Continúa...
Máscaras de los lugares
donde alienta el Espíritu.
Yo os saludo en el silencio...
Agustín Ngongo
Agustín Ngongo
Sobre el lecho, dos máscaras y dos sombreros emplumados enmarcaban la cabecera de Mame Barlet y su esposo.
- Los blancos desprecian nuestra cultura, la escupen, la pisotean. Pero nosotros debemos respetarla –confió un día Mame Burlet a Jamaii ante el asombro de la adolescente, que la consideraba una mujer culta a la manera europea, muy por encima de las supersticiones-. Escucha bien, Jamaii: Una máscara no es tan solo un pedazo de madera labrada. El árbol del que procede ha sido cortado entre cien y esa madera no puede tocarse sin antes haber efectuado un sacrificio para escapar a la cólera de los dioses de los bosques. Un brujo ha bendecido la madera y el propio tallista se ha purificado, ha meditado y ayunado antes de dar principio a su trabajo. Es la búsqueda del Irreal, del Impalpable, del Intocable, de lo Desconocido que tanto nos obsesiona, y esa búsqueda mística es tan válida como la búsqueda mística del Dios cristiano o nuestro Alá islámico. Nunca lo olvides y siéntete orgullosa de tu cultura.
Máscaras, sombreros y la cama negra con dosel de encaje
podían tomarse como una concesión a la patria de la dueña, ya que el resto de
la decoración de la alcoba era netamente mejicana. Las cortinas azulón y naranja
parecían firmadas por Frida Khalo igual que la orfebrería de
plata y los tapices que adornaban las paredes. Pero ahora que Jamaii había
dejado de mirar por los cristales hacia la Fachada de La
Pasión, observando la imagen dorada de la Resurrección que
bajaba muy recta suspendida por el cable, los reflejos arrancados al sol ponían
acentos de tam-tam en los amuletos, escondidos por la señora de la casa para
conservar el amor de su marido y avivar su pasión.
A la luz del mediodía que iluminaba la estancia tras su espalda, vio una hilacha de humo saliendo por debajo de la cama deshaciéndose en
menudas nubes de incienso elevando sus hebras, más nueces de kola
trabajadas con encantamientos milenarios que aparecían en platillos colocados medio
ocultos por todos los rincones.
Dejó de bailar. El baile era una trampa que África tendía
desde la lejanía a sus mujeres. Y Jamaii no quería irse de Europa,
no quería volver a revivir el último viaje en barco hasta Dakar….
Scarlet Quezada (unomodels.com) |
ENTRE DOS MUNDOS
Publicado en Gaudí y Más. 19 de diciembre 2015
Sólo unos meses atrás su madre y ella vieron como el
grupo de compatriotas viajeros, nada más subir al barco, se habían desprendido
del ligero barniz del desarrollo volviendo a vestir amplias túnicas amarillas,
verdes, naranja. Las mujeres bailaban en cubierta tocadas con turbantes de
flores y pájaros. Mariposas y totems. Viviendo la bullanga del zarpar, bailando
el Pas de Charge de dos en dos, marcándolo con los
pies, con los brazos, evocando las selvas, ardientes confines hacia los que
regresaban con los bolsillos repletos de euros y los codiciados papiers que
les permitirían regresar al blanco continente, una vez vividas las fiestas,
dejando atrás la triste admiración de parientes y amigos que envidiaban su
suerte.
Y mientras duraba el viaje de ida y su madre vivía la
experiencia como espectadora, Jamaii -isla entre dos mundos-, café con la crema
justa para permitirle jugar el rol europeo, veía tensar el imaginario manojo de
hilos estirados por el barco, auténtico cordón umbilical de la joven que los
veía estallar uno a uno, rizándose como cuerdas rotas de violín, hasta sentirse
a la deriva. Con los ojos dilatados por el terror, perdida y encogida su alma
en la esquina de un camarote comunal e infecto en el que reinaban las
cucarachas, notaba moverse al barco que ya había soltado amarras despegando del
muelle.
