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AMFAv "DESPACHO" (JMS)



EL ENOLA GAY Y TRES MADRES


           
                                   
                                            Fue a finales de 1999 y ella recuerda el día en que lo vio a la orilla del lago, frente a la fachada del Nacimiento en la Sagrada Familia de Antonio Gaudí. Era un visitante japonés de edad avanzada -pantalón negro, camisa blanca- que sacaba un collar de flores naturales a la manera hawaiana, de una bolsa roja de papel.

  Estaban a un metro de distancia, así que fue fácil que sus miradas se encontraran mientras él efectuaba la operación de colocar con delicadeza aquellas flores sobre el agua, tras lo cual procedió a sentarse en el banco, al lado de la observadora. Era evidente que el hombre se había dado cuenta del interés de la mujer por sus manejos, y sus ojos, apenas dos minúsculos tajos de mercurio, brillaban con la urgencia de quien desea comunicarse.

   - Señora -le dijo, bajando la cabeza. Recuperando la mirada, fija y solemne, se presentó con voz firme-: Mi nombre es Kenza. Vengo de Perú, soy de Hiroshima.

   Lo que siguió fue un discreto monólogo biográfico. 

  Su familia cercana había desaparecido a las 8,15 del 6 de agosto de 1945, borrada por la explosión de los 64 kilos de Uranio-235 contenidos en la bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre Hiroshima. Sus dos hermanos mellizos y el padre se cocieron -si, cocieron- en las aguas donde habían ido a bañarse. La madre -quizá aún pueda verse- dejó impresa su sombra en un muro del centro de la ciudad, fundida en la piedra. El los esperó todo el día, en una de las casas de acogida habilitadas en varios pueblos cercanos, donde los niños vivian una rotación de semanas fuera de los bombardeos ciudadanos. Era lunes, el día de la luna-...Tenían que haber ido a buscarme, pero no aparecieron...  

   -... Todas las aguas van al mar...-, aseguró convencido el señor Kenza, señalando el círculo floral que se deslizaba hacia el sumidero del estanque-. Mis flores se convertirán en polvo y luego ascenderán al cielo, donde está mi madre. Somos cristianos. Llegarán a sus manos.

    A la vecina de banco le pareció todo tan lógico que no añadió una palabra. 

  Sólo sonrió tendiendo su mano en silencio al viajero menudo y digno, representante de los hibakusha, la gente bombardeada, como acabaron nombrando en Japón a los habitantes que sobrevivieron a las dos bombas nucleares que el Presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, ordenó arrojar sobre  Hiroshima y Nagasaki.





... el visitante japonés colocó sobre el agua, con gran cuidado, una corona de flores...


TRES VÉRTICES
Publicado el 11 de agosto de 2018



                           Alargada, pintada de color verde oliva, chata y con una base cuadrada, la bomba Little Boy, Niñito, pesaba 4400 kgs, tenía tres metros de longitud y setenta y un centímetros de diámetro. Fue lanzada desde una altitud de 600 metros matando unas 140.000 personas.  

    De los participantes en el vuelo sobre Hiroshima, siempre fue su piloto el coronel Paul W. Tibbets el principal portavoz de la gesta, quien con más convicción defendió y justificó el acto durante toda su vida, con inamovible seguridad en el bien que habían hecho a la Humanidad al lanzar el artefacto. Y sobre todo porque fue él quien dispuso que en el fuselaje del bombardero Boeing B-29 Superfortress fabricado en la Martin Aircraft Co. de Omaha, Nebraska, de donde salió el 18 de mayo de 1945 con el número de serie 44-86292, se pintara el nombre de su madre, Enola Gay Haggard. A la que según declaraciones del sargento Leonard Orr, el coronel Tibbets adoraba.

