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AMFAv "DESPACHO" (JMS)



DIARIOS DESDE MI CELDA. CORONAVIRUS, 24º. EL MÉDICO DESHABITADO.



24º                               


                                     En paralelo al noticiario radiofónico del coche, David intentaba encajar todas las piezas que bailoteaban por su cabeza. Se dio cuenta de que apretaba más de lo normal el volante del coche mientras circulaba camino de su casa, tras volver del consultorio del doctor Andrés.


   ... La empresa mexicana de robótica, Roomie IT Services, ha desarrollado el prototipo de un robot humanoide destinado a identificar los casos sospechosos de Covid-19. La máquina abordará a los pacientes en la sala de un hospital haciéndoles preguntas, tomándoles la temperatura y revisando su oxigenación, entre otras prácticas. Una vez realizadas y valoradas, el robot decidirá el destino al que dirigir al paciente.

   ... En Estados Unidos e Inglaterra, un grupo de perros han sido adiestrados para identificar a enfermos portadores del coronavirus... 

   Seguía la información del presupuesto invertido en ambas investigaciones. Datos serios que sin embargo, tras lo que acababa de vivir sonaban insustanciales. De todos modos, para David en estos momentos su intención de desligarse de lo que ocupaba su mente era imposible. La intuición le avisaba de que el encuentro mantenido con el doctor Andrés iba a tener más repercusión de la que jamas hubiera imaginado en una visita médica. Nada conseguía anular su sensación de que al abrir la caja de Pandora había cargado su equipaje con el libro del desasosiego. 

   Redujo la velocidad. Los pensamientos se agolpaban.     




TIEMPOS SANITARIOS ¿DE PERROS Y ROBOTS?

Publicado en Gaudí y Más. 20 de junio de 2020


                                         Si un par de horas antes le hubieran preguntado por la presencia del doctor Andrés, el periodista David no hubiera dudado: -Metro ochenta y tantos, calzado con zapatos ingleses de brillante piel marrón, clara melena de surfista maduro entreverada de otoño, largas manos bronceadas y cuidadas, larga bata blanca planchada con la perfección de un mantel renacentista, cabeza romana de nariz apreciable. Rostro cuyo toque amable siempre lograba transmitir confianza al paciente, a pesar de su dedicación a una difícil especialidad quirúrgica.

   A esta definición debería añadir, pensó, el halo de autoconfianza de los doctores de saga, ese saber bien qué territorio se pisa y quién es quién en el estamento de la profesión. Teniendo a la vez la seguridad de que eso mismo es sabido por quienes le rodean, con el resultado de moverse cómodamente por territorios clínicos tan bien como por los varios clubs de élite que se frecuentan.

  
   

                                               Después de varios meses de retardo en la visita semestral, esperaba en la sala cuando se abrió la puerta del consultorio y una sombra se proyectó en la pared al fondo del pasillo, ya que el doctor Andrés acompañaba a los pacientes hasta la puerta pero nunca salía de su despacho. El perfil chinesco era la misma imagen que había visto tantas veces en el último año, desde que su diagnóstico llegó por fin, empezando el sendero que acabó en el quirófano. Fijándose bien, la figura del médico que parecía más baja y con una apreciable curvatura en la espalda, no era igual. Tan distinta era, que David pensó: -Debe ser un suplente. 

   No. Era el auténtico doctor que lo había operado. Sólo que nada más entrar, empezó a ver la profunda diferencia que se había producido en aquel hombre cuya luz se había vuelto opaca.


   Y eso que, con la excepción de que había perdido por el camino sus buenas dos tallas y  ahora tenía el pelo muy corto, blanco por completo, todo el envoltorio del médico era el mismo. Misma escenografía, estilismo y vestuario. Sólo que su voz había bajado varios tonos de lo habitual, con una ausencia absoluta de los amigables comentarios deportivos sobre motos y ejercicio, sobre alimentación y ánimo y viajes, dándole una extraña expresión corporal de lejanía. El no mirar de frente a su interlocutor ni sentarse erguido en la mesa, el verlo ahora con los hombros formando un torso cóncavo mientras ojeaba silencioso los informes que el paciente le había dado, hicieron que David se sintiera desorientado. Más aun cuando al auscultarlo en la camilla pasó por alto el examen de las cicatrices quirúrgicas en las que siempre ponía un celo extremo, obviando las habituales preguntas sobre su recuperación y síntomas. 