Los cabrestantes dejaban oír su estruendo al enrollar los
cables, y dibujando una media luna sobre olas, Jamaii veía por el redondo cristal cómo
el navío doblaba el espigón alejándose del puerto, diciendo adiós a
Barcelona, al Rompeolas, al Faro, al Futuro. Después, la nada... el mar... días de mar
vividos en silencio, rezando para que la travesía se eternizara y no llegaran
nunca a la tierra familiar, allí donde ella sólo acertaba a ver pies desnudos
entre el polvo y los escorpiones.
El bronco golpear de un mazo repercutiendo en su frente
daba forma a los temores de Jamaii: ¿Qué porvenir le esperaba si volvía
al África, donde la casarían contra su voluntad? Se había salvado
de que la mutilaran con la
ablación gracias a la intervención de Mame Burlet, pero... ¿Vería
otra Navidad en Barcelona? O para entonces ya estaría prisionera
en Dakar, sepultada bajo el cuerpo del primo Mulay,
al que no dejaba de ver pavoneándose por la Grand
Place con sus gafas negras en una cabeza
sobresaliendo del uniforme lleno de condecoraciones
y entorchados.
-Muy malo para ti eso de estudiar como los blancos, serás una mujer
perdida y sin religión, muy malo. Debes darte a tu marido. Eres demasiado
lista, piensas demasiado y esa será tu desgracia.
Se lo había dicho la abuela Farah el
último verano que estuvo en la aldea, cuando su madre acordó la boda con el
pretendiente de treinta años. Pero, ¿por qué ser inteligente y estudiar
tenía que ser malo? Hasta los once años sus notas eran las mejores de
la clase y los profesores la felicitaban por ello. Quizás llegaría a ser médico,
como Chantal, la doctora parisina que visitaba en la misión de Gorée.
¿Y por qué no ser arquitecto y construir una mezquita de sombrillas en Senegal,
como habían hecho en Arabia Saudí?
O quizá, un día encontrara a un hombre culto y poderoso que la amara y la
entendiera, como Sedar Senghor, monsieur le President, el
poeta del libro amarillo que siempre tenía la dueña en su mesilla para leer
antes de dormir y soñar con el paraíso. Lo tomó y recitó dos líneas:
...Subiré
las dunas de tu vientre/,
los blancos muslos rutilantes del día...
Jamaii sentía la cabeza pesada y recordó que lo mejor
para relajarse era un baño. Lo aseguraba el marido de la dueña, un hombre
admirado por su sentido común. Sus ojos se fueron hasta el balde y un impulso
desconocido debió apoderarse de la tímida joven, porque cuando quiso
darse cuenta ya estaba desnuda y sumergida hasta la cintura en el agua jabonosa.
Frente al espejo del armario por el que se veía la imagen
de la Resurrección, junto a pecas de sol brincando por toda la alcoba apareció
su propio busto reflejado, y el corazón empezó a batirle sin control. No podía
ser ella. Jamaii la larguirucha. La flaca Jamaii. Toda
brazos, piernas, boca.
En voz baja recitó el ardiente poema del Sultán de
los Enamorados que le había enseñado su amiga Lala:
¿Es el resplandor de un relámpago
lo que ha brillado en la llanura?
¿Es una antorcha la que se ha encendido
en la cima del Nejd?
¿O es Laila Amirya, que,
al quitarse el velo,
ha convertido el crepúsculo en aurora?
Fascinada por su propia figura que nunca había visto
desnuda, se apartó hacia atrás la cascada de cabellos que la cubrían y empezó a
incorporarse, levantándose del balde y comprendiendo por qué su ropa
últimamente parecía haber encogido. Se quedó quieta ante la luna del armario
que recortaba su cuerpo al contraluz, dejando resbalar por los lunares del
vientre el agua que chorreaban sus cabellos. ¿Esos eran sus pechos? La curva
de aquellas caderas generosas, ¿era la suya? Vio el perfil de sus nalgas al girarse
de lado y vio también su boca abierta por la incredulidad.
Era ella. Alá bendito. ¡Era ella misma! De nuevo retumbaron en su mente los reproches de la abuela, acusándola: - Niña, si te dejas atrapar por los libros no podrás darte entera a tu marido...
