RELATO
Original de
Ana Mª Ferrin
RPI
Forzas do ar, terra, mar e lume,
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
ca humana xente,
facede que aquí e agora
os espíritos dos amigo ausentes
os espíritos dos amigo ausentes
compartan con nos, esta queimada.
Conxuro da queimada (1)
Conxuro da queimada (1)
Con fondo musical de gaitas y la esencia fragante del aguardiente blanco, azúcar, unos granos de café, cáscara de limón y trozos de melocotón, escribo este cuento de amor imposible. A distancia. Entre dos personas que jamás se encontrarán. Es más, que jamás sabrán de su existencia una de la otra.
Desde Ourense a Edimburgo, envueltos en las llamas aromáticas de una queimada, los eslabones perdidos de la genética celta, cabalgan.
...Clavándole dos ojos como uvas verdes... |
A D A
OURENSE. La yerba, el agua, las piedras.
Ríos, valles.
Unas crestas con arboladas laderas, camino de romanos y judíos, auténticos tesoros de vida.
Brañas de difícil acceso, siempre entre prados.
Un estanque, isla de agua entre bosques.
O rosío ha llegado por la noche y cada brizna de hierba luce como un diminuto árbol de Navidad adornado de cuentas blancas.
Mientras serpentea por la orilla del Sil, Cecilio Blanco Rojo siente una impresión de soledad por lo desmesurado de su grandeza, su infinitud. Pero la melancolía le dura poco tiempo, una sonrisa acude a sus labios cuando recuerda que al visitar Ribadavia esperando entrar en la catedral del vino gallego, se ha topado con la industria más contraria a la alegría que cabría esperar, porque esta capital de la comarca del Ribeiro es hoy el principal productor de féretros de España.
Si siempre se ha dicho que un gallego no se sabe si baja o sube, nada más lejos de la realidad.
Está claro que aquí sí saben cuando bajan y cuando suben, tanto, que para no estar a merced de altas o bajas de una industria que depende desde siempre de los hados metereológicos, se ha embarcado en una actividad paralela, por lo que tiene de no interferencia en el mercado principal, ni pierde a los posibles parroquianos, pues cuando necesitan ese manufacturado, el féretro, es que lo necesitan de veras y no pueden prescindir de él.
Por un lado la muerte, y por otro la vida, la alegría, simbolizada en la gaita. Nunca había visto a un ángel tocando la gaita. En Ribadavia sí, en la iglesia de Sto. Domingo lo acaba de ver. Tallado en uno de los cinco sarcófagos que hay en la primera tumba, entrando a la izquierda. Tampoco conocía que un monje aportase música de gaita a un coro. Después de visitar la iglesia de Celanova, ya no podrá decirlo.
Por los pueblos bellísimos de la Galicia Máxica, una tienda de comestibles ha llamado su atención. Para el coche y se acerca al escaparate.
Había leído bien: QUEIXO TETILLA. ELABORACIÓN ARTESANA. 1/2 QUESO 4 euros. Y por si quedara alguna duda, debajo otro cartel lo remarca: 4 euros EL MEDIO QUESO.
El día es brumoso y húmedo. O no. Quizá es solo este sirimiri calador que los naturales llaman oi non chove pero que al foráneo le fastidia con su ambigüedad, porque llover, no lloverá, pero tampoco deja de caer agua. Así que, como no quiere hacer el ridículo siendo el único que se pasea con el paraguas abierto, se pasa la vida con la ropa ensopada.
Desde la puerta del comercio, el largo espacio hasta el mostrador se ilumina por una bombilla desnuda que pende del techo y que aún se ve más leve de luz al recibir una limpia claridad desde el frondoso huerto/jardín que se ve muy al fondo del local, pasada la trastienda.