   No había duda de que siendo la misma persona, quien hoy lo escuchaba se había convertido en alguien muy distinto al que trató con frecuencia durante un par de años, hasta seis meses atrás. Era como si el equipaje humano que aportaba calidez a su trato hubiera desaparecido, transformándolo en otro hombre. Deshabitado.  


   ¿Qué había pasado? ¿Cómo se explicaba el giro de expresión corporal dado por una persona hasta entonces tan satisfecho con su vida? Sintió la necesidad de romper el silencio, diciéndole: 


   -Vaya tiempo que hemos pasado todos, doctor.   

   El aludido levantó la vista de la mesa y se quedó mirándolo muy fijo. En ese momento fue cuando el paciente reparó en el ribete rojo que rodeaba sus ojos, secos, empequeñecidos, subrayados por dos ojeras oscuras y varias manchitas oscuras en el pómulo izquierdo. El bronceado se había convertido en un halo ceniciento. Definitivamente, era otro: -Si, David, un tiempo a olvidar. 


   Lentamente se puso en pie y rodeando la mesa se sentó en la silla vacía que había junto al paciente. Lo miró.



                                       ...  -He vivido unos meses sin tener conciencia de mí, de mi persona. -empezó a decir el doctor, moviendo la cabeza asintiendo para sí mismo-. Con la sensación de que me había arrollado un tsunami o de ir a bordo del Titanic intentando achicar el agua con un trapo. Y lo digo así porque ahora que todo se ha ido serenando, me ha quedado la sensación de una tragedia líquida. Quizá por los sueros, la sangre, los líquidos de todo tipo que mojaban los suelos pegajosos que  se fregaban una y otra vez... 

  -... La inmensidad de la avalancha de enfermos que entraban sin cesar en mi unidad de urgencias y a los que durante días y días atendimos sin siquiera detenernos a correr una cortina, eso cuando teníamos suerte de tenerla donde se producía la emergencia. El primer mes y medio estuve haciendo turnos de 12 horas, que en muchas ocasiones después de un corto descanso en un apartamento de aquí al lado, al poco tiempo volvía a reengancharme el mismo día... Decidí no vivir con los míos mientras durase la locura. El llegar al apartamento, quitarme la ropa y dejarme resbalar hasta caer sentado bajo la ducha, no sé, una hora, o quizá media, era una visión que preferí ahorrársela a mis hijos...

 - ... Y la muerte continua de ancianos, sin descanso... Conseguías intubar a un enfermo y antes de acabar la operación ya se te había muerto. Todos llegaban in extremis. Nadie dábamos abasto, en ningún puesto. Ni limpiando, ni vistiendo, ni operando, ni anestesiando. ¡Plás, plás, plás, plás! -se golpeó el muslo dándose puñetazos, esforzándose por calmarse-:... Hoy hace una semana que he vuelto al consultorio. Estoy empezando a dormir algunas horas sin ayuda...

   Desde el pasillo, una conversación demasiado alta para el lugar dejaba en el aire la palabra "heroe", pronunciada varias veces por varias voces:

-    ... -¿Héroes? ¿Héroes, nosotros? -su rostro se contrajo mientras se apretaba el pecho con las dos manos-. Que no me hablen de héroes. De haber podido, el equipo al completo hubiéramos saltado en marcha. Sólo nos mantenía en pie las ganas de ayudar, de intentar por todos los medios rescatar al paciente del abismo al que lo veíamos asomarse. Y, ¿sabe una cosa, David? ¿sabe en qué pensaba a todas horas mientras cortaba y unía, cortaba y unía... En todos los pacientes que confiaban en mí, con los que tenía hora concertada desde hacía meses y había tenido que dejarlos colgados para incorporarme a la emergencia. A los que yo debía haber intervenido y de los que no sabía qué era de ellos, si los habrían puesto en manos de alguien para operarlos o en qué circunstancia se encontraban. En los que debía revisar, enviarlos a hacerse pruebas y darles pautas para la medicación...

    David lo escuchaba en silencio, asintiendo él también de forma mecánica. Era consciente de que había tocado algún resorte en aquel médico amigable pero distante, para que al encontrarse con él, un extraño ante el que seguramente jamás habría descorrido su propia intimidad, se lanzara a desvelar en cuatro frases una realidad oculta sólo al alcance del colectivo conocedor. Lo excepcional de la circunstancia, hizo que no llegara a pronunciar una palabra que pudiera cortar el reguero de confidencias que fluían sin pausa de labios del doctor.




