CORRESPONDENCIA
COMENTARIO DE QUIQUE
a la entrada del 24 de Junio de 2011, títulada:
SUBIRACHS: “LOS DE LEÓN FUERON BUENOS TIEMPOS”
Refiriéndose al escultor Josep Mª Subirachs y al fraile Francisco Coello, arquitecto, cuando ambos trabajaban en el Santuario de La Virgen del Camino en los años 1959-1961, Quique escribía lo siguiente el pasado 11 de Enero:
...Los recuerdo, jóvenes aún, en aquellos años en que yo estudiaba en La Virgen del Camino. Aquellos ojos saltones o quizás vivarachos de Subirachs y aquella cara esculpida de Coello. Hace dos años estuve en Barcelona viendo La Sagrada Familia, cuando vi la portada de atrás, contraria a la fachada principal, intuí en el Cristo el de la puerta de la Basílica del Camino. Toda la portada me parecía haberla visto en los ojos vivarachos de aquel chico que había visto con el hermano Coello en la Virgen del Camino. Quique
Vitral en La Virgen del Camino con la firma del vitralista G. Loire. 2011 (A.Mª.F.) |
MEMORIA DE UN TESTIGO
Saludos, Quique.
No lo dudes, las puertas de la Sagrada Familia son deudoras de las de La Virgen del Camino. No es sólo la apreciación personal de cualquier interesado que conozca las dos obras de Josep Mª Subirachs, es que ésa fue también la respuesta del autor cuando se lo pregunté.
No lo dudes, las puertas de la Sagrada Familia son deudoras de las de La Virgen del Camino. No es sólo la apreciación personal de cualquier interesado que conozca las dos obras de Josep Mª Subirachs, es que ésa fue también la respuesta del autor cuando se lo pregunté.
Siempre me alegra saber de alguno de los antiguos alumnos, a los que llegué buscando testimonios a través del P. Eliseo Rodríguez y de los responsables de vuestra página. Gracias a ellos contacté con Mariano Estrada que tan bien supo condensar en su poema La Huella de los bronces las sensaciones de aquellos chicos viviendo la particular atmósfera que propiciaba su situación.
Esto sucedía entre 2007 y 2008, cuando ya me encontraba al final de mi libro sobre Subirachs después de veinte años de tratarlo, de mis encuentros en Madrid con el P. Francisco Coello y de entrevistar por teléfono entre otros a nombres como J. F. Arenas y los Padres Jaime R. Lebrato, P. Morán y D. Iturgáiz. Por la intensidad de vuestros recuerdos intuyo lo mucho que aquellos años debieron significar para vosotros.
Esto sucedía entre 2007 y 2008, cuando ya me encontraba al final de mi libro sobre Subirachs después de veinte años de tratarlo, de mis encuentros en Madrid con el P. Francisco Coello y de entrevistar por teléfono entre otros a nombres como J. F. Arenas y los Padres Jaime R. Lebrato, P. Morán y D. Iturgáiz. Por la intensidad de vuestros recuerdos intuyo lo mucho que aquellos años debieron significar para vosotros.
Vista antigua del Santuario desde el Colegio de La Virgen del Camino. Bajo la carretera transcurre el túnel por el que se accede al Santuario. (SVC) |
Subterráneo de acceso entre el colegio y el Santuario. 2011 (A.Mª.F.) |
Y es que resulta curioso el poder de evocación, de aclaración de interrogantes, que puede conseguir la visión de un lugar que no conocías y del que te habían hablado. Cuando estuve hace poco en el convento con los frailes del Santuario visité las vitrinas donde aún se guardan los elementos de Ciencias Naturales, los animales y la artesanía enviada desde las Misiones.
Después, al caminar por el larguísimo subterráneo que discurre bajo la carretera por donde los estudiantes accedíais al templo desde el Colegio, y subir los cuatro escalones que te sitúan de un salto frente al mayestático retablo (*) me vinisteis de golpe a la memoria. Porque al salir del túnel y entrar directamente en lo alto del coro frente a una visión tan espectacular, entendí muchas de las cosas que me habíais contado. Testimonios muy sentidos, de los que unos guardaban soledad y tristeza y otros el recuerdo de tiempos muy felices, mucho, como no han vuelto a vivirlos.
