El jurado del Premio
Planeta recibió para su lectura una novela en la que se hablaba de la reina
Cleopatra y todos levantaron una ceja. Vieron en la firma el seudónimo de
«Isabel Congoja» y las personalidades que componían dicho jurado no tuvieron
por menos que sonreír. Todos imaginaron que el autor era este iconoclasta
ecléctico y cachondo mental que conoce las antiguas civilizaciones como pocos
literatos, pero no desdeña una tertulia sobre la tonadilla o el Renacimiento,
la ópera o la lucha libre, discutiendo con igual desparpajo de jardinería,
teatro, cine o pintura.
Terenci Moix en la entrevista con Ana Mª Ferrin |
CONFIESA QUE NO VOLVERÁ A TENER UNA
RELACIÓN SENTIMENTAL
Publicado en Sant Andreu Expréss. Mayo 1988
Terenci Moix siempre saca nuevas
sorpresas de su cofre. De momento desvela a éste periódico que su nacimiento
tuvo lugar con un pie en Alejandría y otro en Barcelona y que éste último por
poco lo planta en una butaca del cine Hora, donde su madre contenía los
primeros avisos del parto con tal de acabar de ver «Luz de Gas». «También mi señora madre podía
haber elegido otro título, caramba».
- Ahora muy bien, porque no volveré a tener una relación sentimental aunque me maten, vamos. Pero les he sacado el jugo a las penas, me han servido para escribir dos novelas, que no está mal.
- Casi al final de «No digas que fue un sueño», uno de los personajes «buscaba en la soledad del suplicio un recuerdo a donde agarrarse». Has pasado una época muy dura y has sobrevivido muy bien. ¿A qué te agarraste?
EGIPTO
Ana Mª Ferrin
(*) Durante la entrevista se produjo una conversación paralela donde Terenci desmenuzó partes de la niñez que pensaba publicar en sus memorias, pero aunque tenía pensado editarlas desde hacía tiempo aún no habían salido a la luz, según dijo, porque si los quieres, hasta que no mueren tus padres no puedes publicar tu vida auténtica. Ignoro cuando sucedió eso, pero pocos años después salió EL CINE DE LOS SÁBADOS, primer tomo de su autobiografía EL PESO DE LA PAJA, una trilogía que resultó espléndida.
- Tantas horas desde niño con la merienda en los cines de tu barrio, te
habrán proporcionado muchas experiencias.
- No sólo con la merienda, al cine
íbamos con el agua, el colacao, los cacahuetes, los altramuces... Era algo muy
familiar. ¿Molestarme? Sí que me han metido mano, y tanto, eso les ha pasado a
todos y a mí también. Recuerdo una vez en el cine Diana y otra en el cine
Cervantes viendo «AIDA», ésta ya de jovencito, con trece o catorce años.
- ¿Eres tan risueño como apareces en todas tus colaboraciones?
- Mujer,
yo tengo mis angustias, mis caídas en la melancolía, pero soy bastante alegre.
Si voy a cenar con unos amigos y no puedo dejar de pensar en que tendré que
romper doscientas cincuenta páginas de una novela y empezar de cero - cosa
que me ha pasado con ésta última-, sería de pésimo gusto darles el coñazo.
Detesto a esos intelectuales que se pasan todo el día contando sus problemas,
porque con todos los que yo pueda tener, hay miles de personas que pueden
tenerlos más graves que los míos. Además ya estuve tres años seguidos dando el
coñazo, cuando se acabó una relación que me dejó hecho polvo.
- ¿En qué momento afectivo te encuentras?
- Ahora muy bien, porque no volveré a tener una relación sentimental aunque me maten, vamos. Pero les he sacado el jugo a las penas, me han servido para escribir dos novelas, que no está mal.
Imágenes de Terenci Moix al principi de su carrera |
- Casi al final de «No digas que fue un sueño», uno de los personajes «buscaba en la soledad del suplicio un recuerdo a donde agarrarse». Has pasado una época muy dura y has sobrevivido muy bien. ¿A qué te agarraste?
- A mí mismo. Por más que busques
ayuda externa, al final la solución sólo está en ti, porque todas las cosas que
yo pensaba que me daban soporte, al final resultaron muy provisionales. Ese
pudiera ser el significado de mi última novela «El sueño de Alejandría»: que la
solución sólo se encuentra dentro de uno mismo.
- Esa reiteración en la palabra
«sueño» ¿por qué?. ¿Sueñas mucho?