Tres parroquianos, dos hombres y una mujer del pueblo hablan entre sí con la críptica conversación que el visitante sólo creía que se daba en la literatura pintoresca mientras de espaldas, la vendedora envuelve unos chorizos sobre una mesa:
-¿Morreu (2) Falin? -pregunta la mujer, de pelo corto entreverado de gris, vestido verde con flores marrones.
- Morreu, morreu, -le contesta el más joven, treintañero con botas y chaleco pardos.
-¿Tenía fillos, verdad?.
-Debía tenerlos, claro.
-¿Muchos?
-Los que tuviera, muller.
-Yo nunca te los ví, Odón.
-Porque non los verías.
-¿Debía estar casado, claro?
-Debía, claro, debía.
-¿Y en dónde fue el entierro? -la dama no se daba por vencida.
-Donde morreu.
El tal Odón era duro de pelar, sin duda. Seis preguntas directas y ninguna respuesta efectiva. La conversación se rompió la oírse la voz de la mujer que se veía lavando en una pica en medio del jardín:
-¡Inmaculada, Ada, hija!
-¡Qué quiere usted, madre! -contesta la vendedora en dirección a la llamada.
-¿No me oyes? ¡Inmaculada, Ada, ayúdame con la ropa!
-¡Madre, qué quiere usted! ¡Santo Patrón, madre, cada día está usted más sorda!
-¡Ada! ¡Ada! -desde el patio, sigue llegando el nombre.
Con su vestido celeste de pequeñas flores amarillas, la tela casi transparente por lo gastada, Ada crispa su belleza morena apretando los dientes, cerrando los ojos y levantando la cara y la mano derecha con la palma hacia arriba. Poniendo a las alturas como testigo de la sordera de su madre, se aleja hacia el claroscuro.
Sale al huerto tarareando una cancioncilla, se acerca a la mujer que está lavando en la pica que recibe el agua directamente del pozo y toma la prenda enjabonada que ésta le ofrece, una camisa. Cogiéndola por los hombros, la muchacha sumerge la prenda varias veces en la pica hasta entrar en el agua las manos, le da unos enérgicos golpes contra el refregadero y procede a retorcerla girando en sentido contrario los dos extremos de la ropa, hasta que las últimas gotas resbalan por sus codos.
Sin dejar de cantar y saltando al ritmo de la cancioncilla, pegados a la espuma que los cubre, los rotundos pechos de Ada subrayan el estribillo. Unos pezones tersos y oscuros, a modo de copetes, se transparentan juntándose al impulso de la cara interna de sus brazos desnudos, con cada restregón de la nueva prenda que acaba de coger. Unos pantalones de pana sufren ahora contra la piedra del lavadero.
De vez en cuando la espuma le salta a los ojos. La joven detiene el canto, hace un alto en su trabajo despegando el jabón de las manos largas y morenas con un roce rápido, derecho y envés sobre los senos, retirando las burbujillas rápidas que se pegan a sus párapados y pestañas. Ya de paso, enjuagando las manos en el caño que vierte agua del manantial a la pica, se da un aclarado en cara y cuello desde el nacimiento del negro pelo, crespo y ondulado, sujetado a ambos lados de la raya central por unas horquillas sobre las orejas, hasta el inicio del canalillo que remata su escote.
Desde el grupo de parroquianos se alza la voz de la chismosa. Suspira:
-¡Ah! Pobre mujer, sola con la hija y sin ningún varón en la casa. Porque más hace un buey que cien golondrinas, tú sabes, Odón.
Los compradores esperan encantados. La visión de la joven tiene la doble belleza, hermosa y plástica, de lo natural sin aditamentos. Los tres vecinos se sonríen unos a otros dando a entender que están al tanto de los avatares de las dos mujeres.
Desprendiendo un agradable olor a jabón mentolado y lejía, vuelve Ada y cobra al cliente que había dejado a medias.
-Tres euros por el vino, Otiliano.
-Toma. Y oye, ¿esa canción la has aprendido en el Baile del Plátano? A que sí, Ada.