   Nacida en Carroll, Iowa, Enola Gay se había casado a los 22 años con su vecino el pastelero 
Paul Warfield Tibbets y eran padres de dos hijos, Barbara y Paul. Este último, el militar de aviación que ostentaba el grado de coronel durante la acción de Hiroshima. La única foto que conocemos de la dama nos la muestra sonriente y, seguramente, muy honrada de que su hijo hubiera sido escogido para una acción tan determinante para lograr el fin de la guerra, según aseguraron al pueblo de los Estados Unidos, su Presidente y los mandos militares. 



   No en vano ella fue el principal apoyo en el cambio que el comandante Tibbets hizo en sus estudios universitarios, abandonando la carrera de Medicina que prefería el padre, por la de militar del Ejército del Aire. La señora Tibbs había sido confidente de las preferencias de su hijo desde que a los 12 años subiera por primera vez a un aeroplano. 


Enola Gay Haggard Tibbets
                            También la imagen de la primera esposa de Tibbets, Lucy Wingate, madre de sus dos hijos mayores, se hizo conocida entre las continuas portadas con noticias sobre el episodio de la bomba lanzada en Japón. Vista hoy, la foto de la joven sujetando el teléfono y a sus dos hijos de 4 años y 19 meses, con cara de circunstancias, da escalofríos, sobre todo cuando lees la nota de prensa con comentarios del tipo ...las tribulaciones de ser una familia de héroes...  ...la señora Tibbets recibiendo llamadas de felicitación por la acción de su marido... Unos años más tarde el matrimonio Tibbets se divorció. 
                              
                                     
La primera esposa de Tibbets, Lucy, posaba así para la prensa con sus hijos
                                  
                             Lo curioso es que siendo 11 los miembros la tripulación del Enola Gay, la mayor parte de ellos o se apartaron de los medios o fueron dejando durante su vida discretos comentarios, algunos de arrepentimiento más o menos explícito, y un par de tristes finales.

  Sólo Paul Tibbets continuó hasta cerrar su vida activa declarándose orgulloso de aquella acción, defendiéndola como la solución perfecta para acortar la IIª Guerra Mundial: 

 - Con la bomba se ahorraron muchas vidas -aseguraba-. De haber seguido la guerra, podrían haber muerto 1.000.000 de personas más. He estado varias veces en Japón y muchas veces me han felicitado, diciéndome, ¿Porqué no lanzaron las bombas dos años antes?

O:

  - No siento ningún remordimiento ni problema de conciencia. La bomba hizo lo que tenía que hacer.


-Desde el momento en  que me informaron que esta arma podía existir,  yo me dije a mí mismo: -Si la construyen, yo la cojo y la tiro en el blanco.

  - No, en todos estos años jamás he dejado de dormir bien una sola noche.

 - Sí. Volvería a cumplir la misma misión tantas veces como me lo ordenaran.


 - ¿Si estuve alguna vez internado o recibí tratamiento psiquiátrico después de la guerra?  La respuesta es bien simple. Nunca estuve internado y nunca me vio un psiquiatra.

 -  Quiero destacar un hecho que la gente olvida a menudo pese a que es muy importante. Me refiero a que todos, desde Oppenheimer a Einstein, absolutamente todos los científicos involucrados en el plan, eran extranjeros. La mayoría había llegado a nuestro país escapando de la amenaza nazi y su visión de la física y del mundo que los rodeaba era puramente científica.





El coronel Tibbets ante el Enola Gay, la bomba lanzada y una panorámica de sus efectos.


                              La constante exhibición de una evidente arrogancia tras la misión, llegó un momento en que se hizo incómoda incluso para el mismo gobierno estadounidense. En 1976 participó en un vuelo conmemorativo que provocó mucho escándalo. A bordo de un viejo B-29 completamente restaurado, Tibbets, piloto del Enola Gay, simuló el lanzamiento de una bomba nuclear durante una exhibición aérea en Texas. Frente a 40.000 personas, apenas la falsa bomba tocó tierra, un grupo de expertos en explosivos creó un estallido en forma de hongo semejante al que devastó Hiroshima, dejando pasmados a los asistentes.