                                      ... Pronto vimos que aquello nos sobrepasaba obligándonos a tomar decisiones tremendas, por lo difíciles. Como… -levantó la barbilla, musitando-,… como elegir de entre los que nos iban llegando amontonándose por los pasillos, a quienes podíamos darles una esperanza de vida, de otros a los que no podíamos ofrecérsela. Era el triaje,… era... un simple juego de azar, porque ni había medicamentos para curarlos, ni puestos con medicalización suficiente, ni respiradores… ni forma de poder hacer test masivos que nos dieran la certeza de que tomábamos la decisión correcta... Test que cada día nos anunciaban que ya estaban por llegar, pero que no sucedió así. Mientras, los infectados aumentaban a diario llenando cinco del total de plantas del hospital. Y los fallecimientos no cesaban... 

       ... Pero, ¿sabe? Yo no estudié, no me formé para dedicarme a los juegos de azar, sino para cuidar y sanar a los enfermos que confiaban en mí. Tampoco para ir apuntando en mi mente a todos los que sabía que iban a morir rápido y a los que sólo podía ir junto a ellos unos minutos y tomarles la mano, acariciándoles y diciéndoles cuatro palabras de consuelo que nunca antes había tenido ocasión de decirle a nadie... 

       ... Como olvidar... el día en que un compañero después de hacer una intubación tuvo que salir y el enfermo quedó aún inconsciente a pocos metros de donde yo estaba, con los brazos atados a las barandas de la camilla. Despertó, empezó a gritar para que le quitaran el respirador, decía que se ahogaba. Pero no podían quitárselo. Me fui adonde estaba con intención de tranquilizarlo, pero él seguía gritando. Le tomé la mano para que sintiera que no estaba solo y en segundos vi como sus ojos se serenaban y calló sus gritos, noté que su mano se aflojaba y no era por tranquilidad. Acababa de morir de manera fulminante. Quién podría saber qué le dije en aquella situación, en aquellas situaciones, tantas veces, tantos días. No sé …


       ... Por otra parte casi nunca tuve contacto con los familiares, casi nunca pude hablar con ellos. Quiero imaginar que quien lo hizo puso su mejor intención. Difícil asunto, muy difícil. Esa relación interrumpida entre padre e hijo en momentos así es una de las cosas que más me han impactado, me taladran. Yo tengo padres, tengo hijos, y no puedo ni pensar en una desesperación así, es inhumano. 

    ... Había momentos que me evadía, con la sensación de estar viviendo uno de esos juegos de consola, o una película de cataclismos apocalípticos. Un día un compañero, mientras unos cuantos comíamos un bocadillo en una escalera, comentó que le venía a la cabeza la película MASH. Y todos a la vez dijimos que lo que estábamos viviendo no podía compararse, porque en aquellas escenas a veces se filtraba la esperanza con que veían el futuro, un toque de humor, satisfacción por lo que hacían, buen rollo, cosas que nosotros en nuestras circunstancias... era imposible que sintiéramos... 




                                                El nuevo lenguaje creado para deslavazar la tragedia a nivel normal, repetido como loros por diversos portavoces: "Murió por una patología previa" "repriorizar sobre lo priorizado" "distancia social" "girar los setenta" "desescalar" "cuarentenizar" "desconfinar" "distancia social" "pico de la curva" "aplane de la curva" "categoría taxonómica", el doctor Andrés lo sentía como parte de una historia prefabricada que le desagradaba, porque: -Su fin me suena a querer deshumanizar la tragedia-, aseguraba. Añadiendo de pronto: -Espero que me disculpe, David. No debería aburrirle con mis neuras. No es mi forma de ser. Debería ser más discreto...

   Palabras que despertaron la intuición del paciente. Como periodista, David no podía dejar pasar una ocasión única de saber cómo había vivido en realidad la pandemia un sector tan importante y decisivo como los médicos, incontestables protagonistas de primera línea. Desde dentro, sin filtros, esquivando esa Ley del Silencio gremial que tanto ayuda a perpetuar todo tipo de corruptelas e injusticias. Por primera vez durante el monólogo, su oyente se atrevió a interrumpirlo formulándole una pregunta:
      
        -Con todo respeto, doctor. Me gustaría saber un par de cosas, ¿me permite?   

