Solemos ser espectadores de la naturaleza, pero, ¿Que tal si probamos a convertirnos en arquitectos de lo que vemos, a ser partícipes del resultado final del paisaje? En España, aunque sin modificarlo de manera permanente la Tierra lo hace cada Navidad, engalana sus bosques justo para esos días y después desmonta el decorado para crear nuevos escenarios en la primavera.
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El alegre fruto del acebo pasa del verde al blanco y al rosado para llegar al
rojo en Navidades y darle color a nuestras fiestas. Un auténtico Land Art natural |
EN NAVIDAD, EL ARTE DE LA TIERRA
Publicado en Gaudí y Más. 27 de diciembre de 2011
Esa interacción entre el hombre y lo que nos muestra la Naturaleza tuvo su inicio popular a mediados de la década 1960-1970 con la llegada del Arte de la Tierra o Land Art. Proyectos efímeros que nos dejaron a través de la fotografía una imagen eterna, salida de manos de los participantes que a partir de un instante creativo hicieron su composición, la inmortalizaron y así la dejaron para proporcionarnos una emoción estética. Con ramas, tierra, arena, agua, rocas, entre otros materiales en estado puro, se crea esta modalidad del arte contemporáneo.
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Con tela anaranjada, Christo formó esta increíble aurora boreal en Riffle, junto
al río Colorado. Sólo aguantó 28 horas antes de ser arrasada por el viento |
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El baile de relámpagos creado por Walter de María en el oeste de Nuevo México.
Lightning Field. 1977 |
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En el bosque de Oma, en Kortezubi, Vizcaya, Agustín Ibarrola fue pintando sus
pinos a lo largo de 20 años. Es el Bosque Pintado (www.apite.eu) |
También se encuadran dentro de esa opción instalaciones de nombres consagrados, aunque éstos protagonicen otro apartado, ya que sus obras suelen nacer con una vocación de mayor pervivencia. Christo colgando su propia aurora boreal entre las montañas de Valle Courtain, en Colorado. Walter de María creando su Campo de Centellas al clavar 400 varillas de acero en el suelo de un desierto para atraer otras tantas descargas eléctricas durante las tormentas, Agustín Ibarrola pintando los árboles del bosque de Oma, todos ellos modifican el paisaje. Lo mismo que hacen diariamente millares de artistas anónimos.
El argentino Nicolás Uriburu adopta otra propuesta, delicada por su nula agresión al ambiente, salvaje por el impacto visual que provoca. Coloreando de un verde eléctrico y fluorescente los principales ríos, canales y estanques del mundo civilizado, denuncia el dolor de la contaminación en parajes y vías líquidas tercermundistas, tan indefensos. Lo hace con la autoridad y el descaro de quien puede permitírselo por haber invertido las ganancias obtenidas con sus cuadros y fotos, en reforestar terrenos arrasados por el progreso abriendo perspectivas nunca exploradas: ...La obra de arte –ha escrito– ha dejado de tener forma autónoma y adopta la forma de la Naturaleza: fluída, dinámica. Cambia de lugar, de forma, de dimensión y se disipa según la meteorología, las mareas, las corrientes...
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Nicolás Uriburu vertiendo en el Gran Canal de Venecia el colorante verde con el
que denuncia la contaminación. Sus intervenciones abarcan las aguas de un buen
número de países. 1968 (www.nicolasuriburu.com.ar) |
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Junto a Greenpace Argentina, Uriburu denuncia la contaminación del río Matanza-
Riachuelo tiñendo de verde parte de su curso. 2010 |
A Magda Sayeg, la tejedora prodigiosa, bombardera del hilo, podría considerársela una versión country de Christo y también una artista que conduce el graffiti por nuevos caminos. Su trabajo ha evolucionado desde forrar de croché la pistola y el machete de una estatua, hasta asumir el reto de los grandes formatos, atreviéndose a vestir de punto un autobés en Ciudad de México e incluso, a mostrar su primera exposición individual en Roma en el Palazzo della Espozicione, en 2010. Forrar de hilo o lana tejidos un Mini Cooper o un Smart Car, la ha catapultado a participar en diversas muestras norteamericanas, en la Trienal del Diseño en el Museo de Milán, en París o la Galería Nacional de Australia, entre otros. Inquieta máquina de ideas, no para de innovar asociándose a nuevas tecnologías y experimentaciones que le permiten iluminar sus obras dotándolas de sonido y movimiento.
Logrando elevar una pasión manual hasta el concepto de arte, adapta sus originales graffitis tridimensionales a cualquier elemento que llame su atención. Su primer reto fue forrar de punto el tirador de la puerta de su tienda de ropa en Austin, después la señal de stop que había enfrente, los árboles, el parquímetro: Estaba harta de la masificación del diseño sin alma, tanto acero y cristal, así que decidí humanizar mi entorno. Sin preveer que la simple intromisión de colocar entre los materiales urbanos sus lanas teñidas y tejidas, sin proponérselo ya creaba una nueva estética, diferente a lo conocido.
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Cuatro ejemplos de la creatividad de la "guerrilla Knitta" |
Su "guerrilla del tejido" se ha extendido por cuatro continentes, desde Estados Unidos a China, pasando por Australia y Europa, lugares donde, arrancándonos una sonrisa, pueden aparecer con una funda multicolor de punto desde la pistola y el machete de un soldado a los remates de los alfiles durante una partida de ajedrez. A Magda se van uniendo otros nombres, y el más más común por el que se conoce esta actividad es Knitta, una derivación un tanto graffitera del infinitivo To Knit, tricotar.
De Andy Goldsworthy, ya conocido nuestro por la anterior entrada sobre Ice Art, podría escribirse que trabaja la levedad, con una visión tan rápida que, sin que exista ninguna unión entre ellos, capta en un parpadeo el objeto a la vez que su mente le adapta un entorno. Así uniéndolo, logra con una mínima acción convertir lo que no es más que una idea en un paisaje completo.
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Con hojas de diversos tonos, la boca de un volcán en pleno bosque (Goldsworthy) |
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Las cañas de bambú más finas para esta presa permeable (Goldsworthy) |
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En la fría costa, Andy Goldsworthy coloca la última piedra de su piña/avispero. |
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Remojar hojas y pétalos de flores hasta darle textura de piel a una piedra. (A.G.) |
La sutil transformación que logra Goldsworthy cosiendo con espinas unas hojas o situando en medio del arroyo unos frágiles bambús que manipula con sus manos (o dientes, o saliva), aporta con esa mínima intervención un halo personal que no deja indiferente al espectador. Saber captar la poesía de lo diminuto también es arte.
Ana Mª Ferrin ©
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