Echó hacia atrás los hombros mirando a la espléndida mujer que la observaba de frente en el reflejo. Arrogante, sí, porque ella,
como Mame Burlet, no pensaba renunciar a nada. Aspiraba a todo, lo
quería todo: La
Modernidad , La Civilización. Y sus propias raíces. Para
conseguirlo no pensaba confiar en el Destino, se lo
forjaría sola, con sus propias manos. África siempre sería su patria, pero
nunca la vería regresar obligada a entregarse a un hombre cuyas caricias no le
hicieran escuchar el delirio de los tambores, como escribiera J. F. Iyeky. Mordió los dientes y sacudió la
cabeza con rebeldía.
Los cabellos cubrieron de ondas los brazos y sus ojos tiñeron el cristal de absenta, diciéndose, que jamás volvería por
la fuerza a Dakar.
Orgullosa de su feminidad, Jamaii levantó la cabeza con determinación.
Golpeándose el pecho con las manos abiertas se dirigió desafiante a la imagen que le servía de testigo, apuntándola con un dedo y jurándose, separando mucho las palabras:
Golpeándose el pecho con las manos abiertas se dirigió desafiante a la imagen que le servía de testigo, apuntándola con un dedo y jurándose, separando mucho las palabras:
- De darme, nada. ¡Yo - soy – mía!
Ana Mª Ferrin
Vivir -y sufrir por ello- entre dos mundos, entre dos culturas tan diferentes, dispuestas a rechazar cualquier atisbo de heterodoxia. Un mestizaje difícil de mantener, entre la tradición y las propias opciones personales. Libertad: una gran palabra.
ResponderEliminarUn saludo, Ana.
Si una persona sometida ignora otras opciones de vida nunca se planteará un cambio. Pero eso dará un vuelco en cuanto vea con sus propios ojos que la libertad del individuo es posible.
EliminarQue pases unas felices fiestas. Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue relato tan brillante, Ana María. Me has hecho revivir cada palabra por la riqueza con la que están escritas llevándome en volandas a un mundo de sensaciones únicas.
ResponderEliminarUn tema muy interesante por la temática del desarraigo que se da mucho en la actualidad en nuestras sociedades interculturales.
Te felicito.
¡Felices fiestas navideñas!
Tienes razón en cuanto al desasosiego del emigrante. Que pude darse también dentro de un mismo país, cuando a la persona se la asfixia en su propia familia.
EliminarQue seas muy feliz con los quieres y te quieren.
Precioso relato!.
ResponderEliminarNo es lo que uno quiere sino a lo que lo obliga una sociedad o un deber.
Que tengas una Feliz Navidad.
Un abrazo.
El detonante para que se acabara la segregación racial en los EEUU no fue un gran mitin ni una manifestación millonaria, fue una señora negra de 42 años que iba sentada en un tranvía y se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco, como obligaba la ley.
EliminarAsí hemos ido progresando, querida Mari-Pi, a base de pequeños gestos individuales de dignidad.
Amor y Felicidad son mis deseos para ti.
Impactante...
ResponderEliminarLa vida es así: Uno aspira, pero quizás no se consigue de forma completa...O se cambian las aspiraciones...
Besos
Querido Manuel. Es importante colocar el listón bien alto.
ResponderEliminarDespués se llegará hasta donde se pueda. Pero al menos se habrá intentado.
Salud y Felicidad para tí y los tuyos.
Esta muchachita, cómo bien dice su abuela, es lista y hasta el punto de saber lo que quiere...No reniega de sus ancestros pero, si de su destino y eso es, una baza que tiene un precio y si esta dispuesta a pagarlo, vale la pena esa autoestima.
ResponderEliminarMe ha encantado, estaba yo deseando saber más.
¡FELICES FIESTAS Ana Mª!
Un beso
Bertha, nunca he sido muy gregaria, las masas no me motivan. Pero sí valoro mucho la valentía individual de los gestos dentro del círculo privado, cómo éste que he intentado mostrar.