   - Dígame.

   - Quisiera saber que ha sido para usted lo peor de esta situación. Y también lo mejor, si considera que lo ha habido.

      El protagonista se irguió acomodando su espalda en la silla, realizando una serie de movimientos curiosos. Tras pasarse las manos por el cabello las juntó en actitud orante tapándose los labios, golpeándolos suavemente con el canto de los dedos. Respondió, mirándolo con su antiguo tono amable, húmedos los ojos:  
  
       - Lo peor, sin duda, el pánico de muchos pacientes que al llegar preguntaban aterrados ahogándose, con un hilo de voz: "Doctor, me ahogo, ¿tengo el virus? ¿me podré curar?". Y en la época dura, cuando visitando algunas residencias geriátricas comprobé cómo habían sido abandonadas por la Administración. Responsables derrotados, agotados de llamar y llamar sin que les proporcionaran atención médica, ni llegaran las ambulancias que debían llevarse los enfermos. Los que morían, quedaban allí días, sin medios para trasladarlos y sin que tampoco respondieran las funerarias. Nadie debería vivir algo así, ver las bolsas de plástico donde quedaban los cuerpos. Y las etiquetas de las identificaciones, que alguna se despegaba... Los féretros ocultados, alineados en espera de que les llegara el turno para la cremación...

         ... - A la vez, debo reconocer mi gran respeto por los cuidadores y sanitarios que dejaron de ir a sus casas para proteger a los residentes, proporcionándoles compañía y supervisión día y noche para que no les faltara atención, ya que no se permitía el acceso de los familiares. Un buen número de instalaciones lograron la gran victoria de que el virus no se colara en su recinto, que ninguno de los abuelos se contagiara. Y eso es algo que debe gritarse muy alto, porque lo que consiguieron con su sacrificio fue absolutamente heróico. Y sólo gracias a los desvelos de su Dirección y de todo su personal, que se empeñaron en salvarlos. Un triunfo...

        ... -Y con ellos, aunque sea triste, lo mejor... El sentimiento que siempre irá conmigo, de que muchos compañeros y algunos de sus familiares se quedaron por el camino, la lista de tantas pruebas de generosidad que vi en ellos, en el hospital y en las residencias, en tantos ámbitos, a pesar de las carencias de suministros y protección... Sin duda, el factor humano ha sido formidable en toda la cadena sanitaria y de servicios, lo que nos sostenía cuando en el día a día sentías la sensación de que el sistema sanitario se iba desmoronando, o quizá peor, que se había desentendido de nosotros. Por eso, la alegría cada vez que un enfermo conseguía vencer al virus y recuperarse, es lo más grande que recordaré en la vida. Eso y haber podido volver a casa sano y comprobar que mi mujer y mis hijos también lo estaban. Que comprendían mi trabajo y se sentían orgullosos de mí.
    
       - Mire -con voz tan cansada como sus gestos, el médico introdujo una mano bajo la bata, a la altura del corazón. Extrajo del bolsillo de la camisa unos cuantos recortes de prensa y se los entregó a David-. Pensaba guardarlos, pero, pensándolo mejor, creo que pueden ser más útiles en sus manos.  

     Llegados a este punto y con el doctor ralentizando sus palabras, David comprendió que por uno de esos mecanismos que impiden desmoronarse al individuo que ha llegado al límite de su resistencia, el doctor Andrés, igual que había abierto la espita del dolor, la cerraba con sutileza. La hora de las confidencias había terminado. Se imponía la información:


                            " Vivíamos engañados... No era la sanidad la que funcionaba, sino los médicos que siempre han tragado hasta reventar, sin respirar y sin gritar, embutiéndose horas y horas de trabajo ininterrumpido; con carencias brutales de sueño bajo las cuales los médicos atendemos a pacientes críticos; con contratos de un mes, o menos, con una inestabilidad laboral saltatoria de hospital en hospital..."

                                     ...Según la doctora Belda, fundadora del movimiento MUD, Médicos Unidos por sus Derechos, hasta ahora más de 38.000 médicos de toda España han decidido aunar fuerzas “para denunciar su situación y que la población no sólo conozca lo que está pasando en los hospitales estos días de lucha contra el coronavirus, sino también lo que nos espera los próximos meses y que va a ser muy grave. Si la Administración no actúa incrementando los recursos para sanidad, va a morir mucha más gente. 

