisar los detalles de la decoración, lo llevaron a enriquecerla con elementos de otras salas, ya que este cine en cuestión era más sencillo de como él lo pintó.
¿Qué película proyectaban? Por su voluntad no podemos ver más que algunas sombras grisáceas, aunque su esposa Josephine aventuró en cierta ocasión que podían ser unas montañas en blanco y negro.
Y qué mas da. Empezando por la escribidora que piensa en sus cosas mientras teclea este recuerdo, los dos espectadores cada uno en su fila de butacas viajan a su vez a solas por el éter hilado de la pantalla, quién sabe si también viviendo su propia historia.
En cuanto a la acomodadora no se podría estar más ausente. Aquí la tenemos situada en un claro de la entrada, ya que por entonces no se permitía a los empleados contemplar la proyección junto al público yendo uniformados. Con su elegante ropa diseñada con gusto militar, la bella seguidora de Jean Harlow o Carole Lombard nadie podría asegurar si está meditando sobre la suerte de aquellas jóvenes que llegaron a la gran urbe buscando el triunfo y este no apareció, o quizá piensa en cómo podrá pagar el alquiler de su apartamento a fin de mes. El éxito es puñetero y esquivo para las bellezas del Medio Oeste.
Detalle de los zapatos de la acomodadora. |
Arriba, detalle de los zapatos T-bar de la empleada. Sobre estas líneas, el Palace Theater en la actualidad. |
Quede constancia de que no recordaba haber visto
jamás un cuadro de Hopper donde fuera evidente el más mínimo contacto carnal entre
sus personajes. Incluso las muchas escenas con cama que realizó, son textualmente
sólo eso: un hombre y una mujer separados por una cama y siempre sólo uno de ellos en el lecho. Añadiendo
que cuando evoca a dos seres lo suficientemente cercanos, se cuida mucho de que
no se toquen -aunque a veces estén a punto-, ni con la yema de un dedo. Cercanos pero ausentes.
Así hasta llegar a 1966 unos meses antes de morir. Fue entonces cuando Hopper pintó su último cuadro, el único de una pareja amorosa, dos comediantes en el escenario cogidos de la mano saliendo a saludar en el último acto de una obra. ¿Premonición?
Ana Mª Ferrin
(*) https://bigapplegreeter.org/edward-hoppers-studio-paints-a-picture-of-who-he-was/
Así hasta llegar a 1966 unos meses antes de morir. Fue entonces cuando Hopper pintó su último cuadro, el único de una pareja amorosa, dos comediantes en el escenario cogidos de la mano saliendo a saludar en el último acto de una obra. ¿Premonición?
Dos comediantes. 1966 |
El matrimonio Hopper (*) |
Cosa rara que sorprende teniendo en cuenta que la unión de Hopper (1882-1967) con su esposa Josephine (1883-1968) también pintora, duró desde 1923 hasta la muerte del artista, 43 años siendo dos
seres que prácticamente no se separaban. Juntos pintaban y ella fue
prácticamente su única modelo femenina. Rubia o morena, vestida o desnuda, urbana
o campesina, glamurosa o rural, allí está Josephine posando para un marido cuya vida en común,
según los textos que ambos escribieron a solas y que ella donó a un museo, contenía en grado sumo
peleas y maltratos mutuos de gran agresividad.
Antes de encontrarse la pareja, ya con más de 40 años, Hopper viajó en solitario a Europa en tres ocasiones de largas estancias. En su tercer y último viaje llegó a España para visitar Toledo y Madrid, con repetidas visitas al Museo del Prado donde se interesó por Velázquez y estudió detenidamente la obra de Goya. Pocos años más tarde detuvo el resto de su trabajo durante un tiempo para centrarse en profundizar las técnicas de grabado y aguafuerte, tan queridas por Goya, especialidades con las que consiguió varios premios.
Sus sofisticadas
composiciones hicieron de este artista del que se dijo que no era buen pintor pero sí un gran artista, un adelantado de su tiempo como estudioso de la sociedad que le tocó vivir.
Tres cuartos de siglo más
tarde su visión deshumanizada de la sociedad iba a ser realidad cotidiana.
Imaginemos hoy cualquier cuadro de Hooper trasladado a la actualidad. Incomunicación. Individualidad y silencio. La frente baja, los brazos inactivos.
Y cada uno de
los personajes pudiendo muy bien estar en soledad con un teléfono móvil en la mano.
