Hayas, tilos, nogales, avellanos, tupiendo la
bóveda imaginaria del bosque, junto al río. Romero, lavanda, sopaenvino, hinojo,
enmoquetando el suelo. Destacándose entre las ramas, el ruido se materializa en
un espectáculo insólito. Un enorme jabalí al que siguen la hembra y dos jabatos
rayados aparecen de golpe hasta colocarse a tres metros de un pescador. Lo
atropellado de la operación contrasta con los movimientos lentos, medidos, del
acercamiento.
Publicado en Gaudí y Más. 6 de Diciembre de 2014-12-06
Llegados al claro de ocio, dos coches todoterreno paran y aparcan. De ellos bajan dos parejas al filo de la jubilación. Uno de los hombres se acerca a la fuente y se detiene con la vista fija en el caño que gotea sin grifo. Deben haberlo arrancado, atascando su caudal con tierra y hojas.
Empieza una especie de danza
entre el animal y el hombre.
Al paso avanzado del jabalí,
mirándolo fijamente con los curvos colmillos levantados, corresponde el
retroceso del humano, repitiendo ambos la acción varias veces hasta que el
primero, llevando en todo momento la iniciativa, da media vuelta seguido de su
familia y vuelve a internarse en la espesura, quizá asustado por el sonido de los
vehículos que no tardan en hacer su aparición en este remanso riojano de
Viniegra.
En Pedrosa de Tobalina, el agua. (lifeisfun22.blogspot.com.es/) |
Publicado en Gaudí y Más. 6 de Diciembre de 2014-12-06
Llegados al claro de ocio, dos coches todoterreno paran y aparcan. De ellos bajan dos parejas al filo de la jubilación. Uno de los hombres se acerca a la fuente y se detiene con la vista fija en el caño que gotea sin grifo. Deben haberlo arrancado, atascando su caudal con tierra y hojas.
El hombre, de pie ante la
fuente, observa el destrozo y mueve la cabeza de un lado a otro tabaleando los
dedos por la mejilla. En silencio, no hace sino estudiar la forma de repararlo.
Solo un absorto “Buenas”, intercambia con el pescador en
su camino hacia el coche, del que regresa con una caja de herramientas y una
bolsa que no tarda en volcar sobre la mesa de piedra más cercana. De ella salen
toda clase de repuestos de fontanería.
El reparador por libre
sube al pretil de la fuente sentándose en el borde y con un destornillador
empieza a hurgar dentro del caño, provocando la salida del tapón de tierra y
brozas, y a intermitencia, de agua. Luego usa un alicate plano redondeando la boca
de la cañería probando diversas piezas con las que intenta reemplazar el grifo
original.
Desde lejos su mujer no deja de quejarse
con humor a la otra pareja por el original hobby de su marido:
-El domingo pasado fue la Fuente del Rasillo y el día
de antes, la Fuente
de la Meada
¡Qué pejiguera de hombre!. ¡Cuándo no es Peñahincada, es la Fuente Intermitente !.
Tiene que ir arreglando todas las que encuentra. ¡Yo le digo que es el
ingeniero fuentero de La Rioja ! A veces, hasta entra en Burgos. No te digo...
Y dirigiéndose a él, le
chilla con gracia:
-¡Chico, para ya de una vez y ven a comer
algo! ¡Qué te estás poniendo perdido! ¡Qué estás dejando ésto como un bebedero
de patos! ¡Vaya cruz de marido!
-¡Cagoendiez! ¡Calla de una vez, mujer, que
ésto ya está! Ven, anda, búscame un corcho en la bolsa para parar el chorro
mientras limo un poco ésta arandela.
Rubia y dispuesta,
guapetona y redondita, la mujer se afana en buscarle unos corchos de medidas
diversas, demostrando el interés con que a pesar de sus refunfuños, sigue la
afición de su marido.
-Trae acá-, apremia él.
Ella se los acerca y él
escoge el adecuado, encajándolo mientras acaba de ajustar la pieza.
El rebaje está terminado.
Tuerca y grifo colocados y sellados por unas tiras de cinta juntera. La pileta,
vaciada y limpia, con el agujero del desagüe desatascado.
-Pepe, eres un monstruo, ¿Porqué lo haces? Nadie
te paga...-le dice el amigo que ha seguido la reparación callado, con los
pulgares estirando los tirantes que sostienen sus pantalones de caza.