                                  ... Señores del Ministerio, apuesten por las personas, contraten, refuercen el sistema nacional de salud ya, mejorando las condiciones de su personal ..."
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30 comentarios:

  1. Hola Ana: Un reflejo en el que verse muchos, incluso sin ser sanitarios...

    "Cuando todo esto pase, por favor, acuérdate que seguimos en el hospital, en las consultas, en el centro de salud, en las residencias, en las ambulancias. Sé paciente cuando tengamos que reconstruir y reorganizar la asistencia sanitaria. Acuérdate que en la mitad de la pandemia, nunca pedimos dinero ni descansos, sino medios para cuidarte. Acuérdate de unirte a nosotros cuando salgamos a pedir mejoras para la sanidad. Acuérdate de no volver a decirnos "porque yo te pago", porque ya has visto que nada paga el trabajo que se hace en la sanidad. Acuérdate que muchos se dejaron la vida en esta lucha. Acuérdate que la sanidad es sagrada y defiéndela con uñas y dientes. Cuando todo esto pase, acuérdate de cuidarte para estar sano y no enfermar... Y acuérdate que nos aplaudías porque fuimos nosotros los que estuvimos ahí. Acuérdate de nosotros, porque seremos los mismos los que volveremos a estar cuando haga falta..."

    Besos

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    1. Conozco la carta y espero que por fin se canalicen los presupuestos hacia donde siempre debieron estar: En manos de los funcionarios productivos e indispensables.
      Y que a la vez desaparezcan de nuestras vidas los asesores a dedo. Y los asesores de los asesores.
      Saludos y deseo que estés bien.

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  2. Querida amiga Ana, es todo un relato que no puede dejar indiferente a nadie. Estas situaciones se deben contar y denunciar con toda su crudeza. He llegado ha discutir con mucha gente sobre este tema y no entiendo francamente como pueden existir personas que digan y crean que las cosas se han hecho bien. He llegado a la conclusión que este país por desgracia su sociedad está enferma, pero bastante enferma. El agradecimiento a nuestros médicos y personal sanitario es inmenso y por ellos deberíamos luchar, proteger e intentar mejorar todo el sistema así como sus situaciones laborales. No es de recibo los salarios que muchos perciben. A los primeros que deberíamos bajar los sueldos pero considerablemente debería ser a esta casta política de mentirosos y sinvergüenzas de gobernantes que tenemos. No quiero seguir amiga Ana porque estos temas me encienden.
    Te deseo tengas un buen fin de semana.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Tengo la sensación de que por fin hay mucha gente corriente, de la que nunca quema ni destroza, esa que vive de lo que trabaja y no de la sopa boba, que ha dejado de escuchar a los gurús.
      A ver si tras la tormenta nos llega el sol y la alegría. Saludos. (pero sin perder de vista las precauciones)

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  3. Por desgracia, un tema de rabiosa actualidad. Una sociedad que no cuida sus servicios públicos (en este caso, el de salud) está destinada al fracaso como tal.
    Saludos.

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    1. Sanidad, Educación, Mantenimiento, Seguridad, Justicia, qué buen destino para los presupuestos. Saludos a ti, Cayetano.

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  4. Te leo y no puedo dejar de acordarme de las manifestaciones de hace unos años, en las que los propios médicos, auxiliares y personal sanitario, ya advertían del peligros de la privatización de la Sanidad y muchos, (demasiados), los llamaban "agitadores" y otros irreproducibles epítetos".
    Estos son los lodos.
    Un beso.

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    1. El ABC de la buena gestión pública debería estar en no desperdiciar ni un euro de los impuestos en cosas inútiles, centrarse en lo vital y no gastar más de lo que entra.
      Ni más ni menos, como se hace en la economía doméstica cuando está bien llevada. Juan L.

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  5. Una experiencia que nuestra generación no olvidará, espero que hayamos aprendido todos algo de esto, yo me quedo con el aspecto humano, solidario y sobre todo con esa gente que lo ha dado y da incluso su vida por salvarnos, esos auténticos héroes.
    Esta pandemia ha sacado lo mejor y peor de nosotros.
    Feliz Semana.
    Saludos.