Ante aquella imagen gloriosa reforzada por el olor de las velas, la ceremonia, el rumor de los rezos, pude veros porque vuestras pisadas aún podían oírse. Vi al gran grupo de niños y adolescentes internos rodeados de libros, viviendo las veinticuatro horas entre los compañeros y los profesores lejos de la familia, envueltos por la música del órgano, con la cruz de cristal transparente calentando sus espaldas a través de la gran vidriera. Allí donde en dos pequeños fragmentos, verde y azul, descubrí las firmas del vitralista Gabriel Loire y del pintor Albert Ráfols Casamada.
El órgano del Santuario situado a la izquierda de los alumnos.2011 (A.Mª.F.) |
A su espalda, el gran vitral de Gabriel Loire y Ráfols Casamada.2011 (A.Mª.F.) |
En una esquina de la vidriera las firmas de los dos artistas. 2011 (A.Mª.F.) |
Quique, seguramente no sabes que a la vez que vosotros, un vecino de La Virgen del Camino de vuestra edad que no estudiaba en el centro y solía acudir con sus padres a la misa del Santuario, me contaba que cuando el órgano empezaba sus acordes y los alumnos unían sus voces en el coro a él le entraba una congoja que lo hacía llorar. La singularidad con que vive cada uno su realidad es una de las riquezas del ser humano. Él vecino sentía envidia de aquellos chicos que él veía como un batallón de privilegiados por observar la iglesia desde las alturas, entre la música y la luz. Mientras, aquellos privilegiados vivían su propia situación de manera diversa, algunos deseando estar en la piel de los asistentes que habían venido por libre en compañía de sus padres.
En cuanto a lo que cuentas sobre cómo recuerdas los ojos de Subirachs resulta curioso, porque de saltones nada, aunque seguro que sí miraban muy fijos. Por entonces andaba por los 32 o 33 años y vivarachos seguro que lo eran, cuando yo lo conocí él ya tenía 60 años y así lo recuerdo. Y en 2008 aún luchando contra su dolencia y pasando de los 80, cuando se encontraron él y el padre Coello después de casi cincuenta años sin verse, los mirabas a los dos y los ojos azules de ambos seguían chispeando aunque ya cada uno de ellos llevaba a cuestas lo suyo.
En cuanto a lo que cuentas sobre cómo recuerdas los ojos de Subirachs resulta curioso, porque de saltones nada, aunque seguro que sí miraban muy fijos. Por entonces andaba por los 32 o 33 años y vivarachos seguro que lo eran, cuando yo lo conocí él ya tenía 60 años y así lo recuerdo. Y en 2008 aún luchando contra su dolencia y pasando de los 80, cuando se encontraron él y el padre Coello después de casi cincuenta años sin verse, los mirabas a los dos y los ojos azules de ambos seguían chispeando aunque ya cada uno de ellos llevaba a cuestas lo suyo.
La Virgen del Camino. Patrona de la ciudad de León |
Gracias por visitar el blog y por tu comentario. Opino que a veces es bueno dejarse llevar por los recuerdos, así que no dudes en comunicarte cuando gustes.
Ana Mª Ferrin
(*) El P. Francisco Coello recuerda que cuando vio por primera vez la espectacularidad del retablo, pensó con humildad: -No es que me hayan encargado construir un Santuario en el que dentro irá un retablo, es que me han encargado un Santuario para que guarde en su interior este retablo.
El retablo fue realizado en 1730 por los leoneses Pedro y Alonso de Valladolid y restaurado por primera vez después de tres siglos, en 2009. Antes, las únicas intervenciones que se conocen fueron dos veces en que se le quitó el polvo, en 1995 y en 2003. Según la leyenda, la imagen de la Virgen del Camino que preside el retablo del Santuario y que le da nombre, se le apareció el 2 de julio de 1505 a Alvar Simón Fernández, pastor de Velilla de la Reina, cuando recogía su ganado. Posteriormente y siguiendo las indicaciones del pastor, un escultor anónimo esculpió la pieza entre 1505 y 1512.
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