INVITADO
Relato
Original de
Álvaro Martínez
C'est si bon, pararararará...
LOUIS Armstrong parece una
buena banda sonora para un crimen.
APRENDIZ DE NADA
Publicado en Gaudí y Más. 2014
Pudiendo elegir, yo prefiero el sonido poco nítido de un disco y ya apurando que sea de aquellos LP antiguos que nuestros padres guardaban y que nunca nos habían interesado, hasta que un día buscando cualquier otro te dabas cuenta de que aquel disco con la carátula gastada pesaba el doble que uno normal y decidías escucharlo.
Entonces, de repente, era
cuando descubrías que aquella canción de crema hidratante que tarareabas
durante todo el día tenía nombre y apellidos y que no decía «Sexy Boom», sino
«C'est si bon». Pero bueno, vamos a lo que interesa y a lo que pienso dedicar
todo mi tiempo. Su nombre es Borja Mari y es el mayor cabrón que he conocido, siempre gorreándome monedas para la máquina del café, aprovechándose de que es mi Jefe de Sección en la oficina. Y encima llamarse Borja Mari, pero, vamos a ver ¿cómo puede llamarse un tío Borja Mari? Por lo
tanto, oye, he decidido poner fin a su existencia.
Mira. Ahora llega, ya verás como lo primero que me dice, antes del saludo, es: -Hombre, Álvaro, qué casualidad. ¿No tendrás veinte céntimos?.
-Hombre, Álvaro, qué casualidad. ¿No tendrás diez céntimos?
¿Ves? Por poco. Lo más gracioso del tema es que tomar la decisión ha sido de lo más sencillo, nada de un debate moral interno ni de pensar en las consecuencia. Lo único que me hizo falta fue tener un mal día. Bueno, un mal día veintiséis de Noviembre sin un duro en la cuenta y con la nevera despidiendo esa luz cegadora a la que ningún objeto sólido impide brillar.
Mira. Ahora llega, ya verás como lo primero que me dice, antes del saludo, es: -Hombre, Álvaro, qué casualidad. ¿No tendrás veinte céntimos?.
-Hombre, Álvaro, qué casualidad. ¿No tendrás diez céntimos?
¿Ves? Por poco. Lo más gracioso del tema es que tomar la decisión ha sido de lo más sencillo, nada de un debate moral interno ni de pensar en las consecuencia. Lo único que me hizo falta fue tener un mal día. Bueno, un mal día veintiséis de Noviembre sin un duro en la cuenta y con la nevera despidiendo esa luz cegadora a la que ningún objeto sólido impide brillar.
Sí.
Escogería un día lluvioso. O quizá una espesa niebla, ¿qué sería mejor?.
Aunque ésta última tendría más dificultad en encontrarla en Barcelona y a las ocho y media de la tarde. No es un capricho. Es que verás, esa es la hora que me viene bien asesinarlo, cuando salgo de trabajar. Más tarde tampoco, porque no veo a Patti, mi mujer, en todo el día y me apetece estar con ella el tiempo que pueda y no voy a renunciar a un placer así por el imbécil ése. Pero entonces...
Aunque ésta última tendría más dificultad en encontrarla en Barcelona y a las ocho y media de la tarde. No es un capricho. Es que verás, esa es la hora que me viene bien asesinarlo, cuando salgo de trabajar. Más tarde tampoco, porque no veo a Patti, mi mujer, en todo el día y me apetece estar con ella el tiempo que pueda y no voy a renunciar a un placer así por el imbécil ése. Pero entonces...
¡Dios! Ya se empieza a
complicar el asunto.
También podría salir un
momento del trabajo y darle el pasaporte, pero no quiero prisas. Son malas
consejeras, dicen...
A ver.
Hemos quedado en que un
día gris daría el ambiente preciso y además debería coincidir con una época en
la que haya poco trabajo. Aunque entonces me aparece otra duda.
¿Y la siesta?
Porque las pocas tardes en
que llego a casa a las tres y media me aplasto en el sofá y si llueve sólo me
despierto para ver con qué intensidad golpean las gotas en el cristal, lo que
me hace reflexionar sobre lo afortunado que soy. Y ése es un ejercicio de
autoestima del que no me pienso privar y mucho menos por semejante capullo.
¿Y en domingo?
Porque si hay un día gris
por definición ese no es otro que el último de la semana y aún más por la
tarde. Pero el problema será sacarlo de su casa antes que empiece el fútbol en
el Plus, porque hay que reconocer que las retransmisiones del canal de pago son
espectaculares.
¡Jo-der!
Me acabo de dar cuenta de que si quiero convertirme en un asesino sanguinario tengo que aprender a centrarme. No es cosa de ahora, me pasa desde que estudiaba. No he acabado un tema que ya estoy pensando en otro. Por ejemplo. Ahora mismo, al tiempo que elaboro este plan siniestro estoy preguntándome si hago de cenar una cosa rápida o me entretengo en cocinar algo especial. Porque, eso sí, uno tendrá una mente criminal, pero es muy gourmet.
¡Jo-der!