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    1. A ver si esta vez, cuando nos pongamos a tono, se agarra de una vez el toro por los cuernos y logramos enseñarles algo de la economía casera de nuestr@s abuel@s a los administradores.
      Feliz para ti. Saludos.

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  6. Un escrito muy doloroso y terrible por su realidad, lo hemos vivido y llorado por tanta muerte que se pudo haber evitado. Lo peor de todo es que sabemos que esto no acaba aquí, va a durar mucho tiempo y va a seguir muriendo gente.Besicos y cuídate

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    1. La esperanza es lo último que se pierde, Charo.
      Vamos a confiar en que, esta vez, va a ser cierto que una vacuna y un medicamento nos van arrancar de este mal sueño.
      Mientras tanto, protejámonos. Un abrazo.

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  7. Pois é, Ana, em tempo de Coronavírus venho acompanhando o seu trabalho em série sobre o Covid-19. Desta vez, no 24º dia, a postagem tem este título: DIARIOS DESDE MI CELDA. CORONAVIRUS, 24º. EL MÉDICO DESHABITADO.
    Como os outros textos desta série, este merece a nossa atenção.
    O texto começa assim:

    " En paralelo al noticiario radiofónico del coche, David intentaba encajar todas las piezas que bailoteaban por su cabeza. Se dio cuenta de que apretaba más de lo normal el volante del coche mientras circulaba camino de su casa, tras volver del consultorio del doctor Andrés.

    ... La empresa mexicana de robótica, Roomie IT Services, ha desarrollado el prototipo de un robot humanoide destinado a identificar los casos sospechosos de Covid-19. La máquina abordará a los pacientes en la sala de un hospital haciéndoles preguntas, tomándoles la temperatura y revisando su oxigenación, entre otras prácticas. Una vez realizadas y valoradas, el robot decidirá el destino al que dirigir al paciente."

    Para os leitores que acessarem esta postagem recomendo uma ou duas leituras deste importante texto. (Também gostei das belas imagens.)

    Uma boa semana, com os cuidados com a saúde, minha amiga Ana.

    Beijo.
    Pedro

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    1. Gracias por la visita y tus palabras.
      Sé que también vosotros estáis pasando dificultades. Deseo que todo lo mal que lo hemos pasado aquí, os haya servido de información a los que habéis llegado después.
      Con mis mejores deseos, Pedro.

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  8. El problema es que la memoria es leve y en cuanto ha empezado el desconfinamiento la mayoría de la gente ha olvidado a los muertos, a los sanitarios que han arriesgado la vida por nosotros y a tantos otros profesionales que tiraron del país cuando éste estaba parado y enmudecido por la desgracia. No sé si aprenderemos de esta situación, pero la verdad es que soy bastante escéptica.
    Un beso

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    1. A principios de marzo y viendo lo de China, fuimos bastantes los que empezamos a ponernos mascarilla, con el consiguiente cachondeo de mucha gente.
      Hoy que ya han pasado tantas cosas, vemos el comportamiento que dices y te dan ganas de liarte a bofetadas por la inconsciencia con que algunos juegan con nuestra seguridad. A ver cómo acabamos.
      Besos.

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  9. Tiempos muy duros para los sanitarios, al tener que combatir una enfermedad nueva y de la que se desconoce casi todo. Se han desbordado los hospitales y los médicos, han sido los más expuestos.

    Besos

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    1. Si todos hemos conocido nuevos comportamientos, estoy segura de que los médicos habrán aprendido muchísimo de esta enfermedad y sobre todo, de exigir lo que necesitan para curarnos, protegerse ellos mismos y conseguirlo, sí o sí. Saludos.
      Saludos.

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  10. Ayyyy, Ana cómo tú dices. Asesores de asesores. Ayudantes de los Secretarios de los secretarios. Amiguetes y pegados de toda índole. Nepotismo...Cargos inútiles que son una autentica carga.
    Mas dietas, sueldos vitalicios, prebendas, escoltas...
    ¡Cuánto dinero habría sin esas rémoras!
    Del aspecto sanitario, ya tú y tus contertulios habéis dicho todo y bien.
    Un abrazo.

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  11. Por cierto, qué lindo ramillete de pequeñas bailarinas.