  Habían transcurrido más de 30 años desde la tragedia, pero a pesar de la buena sintonía que existía entonces entre ambos gobiernos, la herida seguía abierta en Japón, por lo que hubo serias protestas de su Presidente ante la Administración norteamericana. Ésta pidió disculpas a las autoridades niponas por el desafortunado acto. Mientras, Tibbets declaraba con arrogancia no comprender el motivo de todo aquel escándalo.

   Después de una concienzuda restauración, en 2015 el Enola Gay original se colocaba en un hangar del Museo de Aviación del Smithsonian Institute, en el aeropuerto Dulles cerca de Washington, donde sigue exhibiéndose.

                           
El Enola Gay original y el detalle de su nombre

                                           - El pintar el nombre de mi madre en el avión fue un homenaje que quise rendirle. Son dos palabras fáciles de recordar, y así, cuando se exhiba en un museo nadie lo confundirá con otro-, había declarado el piloto.

   Pero el desconcertante homenaje a su madre no se materializó tal como lo imaginó Tibbets. En el Museo Nacional del Espacio, en Washington, el Enola Gay jamás fue admitido y ni el aparato ni su nombre se colocaron entre las aeronaves de las que los norteamericanos están orgullosos, como el Spirit of San Luis a bordo del cual Charles Lindberg cruzó por primera vez el Atlántico en solitario y sin escalas, o el módulo Eagle del Apolo 11, con el que Neil Amstrong alunizó en nuestro satélite. 

   Aunque no pueda negarse que tal y como soñó Paul Tibbets, ni el nombre ni la historia del Enola Gay, nadie los confundirá con otro.


Ana Mª Ferrin


  

22 comentarios:

  1. Un episodio demencial de nuestra historia más reciente. La mente humana es capaz de cualquier cosa y además de justificar la atrocidad cometida, sea la que sea, en nombre de la libertad, de la paz, de la patria o de cualquier otro concepto abstracto. Las vidas segadas y sus secuelas no son abstractas, son concretas y además no tienen repuesto.
    Un saludo, Ana.

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    1. Un tema esperpéntico si tenemos en cuenta quienes dan y quitan los carnets para tener tal tipo de armamento.

      Buena semana.

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  2. malditas guerras y malditos aquello que las originan.....la bomba que devastó Hiroshima el 6 de agosto del 1945 y después Nagasaki fueron actos de lo más inhumanos y tanto los que lo mandaron cómo los que las lanzaron no se pueden considerar seres humanos si no se arrepintieron y pidieron perdón.Besicos

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    1. A la gente corriente hacer algo así le ocasionaría un sufrimiento moral inaguantable. Pero por lo visto, no a ciertos individuos.

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  3. Que en la década de los años 40 del Siglo XX se haya llegado a tal simplificación para destruir de inmediato o lentamente a tantos miles de seres humanos, es una de las mayores aberraciones y tragedias de nuestro tiempo. ¡Una barbarie!

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    1. Esteban, el siglo XX, el sumun de la civilización, merece figurar en el Museo de los Horrores por su lista de psicópatas, pavorosa.

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  4. Siempre he pensado que Tibbets, como militar, solo cumplió órdenes en relación a su discurso. Es posible que ho haya habido arrepentimiento, pero su discurso arrogante, me impresiona más resultado de una orden que propio.

    Aquel bombardeo, siempre ha querido ser emulado, no solo por los mismo norteamericanos...

    Besos Ana.

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    1. Manuel, tu supuesto es de lo más retorcido. Porque de ser cierto que su discurso fue dictado siempre desde arriba, este militar capaz de hacer cualquier cosa sin pestañear, sólo acogiéndose al “Yo cumplo órdenes”, sería el sueño de cualquier gobernante.
      Y si encima pensaba lo contrario de lo que declaraba, ya es para Matrícula de Honor. El perfecto seguidor de George Orwell y su “doblepensar”.