-No se llama del Plátano, Otiliano -responde mirándolo desafiante- se llama Salón Metropol y es el mejor del valle, para que se entere usted.
-Se llamará como quieras, rapaza, pero con el Plátano se ha quedado. Eso es lo bueno que nos han traído los políticos. Y tú más vale que no vayas a esos sitios, que te estás haciendo una yegua muy buena moza y en esos bailes todos van al calentón, ten cuidado, rapaza.
-Usted ve siempre todo lo peor, Cabe... digo, Otiliano. A ver. ¿Qué tiene de malo ir a bailarle un poquiño?
-No, niña, yo sólo soy un viejo borrón, que no le quedan ni dientes, pero lo que veo, lo veo. Que bien veo yo por los carreiros a los mozos y a las mozas cuando acaba el baile, así que ándate con ojo. ¡Ah! Y puedes llamarme Cabeciña Dourada, o fin e o cabo todos lo hacen- mientras habla, remarcando las palabras, se pasa la mano por la calva, en verdad dorada, a la que solo alegran unos cabellos cortos en el cogote.
-Ande, hombre, ande -la vendedora aprovechó al vuelo la justificación que el hombre hacia de su calvicie, rebajándose, para subir el tono de su voz desafiándole-. Usted que va a ver, si en cuanto se agarra la bota no conoce ni a su madre, que en paz descanse. Se tumba bajo un castaño y se queda amodorrado a calor.
-Más respeto chavala, que eres tú muy nova para hablarme a sí. Yo me tumbo a reposar cuando acabo o meu traballo. Que yo soy un hombre de una vez -la voz empezó a temblarle-, férveme la sangre nas veas, que estoy aquí y estoy allí y me dá vueltas o hórreo con o traballo.
Por las miradas de complicidad y las risas contenidas de la pareja vecina, el forastero comprende que la afilada lengua de la chica ha retratado al murmurador.
Rematando la faena y como despedida, Ada suelta la última con una mano en la cintura y la otra abanicando el espacio.
-Venga ya, aire. Menos fantasmadas de trabajo, que en el pueblo todos nos conocemos y sabemos lo que damos de sí. Déjelo usted ya, que tengo muito traballo. E vaya usted con Dios -dando por finalizado el diálogo se dirigió a la mujer preguntándole- Y tú Neves, ¿qué te falta?
Aprovechando que aún quedan dos personas por despachar antes de que le toque, Cecilio sale detrás del escaldado Otiliano para echar una mirada al coche que ha dejado con la familia dentro, medio aparcado en una cuneta. Delante suyo, balanceando la garrafa contra el pantalón de pana, el hombre va rezongando algo que no se entiende al principio, pero si oye muy bien las últimas palabras: -Diablo de rapaza, anque… Contigo e um botixo, ¡vaya verano!.
Lo original del piropo/maldición provoca en el observador un principio de risa.
Al volver al mostrador la mujer preguntona que sostiene dos botellas de aceite y medio queso, conversa de nuevo con el cliente más joven, que a su vez también porta otra media tetilla envuelta en papel.
-¿Qué desea usted? No se preocupe, que ellos están esperando los grelos -le pregunta la dependienta al forastero. Por fin le toca el turno. Ya tiene detrás otros dos compradores y se encara a la joven modificando la rutina.
-Deme un queso.
-¿Cómo dice? -abre ella los ojos al máximo.
-Que quiero un queso -le repite el parroquiano.
-Me querrá usted decir dos medios quesos.
-Pues no. Quiero decir un queso.
-¿Entero?
-Por supuesto que sí, entero -ahora el que abre mucho los ojos es él.
-Oiga, pero es que no puedo venderle un queso entero.
-¿Y por qué no puede? -aún dentro de su aturdimiento, se da cuenta de que está empezando a hablar con el acento de la vendedora.
-Porque mi madre me ha dicho que sólo los venda a medios.