EliminarQue tus velas primorosas alumbren todo lo bueno para ti.
Uno que viene de otro lado no pertenece ni al que le acoge ni tampoco al que le vio nacer. Se siente extranjero en todas partes, como si le hubiera mudado la piel con el viaje. Qué importante es sentirse bienvenido allá donde se vaya.
ResponderEliminarAprovecho para desearte la mejor navidad posible en compañía de todos los tuyos y de ese peludo, compañero inseparable en la vida diaria.
Un beso
Las raíces felices, Carmen, que importantes son en la vida para el individuo.
EliminarSi las sabes seguras puedes moverte por el mundo y siempre las llevarás contigo como tú nos demuestras cada semana. Saber que te esperan y que podrás volver en cualquier momento al árbol donde te subías de niña, a que tu clan te abrace.
Por eso admiro a quienes buscando un futuro mejor, rompe con todo lo que ha sido su vida y parte hacia lo desconocido
Mil besos. Y buenos deseos, para vosotros y la familia. Por aquí tengo al peludo, esperando el regalillo que le doy cuando vuelvo. Él también te envía su felicitación..
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa determinación es la fuerza generadora de escenarios personales donde poder realizarnos. Y el impulso necesario se suele obtener por las circunstancias de cada uno, siendo, con frecuencia, las más adversas las que aportan más grado de convencimiento para afrontar la lucha.
ResponderEliminar...y al fondo el sueño secular de la libertad.
Ana María, ¡lo cuentas maravillosamente!
Un navideño y deseoso abrazo
Gracias, Miguel Ángel. Tienes mucha razón.
EliminarComo muy bien sabes, somos más fuertes cuando conseguimos vencer la adversidad. Y en este caso me hace feliz que podamos seguir comunicándonos. Veo tu fuerza y tu determinación, acompañado por el cariño de los tuyos.
Qué quieres que te diga, eres un tipo afortunado en tantas cosas....
Sólo os deseo para estas Navidades que estéis todos juntos, lo demás viene solo. Un beso y un abrazo para los dos.
Mi tiempo es limitado, la cocina me llama, mañana me reuniré con la mayor parte de los míos, intentaré darles lo mejor de mí.
ResponderEliminarPero no podía pasar por alto el no venir para agradecer tus letras, he entrado en tu otro espacio y me has sorprendido muy agradablemente.
Mis felicitaciones sinceras por tu trabajo, por tus libros publicados, por todas esas maravillosas huellas que vas dejando y que nadie podrá borrar por mucho tiempo que pase, tu palabra escrita, amiga mía, vivirá eternamente mientras haya alguien que tenga la suerte de leerla.
Cariños en el corazón y felices fiestas.
Kasioles
Ay! Cómo te entiendo.
EliminarYa tengo el menú de este año en que voy a darle un vuelco a las cenas de Nochebuena y Nochevieja.
Muchas gracias por tus palabras, amiga. Pero modestia aparte, donde soy una auténtica monstrua es en la cocina.
Mil besos y un Venturoso Futuro para ti y los tuyos. Felicidades.
Como dije en la primera parte, nuestro mundo pese a su aspecto materialista y frívolo a veces, es lugar de derechos, justicia y libertad. Me ha recordado esta Jamaii, no por su procedencia, sino por su rebeldía a la la Escarlata del "Ya lo pensaré mañana". Siempre adelante.
ResponderEliminarUn abrazo.
“Siempre Adelante” es un buena divisa para un escudo de armas. Así que, señor Barón del “Siempre Adelante”, le deseo que sus andanzas en el próximo 2016 se vean colmadas de éxitos.
EliminarUn fuerte abrazo navideño.
A veces falta valor, pero cuando aflora en mundo se ve distinto... jamás el miedo truncará los sueños.
ResponderEliminarFelices fiestas,
Abrazos.
Dios te oiga, a veces hay tantos condicionantes para soltar amarras...
EliminarPero tienes razón, la Historia no miente. Cuando el hombre pierde el miedo al miedo, ya nada lo para.
Para ti y los tuyos, unas Felices Navidades