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    1. Qué ganas de perder de vista esta mala película.
      Hoy mismo he charlado con otro médico veterano que tenía otra historia como para escribirla. Cuanta gente noble...

      Las bebés bailarinas son un bálsamo contra la trizteza, querida Conchi.

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  12. Si leerlo duele Ana los que han pasado estos meses ayudando con todas sus fuerzas y viendo que se les iban sin remedio, es para traumatizarse toda la vida. Espero que poco a poco puedan ir olvidando si es que se puede tando dolor como han visto.
    Y puede que esto se hubiese podido remediar un poco si se hubieran tomado las medidas, porque sabían lo que venía, no que se lo tomaron a la ligera. Como se puede ser tan irresponsable cuando algunos ya nos habíamos provisto de mascarillas antes de ese fatídico 15 m y en todo este tiempo me la he quitado. Espero que algún día alguien pague por tantos miles de personas que se fueron.
    Cuídate.
    Un abrazo.

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    1. Estoy contigo. Nadie nos devolverá a los que partieron. Pero gracias a que tanta gente empezó por su cuenta con las precauciones sin hacer caso a los que aconsejaban tan mal, muchos hemos llegado hasta aquí.
      Desde luego un abrazo, que nos daremos cuando se pueda. Un beso.

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  13. Esto no se va olvidar jamás.
    Es como una película de ciencia ficción.
    Pero con una realidad muy triste y cruda.
    Tantas vidas y tanto sufrimiento!!.
    Espero que algún día se abra la puerta de la esperanza y este futuro incierto vaya mejorando.
    Un beso.

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    1. Por todo el mundo hay gente trabajando en lo que dices. Dios quiera que pronto nos den una alegría de verdad.
      Besos a ti, Amalia.

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  14. Esta crisis va a cambiar algo de nosotros Ana Mª, va a sacar nuestro lado bueno, por desgracia el malo también, pero se han puesto en evidencia los fallos en todo, esperemos que se muevan quienes proceda para tomar precauciones y estar en alerta con garantías para lo venidero, esto no se ha ido, se ha controlado pero sigue ahí.
    Saludos.

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    1. Es una realidad que debemos tener muy presente. Por ahora, ni se ha ido ni tenemos una vacuna y mucho menos un medicamento que lo cure. Sólo nos tenemos a nosotros mismos para prevenirlo y más vale que no lo olvidemos. Saludos a ti.

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  15. Me he sumergido en tu relato con el alma dolorida reviviendo el drama de los sucesos que nos han cambiado la vida cuando menos lo esperábamos. Orgullo de esos profesionales que se han llevado la peor parte teniendo que pelear en primera linea. Abogo, como bien dices al final, que los señores del Ministerio, apuesten por las personas, contraten, y refuercen el sistema nacional de salud mejorando las condiciones de su personal. Que todo este sufrimiento no se quede en agua de borrajas como se suele decir. Un abrazo querida, Ana.

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    1. Buen consejo, a ver si llega hasta donde deberían oírlo.
      Está claro que la única baza que tenemos si nos contagiamos, es que hayan suficientes lugares medicalizados para ayudarnos a resistir el ataque. Si tenemos la mala suerte de que por edad o por falta de medios no nos atienden...
      Abrazos.

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  16. Bien sabemos que la salud es lo primero; sin ella no hay vida plena. Por ello, en los países que hemos logrado cierto bienestar económico debemos cuidar lo relacionado con la salud. No soy dogmático a la hora de hablar de Sanidad pública o privada, pero tengo claro, que la Pública es indispensable mantenerla en un estado que cubra las expectativas del contribuyente, con independencia de su aportación a las arcas públicas. Con respecto a los sanitarios, creo que su profesión es una de las que tienen una componente vocacional más intensa, en general, y sin restar el mérito a esa vocacional actividad, tan de agradecer en momentos difíciles como los vividos, tampoco quiero olvidar a otros profesionales que en distintos momentos dedican sus esfuerzos al desarrollo de sus obligaciones profesionales en trabajos que, no sólo en tiempos extraordinarios, sino habitualmente, son de peligro, incluso de sus vidas, y al servicio de las personas o de sus bienes. Cada uno en la vida dedica su acción, su profesión, por obligación o por devoción o por ambas cosas simultáneamente y todos debemos realizar nuestros trabajos con la mayor honestidad posible.
    Un saludo.

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