1942. Night Hawks
Aislamiento, soledad y melancolía, de Edward Hooper |
Ana Mª Ferrin
No se entendería, Ana María, tanta fidelidad dado que se habla de esas "peleas y maltratos mutuos en grado sumo, de gran agresividad", pero los humanos somos muchas veces inexplicables.Tal como la tendencia que mencionas de estar en nuestros tiempos ultra comunicados, pero más incomunicados que nunca.Me doy cuenta de ello cuando se juntan mis seis nietos sentados al lado, pero cada uno con su teléfono personal.
ResponderEliminarDos personas solitarias que se encuentran en la cuarentena e inician una convivencia exhaustiva, trabajando juntas y viviendo pegadas una a la otra todo el día durante más de 40 años...
EliminarMás que una curiosidad parece un milagro, Esteban.
Me ha sorprendido esa agresividad de ambos esposos y durar tantos años juntos.Besicos
ResponderEliminarDos profesionales colaborando en un mismo trabajo, juntos día tras día durante cuarenta años y que sólo uno constara para la posteridad, debió ser un completo desgaste.
EliminarPetonets.
Hay mucha soledad en sus cuadros y un silencio que pesa como una losa. Reconocible siempre.
ResponderEliminarSaludos.
Lograr un estilo reconocible es el sueño de cualquier creador y en este caso no puede negársele, Cayetano
EliminarSoledad, incomunicación,miradas vacías, el trasunto de la vida de hoy en la pintura de Hopper.
ResponderEliminarEse cuadro de Halcones Nocturnos, es como un aquellos fotogramas de películas de Bogart que conseguíamos de niños, cuando las cintas se cortaban y pegaban.
Besos.
Imagino a qué te refieres aunque no conocí lo que cuentas.
EliminarPerro desde luego, Bogart podía aparecer en cualquier momento por sus telas.
Imagino lo que cuentas aunque no lo conocí.
EliminarAunque es cierto que Bogart podía aparecer por una esquina de la tela en cualquier momento.
Me ha encantado este artículo de hoy. Aunque conocía a este pintor y visto alguno de sus famosos cuadros, nada sabía de sus relaciones personales, de sus viajes a Europa o sus observaciones en el Prado, cosa que no me extraña, pues son muchos los pintores que acuden a conocer la obra de los grandes maestros españoles. Pero lo que más que ha llamado la atención es ese último cuadro, que usted se pregunta si sería premonitorio. No lo sé, pero sí, creo que algo rondaría su ánimo. El estado de los artistas se refleja muchas veces en su obra.
ResponderEliminarUn abrazo, Ana María.
Cualquier tipo de autor, cuando entras a fondo en su biografía comprendes el porqué pinta o escribe así, o de otra manera.
EliminarNos creemos muy listos pero todos somos transparentes si se nos sabe interpretar.
Saludos, amigo DLT.
Hola Ana.
ResponderEliminarLa pintura de Nigth Hawks es la que conozco de Hopper, que siempre me ha parecido melancólica. Había una "fuente de soda" (como se llamaba a los bares en Venezuela, cuando era niño, que se me parece a esta pintura...
Un profesional, siempre aprende de otros. No me extraña sus visitas al Prado.
Besos
Que bonitas piezas las de los cafés antiguos. La fuente de soda, los dispensadores de cerveza, las jarras, los espejos, los asientos.
EliminarCuando estuve en EEUU recuerdo haber visto muchos establecimientos que los conservaban
Me ha encantado conocer un poco más a Hopper de tu mano. Sus pinturas efectivamente muestran con desgarro la soledad humana. Y es fácil imaginarse a sus personajes con un móvil en la mano como en la actualidad. De lo que se deduce que la soledad acompaña al ser humano siempre.
ResponderEliminarBesos.
Lo de imaginarlos con un móvil da hasta risa.
EliminarY más verlos uno al lado del otro enviando y recibiendo mensajes.
Qué verdad lo de que cada pareja es un mundo. Un besazo.
Conocía las obras de Hopper pero ignoraba su vida personal con lo cual he disfrutado hoy de tu escrito, muy bueno.
ResponderEliminarLa obra de los dos comediantes era desconocida para mi.
Un abrazo.
Yo tampoco la conocía antes de buscar sus últimas obras para escribir el texto.
EliminarQuizá no se le dio la importancia premonitoria que yo le veo.
Abrazos.
Hace unos años tuve el privilegio de poder admirar la exposición sobre Hopper organizada por el Museo Thyssen en Madrid. En ella pude comprobar el genio del pintor, su modernidad, su forma de plasmar la sociedad americana, la influencia del cine en su pintura (o al revés). La soledad de sus personajes no es sino un destello de la tiranía de la sociedad meterialista en el individuo.