Me acabo de dar cuenta de que si quiero convertirme en un asesino sanguinario tengo que aprender a centrarme. No es cosa de ahora, me pasa desde que estudiaba. No he acabado un tema que ya estoy pensando en otro. Por ejemplo. Ahora mismo, al tiempo que elaboro este plan siniestro estoy preguntándome si hago de cenar una cosa rápida o me entretengo en cocinar algo especial. Porque, eso sí, uno tendrá una mente criminal, pero es muy gourmet.
Prepararé
pimientos del piquillo rellenos de bacalao al chile verde.
Hombre, se me ocurre una
idea. Tomados en exceso, ¿Pueden llegar a matar?
Al contrario de lo que pueda parecer no es una pregunta que lanzo al aire para que se conteste sola, es simplemente la conclusión a la que se llega después de comer un bocata de lomo, exagerao, acompañado de ese letal alimento. Lo que me lleva a plantearme con qué artefacto deberé conducirlo hasta su último día.
Algo pequeño. Un arma silenciosa y barata, sobre todo barata. Porque en ésta época en que nos encontramos inmersos no hay día en que uno salga a pasear en que no compre cualquier pijada, que sumada a múltiples pijadas más, son las culpables de que acabes imaginando que en algún lugar, alguien de tu entorno tiene un duplicado de tu tarjeta y se está cebando con tu cuenta corriente. O pijada o algo más vulgar, según la quincena del mes en la que te encuentres.
Al contrario de lo que pueda parecer no es una pregunta que lanzo al aire para que se conteste sola, es simplemente la conclusión a la que se llega después de comer un bocata de lomo, exagerao, acompañado de ese letal alimento. Lo que me lleva a plantearme con qué artefacto deberé conducirlo hasta su último día.
Algo pequeño. Un arma silenciosa y barata, sobre todo barata. Porque en ésta época en que nos encontramos inmersos no hay día en que uno salga a pasear en que no compre cualquier pijada, que sumada a múltiples pijadas más, son las culpables de que acabes imaginando que en algún lugar, alguien de tu entorno tiene un duplicado de tu tarjeta y se está cebando con tu cuenta corriente. O pijada o algo más vulgar, según la quincena del mes en la que te encuentres.
Hablando de gastos. ¿He de
comprarme algo de ropa para tan terrible evento? Porque en la sociedad que
vivimos cualquier ocasión es buena para adquirir alguna cosilla que poder lucir
y a poder ser de buena marca. A ver, es lo que yo me digo: ¿Es que pretendes
cometer la más vil acción de tu existencia sin darle un toque de distinción a
tu imagen? Traje cruzado con sombrero, o tejano y botas country. Tal vez
pantalones de pinzas con camisa a juego. ¿polo de tres botones y mocasines?
O... o yo qué sé, tú.
Como siga con esta
indecisión me veo en pelotas pegándole una pedrada en el lavabo de la oficina cualquier
lunes caluroso y ya está... ¡Anda ya con el plasta del tío ése, que pesao se me
está haciendo! Parece mentira que a alguien como yo, que hago de la moderación
y la tolerancia mi bandera, le salga el barrio con tanta facilidad. La bestia
duerme y tiene un mal despertar...
Por cierto. Hoy,
precisamente hoy, el memo del Borja Mari me ha invitado a un café.
Parece que se huela el
peligro, el muy rastrero. Cuatro años de chupón y justamente hoy se tiene que marcar el detalle.
¿Qué se supone que tendría que haber hecho yo? Pues lo que he hecho, tomarme el café.
Pero, ¿Y ahora, qué? No puedo ser tan ruin de aceptar su invitación y
cargármelo acto seguido. Aunque bien mirado, le saldría demasiado barato. La
vida (incluso la de un roña como él) tiene que tener más valor que un simple
café de máquina. Si al menos lo hubiera acompañado de un cruasan, o, ¿por qué
no? , con un cigarrito, pues uno apaga el ordenador, borra del fichero el
desarrollo del plan abyecto y a otra cosa. Pero si se imagina que con una porquería
de café frío con sabor a plástico, va a ablandarme el corazón, lo tiene más que
crudo. ¡Será rata!
Tengo que evitar cualquier
contacto con él.
Me conozco y sé que si coincidimos otro día en la máquina del café pueden pasar dos cosas. O que le dé un ataque de altruismo y me invite a una segunda taza -cosa poco probable-, o bien que me recuerde el gesto que un día tuvo con mi persona y tenga que pagarle yo el laxante. En el primer caso -poco probable, insisto-, yo valoraría en exceso el detalle. Y en el segundo, un repentino subidón de rabia acrecentado por el atentado que sufre mi estómago al ingerir esa solución acuosa que te agujerea, podría hacerme cometer una locura allí mismo ante la mirada de multitud de testigos, estropeando mi laboriosa tarea de premeditación.