-Pero mujer, eso se lo habrá dicho para que usted nos los venda a trocitos, pero es que yo no voy a estropear ninguno. Yo lo quiero entero -intenta razonar el visitante.
-Óigame usted bien -poniéndose en jarras y clavándole unos ojos como uvas verdes, de nuevo Ada entra en acción-: Yo estoy aquí desde las ocho de la mañana para hacer lo que me diga mi madre y no para discutir con un extraño el por qué ella quiere que lo haga así y no de otra manera. Medio queso cuatro euros y no hay más que hablar. -Con una de las manos que reposaban en sus caderas soltó una palmada sobre la mesa, terminando la charla. Estaba claro que Ada no se dejaba apabullar, si de razonamientos se trataba a ella no le sacaba nadie los colores.
El forastero comprende que ha topado con una descendiente por vía directa de Don Ramon Valle Inclán. Pero ya llevaba retraso, no quería volver a parar, y como el queso era para su jefe y quería visitarlo al día siguiente en Fermoselle, ya había perdido bastante tiempo y no quería más preocupaciones. Así que se hizo a la idea de que el esperpento militante tiene sus reglas. Haciendo una pausa empezó por el principio.
-¿Qué vale medio queso?
-Cuatro euros.
Pausa.
-¿Y dos medios quesos?
La moza empequeñece los ojos barruntando que algo se le está escapando porque la pregunta parece demasiado fácil. Hasta contestar por fin:
-Está claro que ocho euros. ¿Qué más?
Observado por los demás clientes, Cecilio sacó unas monedas y las fue depositando sobre la mesa.
- Un billete de cinco y tres monedas de 1 euro -puntualizó
Ella respiró hondo tranquilizándose, las recogió y las echó en el cajón abierto de la caja volviéndolo a cerrar mientras sonaba un campanilleo.
En silencio, con una leve sonrisa, Ada se volvió de la estantería con un cuchillo en la mano derecha y un queso en la izquierda, que depositó en la madera de corte del mostrador.
Levantó la herramienta para cortarlo. En ese momento, rápido, el cliente agarró el queso y lo retiró, justo en la fracción de tiempo necesaria para rajarlo de arriba abajo con la hoja.
-Gracias señorita, ya me lo cortaré yo en mi casa.
Cumplida su hazaña, sin parase a ver la expresión de sorpresa de la joven salió con el trofeo apretado contra su pecho, mirando de frente al sol que se le aparecía haciéndole guiños a la lluvia a través de las lilas de la entrada. Con la duda de haber hecho el ridículo o el héroe.
Los cuatro parroquianos quedaron en la tienda mirándose unos a otros con ojillos vivaces.
-Odón, ¿Qué te parece? -la cliente curiosa empezó de nuevo el interrogatorio.
-Pues qué me va a parecer, muller.
-Pero qué rara es la gente por allá abajo, ¿no es?
-Si tú lo dices...
Tras el mostrador, Ada se endereza con gesto arrogante y toma de nuevo el mando. Dueña absoluta de la situación, se recoge los rizos con una horquilla plantándose altanera ante el grupo, da dos palmadas y alza la voz:
-Ben. O xenio prodigio desapareceu. Agora imos ver, (2) ¿A quién le toca? ¿O vamos a estar así hasta mañana? Y no me anden con carallos que echo el cierre. ¡Vamos!
Mientras uno de los clientes habla con ella, el otro se dirige a Odón:
-¿Vienes a cazar mañana?
-Si tú quieres, Neoterio...
-Podemos encontrarnos al amanecer en la casa de la parra.
-Bueno, pues sí.
-Buen año para becada.
-Si a ti te lo parece...
-La becada me gusta porque es como una seta que salta, pica y vuela.
-Ahora que lo dices...
-Además, tiene otra cosa que me la hace simpática.
-¿Ah, sí?
-Si. Es que es muy prudente la jodida y sólo se arriesga por aparearse y comer bien. Buenas costumbres, ¿verdad Odón?
