20 de marzo de 2025
Era un día caluroso del verano de 1927, cuando los dos amigos catalanes de Federico García Lorca, Salvador Dalí y el filósofo Francesc Pujols, lo llevaron a conocer la Sagrada Familia. Hacía un año que el arquitecto constructor, Antonio Gaudí Cornet había fallecido y con su gesto quisieron rendir un homenaje al maestro.
El alma lírica de Federico García Lorca apreció de inmediato el matiz dual de aquel Portal derritiéndose al sol, mientras la decoración representaba carámbanos de hielo y nieve, y coronándolo, una orquesta de ángeles tocaba sus instrumentos a todo volumen.
Por eso, ante la pregunta que le hicieron más tarde de cuál ha había sido su impresión tras la visita, Federico confesaba: “…He sentido un griterío, un clamor de gritos sonoros que se van haciendo estridentes a medida que la Fachada se eleva cielo arriba, hasta mezclarse con las trompetas de los ángeles en una zambra gloriosa que no hubiera podido soportar más que unos momentos”.(1)
Y en efecto, no pudo acabar con normalidad la visita porque fascinado con las formas de aquella piedra nueva, recién tallada en forma de carámbanos, paseando con la cabeza echada hacia atrás durante largo rato para contemplar los altos del Portal y sus campanarios, al poeta empezó a nublársele la vista entre mareos y arcadas y a punto estuvo de caer al suelo.
El fastuoso Portal central de la Sagrada Familia con su orquesta.
ENCUENTRO EN LA PRIMERA FASE