El manitas silencioso se abre
al amigo:
-Lo hago para que las fuentes nos regalen
toda su hermosura, para que nosotros y nuestros hijos y los que vengan detrás sigamos
disfrutando del placer del agua. Debemos ser más hombres que los cafres. Escuchar la voz de la fuente pidiendo ayuda...Mira, tú también deberías
escucharla, Toñín...
Toñín lo mira con cara de circunstancias mientras Pepe, el médico de los acuíferos, se
echa la gorra hacia atrás, satisfecho. Las arrugas del rostro curtido por el
sol y el aire se le marcan aún más cuando lo mira y le guiña un ojo, sonriendo
y chascando la lengua. Todo en orden.
Ana Mª Ferrin
Iba con la familia y no tenía ganas de jaleo. El jabalí, se entiende.
ResponderEliminarEl otro, el manitas, es de los que van al campo y siempre lo dejan más limpio de como lo encuentran. Un incomprendido en estos tiempos que corren.
Un saludo.
Muy buen análisis de lo del jabalí. Debía ser un tío templao, como diría un castizo.
EliminarLo que vi del manitas me llegó de verdad.
Saludos
Qué cercana me parece esta historia a la que hoy pones palabras. En Béjar la gente mayor, en su paseo por el monte, va siempre provista de una rama o bastón o palo que le sirve tanto de apoyo para la marcha como de instrumento válido para limpiar caños, pilones y fuentes. Con él desembarazan a los caños de los tapones naturales y de lianas musgosas la superficie mocosa de los pilones. Hasta a mí me han inoculado tal uso y costumbre.
ResponderEliminarUn beso
Me gusta lo que cuentas. Yo nunca lo había visto, hasta que hace unos años me encontré con este episodio y me pareció el reflejo solidario de un amor a la tierra para darlo a conocer. Por lo que dices parece que hay much@s Pep@s en el mundo y me alegra.
EliminarAbrazos.
No voy a sacar conclusiones, Me he conformado conque esta historia mínima me ha producido una placer máximo al leerla. Muchas gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a usted. Esa chispa que nos atrapa cuando vemos algo bueno y limpio, generoso como debería ser siempre, nos une a todos.
EliminarUna introducción en la que dos animales se encuentran. Uno con su camada por defender y sus armas puntiagudas en ristre, el otro con la voluntad de no ceder ante el temor de un ataque: es el potente, el racional. El animal irracional, sabe distinguir el miedo del valor y su soledad ante el fustigamiento de esos ruidos ininteligibles en el bosque. El humano racional sobresale como bailarín del temor y no ceja ante él. Recuerda, Ana María, "Con él llegó el escándalo" de Vincente Minnelli, 1960. Tú sabrás buscar una escena en la que la tensión que planteas tan magistralmente semeja las imágenes a las que me refiero.
ResponderEliminar¡Ay, Chapucitas! Que inmensa labor y por qué poco la realizas: las fuentes deben sonar y, a la vez, donarnos la imprescindible agua pura, limpia, sabrosa en matices de humus y tierra fresca pero desinfectada por los filtros de una tierra hermana que le ayuda. ¿Quién habrá tenido tanto odio para producir tanto daño? La fuente debe ser el sonido por el que todos los seres vivos del bosque saben el lugar donde se desarrollará su vida y su paz, dónde se encuentra la belleza que cobre de musgo y algas verdes y brillantes la pared por la que el agua alimenta la tierra y a todos los seres vivos que existen en ella. ¡Calla, mujer, debo terminar de desatascar este caño para que suene su agua como sus compañeros, los que posee el órgano de la iglesia! Con mi admiración, como siempre, has escrito un encantador relato, Anamaría.
Un cariñoso abrazo, querida Anamaría.
Amigo Antonio, qué callado te lo tenías. Relacionar el agua transformada en canción mientras corre por el caño de la fuente, con el aire convertido en música paseando por los tubos del órgano, es cosa de poetas. Me has recordado un poema de Saavedra Fajardo relacionado con las fuentes, que venía en mi libro de lectura. Y a la vez pensar que quizá eso del libro de lectura ya no sea habitual en las aulas.
EliminarVaya película que nombras. Aunque no identifico la escena es igual, porque sí recuerdo el argumento y a los protagonistas. Cada uno perfecto en su rol, pero aunque yo era una cría y podía ser mi abuelo, el Mitchum, era el Mitchum.