Me conozco y sé que si coincidimos otro día en la máquina del café pueden pasar dos cosas. O que le dé un ataque de altruismo y me invite a una segunda taza -cosa poco probable-, o bien que me recuerde el gesto que un día tuvo con mi persona y tenga que pagarle yo el laxante. En el primer caso -poco probable, insisto-, yo valoraría en exceso el detalle. Y en el segundo, un repentino subidón de rabia acrecentado por el atentado que sufre mi estómago al ingerir esa solución acuosa que te agujerea, podría hacerme cometer una locura allí mismo ante la mirada de multitud de testigos, estropeando mi laboriosa tarea de premeditación.
Bien pensado, que manera más tonta de
complicarme la vida, ¿no? Después de todo este tiempo de contacto con el sujeto
en cuestión, cuando investigo sus hábitos y costumbres para una perfecta puesta
en escena del crimen, me hace dudar, me doy cuenta de que tampoco es tan mal tío y que incluso
tenemos aficiones comunes, los dos somos del Atleti, ¿curioso verdad?
Eso sin contar que al releer
mis apuntes no tengo más remedio que reconocer que como criminal soy
rematadamente nulo. No tengo ni día, ni hora, ni lugar, casi ni motivo, ni nada de nada en
claro. Eso explica que haya dos
tipos bien diferenciados de asesinos: los impulsivos y los calculadores. Y que
yo debo pertenecer a un tercer apartado -¿el paliza?- aún sin catalogar.
Mientras esto sucede -y tardará,
no voy a ser yo mismo quien me catalogue-, voy a disfrutar mi té con leche
sentado en el mullido sofá, con los pies calentitos por el efecto pluma del
edredón preguntándome cuándo dejará de
llover. Mientras él, inconsciente ser humano, seguirá ingiriendo una taza tras
otra, de aquel mal llamado café.
Mira por dónde, no había
caído.
Será...
...Será que...
...¿Que el mejunje ése va a resultar mi mejor aliado?...
(Hombre, Borja Mari, tómate otro. Invito yo)
Será...
...Será que...
...¿Que el mejunje ése va a resultar mi mejor aliado?...
(Hombre, Borja Mari, tómate otro. Invito yo)
C'est si bon, pararararará...
Álvaro
MARTÍNEZ
Excelente relato, Ana María. Mis felicitaciones para Álvaro. Es ágil, rápido en el planteamiento inicial mediante frases cortas muy concretas, estilo utilizado por grandes escritores que denotan con su parquedad explicativa un mundo por descubrir. En este monólogo intrapersonal, que jamás será repetido a nadie, preguntas y respuestas conforman el mundo de ficción que se plantea Álvaro es tan real como comprensible. Posee toda la potencia de quien desea con fuerza saltarse unas normas que deberían tenerse en cuenta antes de potenciar lugares preeminentes de determinadas personas. Pero solo queda en esto. Ákvaro jamás se encontrará en la categoría de los necios. Reitero mis felicitaciones, Álvaro.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, querida amiga Anamaría.
Querido Antonio, no sé si leíste el anterior que le publiqué *. Un tema difícil que supo sacar a flote con un humor elegante que me dejó sorprendida, teniendo en cuenta que era un novel/novel que se mostraba por primera vez .
EliminarGracias por tus palabras y espero que si hay otra ocasión sea él quien os conteste.
http://amf2010blog.blogspot.com.es/2014/01/un-22-de-diciembre-uf-uf-uf.html
Buena iniciativa la de acoger entre tus páginas el relato de un amigo. Por cierto que el francés que aprendí en la escuela era harto deficiente. Yo también era de los que confundían "c'est si bon" con otras expresiones aparentemente homófonas.
ResponderEliminarUn saludo.
Me hablas de algo que sé muy bien, yo era buena con la asignatura pero tardé veinte años en poder practicarlo con intensidad. Gracias a unos amigos de Dunquerke me reciclé y hoy me defiendo bien. La generación de nuestros hijos es otro mundo.
EliminarHace un tiempo que algunos de mis seguidores reclaman de mí una incursiçon literaria (de mí o de uno de mi larga lista de colaboradores). Llegué a planteármelo durante el verano y al final lo descarté por falta de atrevimiento, por no alterar la temática del blog. ¿Lo haré algún día? Es muy posible.
ResponderEliminarUn beso
Mira, eso es algo que no me planteo. La prioridad es Gaudí y su mundo, pero mi blog no tiene línea alguna y todo lo que considero arte, cultura o curiosidad me vale.
EliminarCompartir algo que me gusta es un placer y agradezco poder hacerlo.
Un beso camino del otoño.
Rayas, el traje tiene que ser de rayas. Cruzado, pero de rayas, Alvaro. Borja Mari quedará paralizado e indefenso. Si se atreve.
ResponderEliminarEstupendo relato sobre su tocayo, quiero pensar...
Saludos.
Muy buena la puntualización. Ingeniosa
EliminarSiento que Álvaro no se haya decidido a responder, aunque le han gustado mucho los comentarios. Pero comprendo que con hijos pequeños y él y su mujer con horarios intensivos, le sea difícil encontrar un hueco.
A ver si hay otro relato y lo pillamos con más tiempo.
De su parte y la mía, gracias.