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  5. Que fotos más bonitas.
    Feliz domingo

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  6. Boa tarde, a guerra é terrível, consegue transformar as pessoas, "Eu não sinto nenhum remorso ou problema de consciência. A bomba fez o que tinha que fazer" a bomba cumpriu a sua missão para quem serve.
    Bom domingo e semana,
    AG

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    1. Si todo lo que tenía en la mente el piloto después de conocer el resultado de su "proeza", era eso de que "la bomba hizo...", es algo formidable, AG.
      La culpa no fue de los científicos que la inventaron, ni de los mandos que lo programaron, ni de los políticos que ordenaron lanzarla, ni de quienes la lanzaron. La culpa fue de la bomba.
      Ni Poncio Pilato lo hubiera resumido mejor.

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  7. Que párrafo tan bonito el que empieza todas las aguas .....
    Lamentable y real hecho, pero seguimos viviendo acontecimientos no tan fuertes pero similares.
    Cuando estuve en Japón pude darme bien cuenta del hecho.
    Un abrazo.

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    1. Llevamos un largo tiempo que cada mañana nos despertamos con algo menor, pero con la misma maldad.
      Y parecía que íbamos mejorando, MariPi.

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  8. É para jamais esquecer! Uma das maiores aberrações da história da humanidade. Junto com outras, é claro. Há coisas inadmissíveis, não cabem explicações.
    Beijo, Ana.

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    1. Mi propósito es siempre escribir sobre hechos positivos, porque ya hay demasiado sufrimiento en las noticias.
      Pero a veces hay fechas y recuerdos que te revuelven hasta lo más profundo. A ver si la próxima semana retomamos las buenas costumbres. Besos a ti.

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  9. Pois é, Ana, naquela fase em que transcorria a Segunda Guerra Mundial, praticamente já no seu final, os Estados Unidos teriam feito melhor se não tivessem tomado a iniciativa de fazer essa triste e dolorosa experiência para com o povo de Hiroshima e Nagasaki, causando a morte de milhares de civis, crianças, adultos e idosos, e também deixando essa carga letal com efeitos que duraram décadas. Esse sofrimento foi sem dúvida, sem propósito.
    Uma excelente semana.
    Um abraço
    Pedro

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    1. Un poco larga la respuesta. Ahí va.

      Durante la IIª Guerra, Japón demostró una unidad como pueblo siguiendo a su Emperador, una crueldad e inteligencia y una intensidad notable de carácter y medios paralelos al poder nazi que sorprendió a occidente. Por eso no importó que fueran perdiendo ni que ya estuvieran a punto de ser derrotados, con levas de adolescentes y ancianos en varios frentes, igual que los ejércitos de Hitler. Japón se había destapado como una amenaza importante para el futuro y eso había que frenarlo no sólo ganándoles, también era preciso aniquilar su espíritu.
      Por eso callaron los aliados y el resto del mundo, incluída China, ante la aberración de las dos bombas nucleares.
      Los desaparecidos del Imperio del Sol Naciente sólo fueron daños colaterales, amigo Pedro.

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  10. Tibbets en su discurso parece repetir los clichés que tenía grabados en su mente, como un mantra, para lavar su conciencia. No puedo creer que una mente humana no rechazase, por lo menos a posteriori, las consecuencias que una orden militar había causado a millones de seres humanos. De acuerdo que sólo cumplía con su deber. Pero, no mostrar algún arrepentimiento...
    Un beso

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    1. No sé yo, Carmen. Una cosa es nuestra propia conciencia. Pero la Historia es tozuda al mostrarnos a tipos cuyas mentes eran capaz de mucho y malo.
      Besos.

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  11. Es impresionante no arrepentirse de un acto de ese calibre. Muy malas las guerras.
    Tener que cumplir una orden así, es horrible.
    Un beso.

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    1. Si, Amalia. Por eso ha habido tantos desertores en las guerras. No solo por miedo a morir. También los había que huían por no matar a alguien que no les había hecho nada.
      Un abrazo.

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