- ¡Huy,
sí!. Yo me quedo adormilado esperándote aquí dos minutos y ya estoy roque
soñando en Cinemascope y Technicolor. La palabra «sueño» ya que lo dices, es
curioso, porque no sé como ha salido. La novela anterior, «No digas que fue un
sueño», en principio tenía que llamarse «La serpiente del Nilo». Pero llegó
Antonio Gala y me dijo «no, hombre, el título que le queda mejor es este verso
de Kavafis». Y esta segunda podía haberse llamado alguna otra cosa de
Alejandría, «Mi tía de Alejandría» por ejemplo, pero se quedó así. Yo tengo un
sueño que se repite mucho, salgo a un escenario y no recuerdo el papel, debe
ser algún resto de la época en que pensaba convertirme en actor.
Dedicatorias llenas de cariño flotan
por la sala. Puño y letra de Montserrat Caballé, Antonio Gala, Núria Espert,
forman la decoración, junto a revistas de jardinería. Paredes abrigadas con
cuadros, libros y vídeos, sobre todo vídeos, en cinco idiomas por lo menos, que
son en los que puede amar y expresarse Terenci Moix. La soleada estancia se
encuentra encarada hacia una terraza agraciada por cuidadas plantas en la que,
sin embargo, un bonsai tiene los días contados. Su vivienda no se aleja mucho
del casco antiguo donde nació, entre las calles del Tigre y La
Paloma , en una familia de clase media que
incluso los años del hambre no estropearon su imagen de niño regordete, al que
no faltaban la leche ni los yoghurts con el negocio de pinturas del padre y la
lechería de las tías (*).
Con su hermana Ana Mª durante la donación de libros para la Biblioteca de Alejandría en 1973 (Colita) |
En otro viaje a Egipto, Templo de Medinet Habu. 1989 (Mikel González) |
Junto a Carlos Martorell, Terenci caracterizado de egipcio |
En otra de las divertidas imágenes con que ha quedado en nuestro recuerdo. |
Terenci Moix habla para este periódico
del interés que le despierta, aún hoy después de veintitantos años, lo que
pueda escribirse de él. De que es capaz de vestirse y bajar a la calle a toda
prisa si, como le ha sucedido esta mañana, le avisan de que ha salido una
entrevista suya en un periódico.
-
Tu fascinación por Egipto, ¿cómo se inició? ¿Tuvo algo que ver «Sinuhé el
egipcio»?
-
Hombre, sí, de toda la vida esa ha sido mi novela preferida. Nada más
llegar a Egipto fui a ver la ciudad de Akenatón. Pero, además, allí se produjo algo muy
especial la primera vez que fui. Llevaba mi Egipto particular en la cabeza y
tuve la suerte de llegar en tiempo de guerra y no había ni un turista, estaba
absolutamente solo y allí encontré una parte de mí mismo. La pereza de sus
habitantes me decepciona, pero sigue siendo un país fascinante.
-
¿Qué existe hoy en día que te recuerde aquella época?
- Nada,
prácticamente. Sólo en algún lugar del Alto Egipto se conserva algún baile,
algún rasgo étnico en los coptos, los cristianos egipcios, pero en los moros,
para nada. Claro, piensa que ese país es musulmán desde el año 600 d.C., y aún
antes habían pasado por allí los griegos y los romanos. Pero tampoco es
imprescindible. A mí, de los viajes me gusta más que la realidad actual lo que
Laurence Durrel llama «el espíritu del lugar». Me basta saber que allí ocurrió
tal cosa, para sentir las vibraciones.
- La publicidad que tú haces de ese país hace pensar si
habrán tenido contigo alguna distinción.
- Nunca en Egipto me han
pagado ni un café con leche. Los veintitrés viajes que he hecho me los he
pagado de mi bolsillo o de
los diarios que me han contratado.
IMPUESTOS
- Ya que hablas de dinero, estás
ganando una fortuna y no tienes hijos para dejársela, quizás te has planteado
alguna vez este tema.
- Lo
que me dejen los impuestos me lo pienso llevar a la tumba, como los egipcios.
No, en serio, a veces pienso que me gustaría tener un chaval corriendo por
aquí, no mío, porque a mi edad, cuando él tuviese quince años yo ya sería un
yayo, pero adoptar un chaval de unos seis años sería una cosa maja. ¿A qué no
sabías que soy padrino del hijo de Rosa Mª Sardà y de las hijas de Angels Moll?
- En otro de tus libros, «Tres viajes
románticos», citas un viaje por Méjico que había aparecido años atrás en el
«Correo Catalán». Allí expresas tu visión social y tu indignación por aquella
miseria.
- Biológicamente
sigo siendo un hombre de izquierdas y lo único que tengo muy claro es a quien
no votaré nunca. Pero hoy la política no me interesa, ha pasado de ser una
lucha, a ser una merienda de negros con pactos que ni entiendo ni quiero
entender. Yo soy escritor y lo mío es escribir.