ResponderEliminarUn beso
Muy cierto lo de la influencia del cine, o viceversa.
EliminarPor algo era un cinéfilo que se bebía los programas de ese cine que estaba al lado de su casa.
Modestamente, lo que también nos pasaba a nosotros, que vivíamos al lado de uno.
Besos, Carmen.
Hola Ana Mª!! disculpa mi ignorancia pero nunca había escuchado hablar de Hopper, veo que sus pinturas son un poco tristes. De su vida privada si es que se maltrataban a medias no hay nada que decir cuando estuvieron cuarenta años casados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tú lo has dicho, Conchi: Nada que juzgar.
EliminarAllá cada adulto con su vida. Por lo menos ellos debieron saber lo que es quererse, porque 40 años juntos y sin hijos que los ataran, es mucho tiempo como para no haber roto la relación.
Otro para ti.
Gosto imensamente de Edward Hopper, dentre as principais características de sua obra, está a retratação da vida cotidiana e dos costumes da época. Edward Hopper expressava suas reflexões sobre o passado tentando mostrar a maneira individualista em que se vivia na época. Suas pinturas retratavam a desolação da vida urbana, com figuras humanas que se isolavam. Vidas amargas, com os corpos limitados pelo esmagador processo civilizatório. É de um Realismo do subconsciente, que é revelado na leitura da imagem.
ResponderEliminarBeijo, querida Ana Maria, uma boa semana.
Mientras Hollywood nos inundaba con sus estampas de gentes felices en sus blancas cocinas, Hopper observaba y comprendía otra realidad bien diferente.
EliminarEs lo que pasa cuando el artista o el observador ven lo que ven y no se dejan manipular. Besos para ti, Tais.
A través de tu entrada he conocido a Hopper. Buscaré más obras suyas.
ResponderEliminarUn adelantado para su época. Plasmó lo que tanto vemos hoy, la incomunicación que han traido los móviles.
Su obra refleja soledad, puede que quisiera tranmitir en ella la de su vida.
Me ha llamado la atención los zapatos Ana. Acabo le leer Patricia Brent,solterona, divertido libro del típico humor británico, y en la portada sale ese zapato.
Buen jueves.
Un abrazo.
Tomo nota del título.
EliminarCelebro que te haya interesado Hopper, un nombre para tener en cuenta. Petonets
No conocía este pintor amiga Ana, gracias por hablarnos y mostrar algunas de sus obras. Creo que la mayoría de sus obras hablan por sí solas y demuestran su gran soledad. Un matrimonio en esas circunstancias la relación es insoportable y probablemente en su interior se encontraba totalmente solo. Quizás, se trataba de aparentar otra cosa, pero creo, sus vidas tuvieron que ser un verdadero martirio.
ResponderEliminarUn gran abrazo
No sé yo, Juan.
EliminarLa vida de las parejas es tan diversa...
Hay gente que supones que viven un infierno y luego un día se sinceran y te enteras de que no, que era algo buscado. Y viceversa. Saludos.
Olá Ana.
ResponderEliminarDe alguns anos para cá leio os trabalhos que são publicados sobre Edward Hopper, como também procuro suas obras, que, como você tão bem mostrou nesta sua postagem, representam bem a arte pictórica estadunidense nesse período em que viveu de sua arte.
Bom final de semana, Ana. Beijo. Pedro
Fue un tipo curioso, no cabe duda. Me lo imagino con traje y sombrero paladeando un bourbon sin quitar la vista de sus compañeros de barra, imaginando los motivos de su existencia. En ese sentido debió pasárselo en grande. Lo mismo te deseo.
ResponderEliminarAdoro a la obra de Hopper, sus personajes solitarios, la melancolía que desprenden. Cada cuadro da para un relato.
ResponderEliminarTuve la suerte de ver una muestra muy amplia en el Museo Thyssen y ver en directo sus pinturas que conocía por libros o imágenes de internet me emocionó mucho, todavía me gustó más.
No conocía que hubiera maltrato y agresiones en su matrimonio, parece una relación muy intelectual dada la edad en que se conocieron, y a la vez puede que competitiva.
Alguien me dijo una vez que el resentimiento anida en muchas parejas que viven juntas hasta el final. Que el resentiemiento es un "pegamento" muy potente.
Sea como sea, gracias, Ana Mª por este post y porque ahora voy a fijarme en los zapatos de las protagonistas de Hopper. Me encanta ese cuadro del Cine.
Un beso,