Pocas imágenes de Terenci más descriptivas que ésta |
Su marcha tuvo gran repercusión. Era muy querido |
-
Pero estamos en época de elecciones y parece obligado preguntarte si vas a
votar, y por quien.
- Antes había votado por
los socialistas pero esta vez, en principio, no pienso votar, porque ninguno de
los partidos me ha solucionado mis problemas como ciudadano. Yo no voy a votar
a una gente que permiten que me acuchillen por la calle y que me está ahogando
a impuestos. Y que conste que yo estaría conforme en pagar impuestos si
tuviéramos las ventajas que tiene Suecia. Pero en un país en el que vivir
cuesta carísimo, si tengo una enfermedad y no pago me muero, donde ya me han
atracado dos veces, donde no tengo seguridad de volver a mi piso y que no esté
vacío... No, vamos, que yo no he nacido para que me tome el pelo ningún
gobernante. Vivo aquí, mi sitio está aquí, me aguanto y pago. Pero encima
darles mi respaldo, eso no.
Los artículos publicados desde 1965,
año de sus inicios con un trabajo sobre cine en «Film Ideal», son incontables.
Los libros de varios géneros, numerosos. Recordamos «El día que murió Marylin»
u «Onades sobre una roca deserta» (Olas sobre una roca desierta), entre los más
destacados. Cinco galardones en literatura catalana, repetidamente Premio de la
Crítica , y cerrando los honores el codiciado
Premio Planeta (quince millones de pesetas) con «No digas que fue un sueño».
Terenci Moix ha demostrado con éste
último trabajo su gran momento de madurez, en este caso logrando la difícil
simbiosis entre los géneros histórico y novelístico. El lector se adentrará con
interés en esta obra en la que a medida que avance la narración irá descubriendo guiños. Tronchantes como la relación nominal de la subasta,
maliciosos como la referencia a una conocida oriental muy dada a desmayos en
medio de clímax amorosos. Y si es históricamente curioso, podrá confirmar
hechos y personajes en cualquier enciclopedia, lo que puede alargarle la
lectura mucho más allá de sus cuatrocientas sesenta y seis páginas.
Pero por encima de matices, es una buena novela que no se le caerá de la mano
al lector, que adivinará cuántas noches de vino y rosas y amaneceres de soledad
son necesarios a un autor para lograr resolver situaciones procaces con ternura, jugando a
reconocer los protagonistas. Varios títulos mejor dados al olvido y una época
desorientada, han dado como fruto una novela que está destinada a ocupar un
lugar al lado de los Mika Waltari o Robert Graves, si el
lector prefiere esta línea.
Lejos queda la premiada «No digas que fue un sueño», novela salida de una
crisis y en parte fallida a pesar de su éxito de ventas, porque el notable
esfuerzo de documentación que se adivina y la correcta construcción, no
bastaron para tatuarle ese soplo de inspiración indispensable que
diferencia al artesano del artista, y que sí hallamos en títulos
anteriores. Muy al contrario, en la obra que nos ocupa el arco iris de los
sentidos logra estallar bajo la tempestad, al tiempo que un rayo de ingenio
rasga sus páginas de parte a parte.
Según sus palabras, -Todo en
literatura es provisional. Pero con esta novela, 1988 puede significar el punto de partida para la nueva andadura que todos
esperamos de Terenci Moix.
(*) Durante la entrevista se produjo una conversación paralela donde Terenci desmenuzó partes de la niñez que pensaba publicar en sus memorias, pero aunque tenía pensado editarlas desde hacía tiempo aún no habían salido a la luz, según dijo, porque si los quieres, hasta que no mueren tus padres no puedes publicar tu vida auténtica. Ignoro cuando sucedió eso, pero pocos años después salió EL CINE DE LOS SÁBADOS, primer tomo de su autobiografía EL PESO DE LA PAJA, una trilogía que resultó espléndida.
Vengo de 2016.
ResponderEliminarBuena entrevista. Con preguntas interesantes y, en algún caso, poco convencionales.
De Terenci Moix llegué a leer tres obras: No digas que fue un sueño, El sueño de Alejandría y Garras de astracán, con la que me reí mucho.
Te faltó decirnos cuántos "Ducados" se fumó durante la entrevista.
Un saludo.
Te sigo desde el futuro.
EliminarDe lo que he leído de él, no olvido la relación de nombres femeninos en una subasta de esclavas, creo que era, pero sí recuerdo que me entró un golpe de risa a carcajadas que en mi caso es muy raro.
Han pasado casi 30 años pero seguro que conté los Ducados.
Y eran muchos.