-Tú dirás, Neoterio.
-¿Hasta mañana, pues?
- Si es que te parece bien...
Ana Mª Ferrin
(1) Original en gallego. En español:
-Ahora que lo dices...
-Además, tiene otra cosa que me la hace simpática.
-¿Ah, sí?
-Si. Es que es muy prudente la jodida y sólo se arriesga por aparearse y comer bien. Buenas costumbres, ¿verdad Odón?
-Tú dirás, Neoterio.
-¿Hasta mañana, pues?
- Si es que te parece bien...
Continúa...
Ana Mª Ferrin
(1) Original en gallego. En español:
Fuerzas del aire, tierra, mar y luna,
a vosotros hago esta llamada:
Si es verdad que tenéis más poder
que los humanos,
hacer, que aquí y ahora,
los espíritus de los amigos ausentes
compartan con nosotros, esta queimada
Conjuro de la queimada
Este conjuro y su letra se atribuyen a Mariano Marcos Abalo, polifacético artista y animador cultural gallego. Según se sabe, la primera vez que recitó en público estos versos para ahuyentar a los malos espíritus tuvo lugar en los años 70 en la discoteca Fausto, en Vigo. Con el tiempo él mismo fue ido modificando las estrofas, por lo que podemos encontrar distintas versiones del texto.
Me ha hecho gracia cómo enganchó el queso entero digamos a traición.Besicos
ResponderEliminarCharo, se ve cada cosa...
EliminarBesicos a ti.
Curiosa y divertida la manía de no querer vender un queso entero...
ResponderEliminarEn fin, ¿quién no es un poco maniático?
Salu2 y, a la espera de la segunda parte, Ana.
A ver quien supera la orden empresarial de una madre.
EliminarAda lo tenía claro. No iba a discutir sus órdenes con un extraño.
Saludos y buena semana.
Un magnífico relato. Me han encantado los diálogos, las descripciones de los personajes, la pillería del del queso...
ResponderEliminarUna manera de aprender a escribir. Lo he seguido con enorme curiosidad.
Esperando el próximo capítulo.
Besos.
Somos un país imprevisible. Cada rincón, un criterio.
EliminarPero no somos los únicos. Como verás en el próximo post, mentes originales aparecen por todos los mapas. Un besazo.
Que relato más simpático,: dos no riñen si uno no quiere , como estos dos amigos para ir de caza...y estuvo listo el del queso que no le cortara la mano con esta moza tan garrida.
ResponderEliminarEsperando seguir conociendo estos personajes tan entrañables, nuestra diversidad nos hace tan especiales...
Un abrazo grande,Anna
El episodio de los dos amigos podía haberse prolongado al infinito, a ninguno de los dos se le acababa el toma y daca.
EliminarAbrazos para ti, guapa.
Se pierde mi comentario. Seguramente está en spam. Cosas de Blogger...
ResponderEliminarAMALIA
EliminarCOMENTARIO RESCATADO
AMALIA ha comentado "BALADA DE ADA Y EVANS (1/2)"
Ayer
Un relato estupendo y, sin duda, muy agradable.
Y con el recuerdo de ese queso tan rico de mi tierra...
Y ese famoso conjuro.
Un beso, ANA MARÍA,
Lo siento, Amalia. Hasta ahora no hay forma de arreglarlo. Paciencia. Menos mal que no desaparece, se queda oculto por los vericuetos interiores y podemos rescatarlo.
EliminarDesde luego que es rico el queso de tu tierra.
Un beso y a ver que te parece la 2ª Parte.
Me gusta mucho el relato, la escritura siempre me ha gustado, añoro el no saber expresarme por este medio, pero en fin, me conformo con mi pintura y disfruto con ello.
ResponderEliminarSaludos Cordiales.
Tu canal de expresión, como el mío, nos sirve para el propósito de evadirnos y compartir aquello que nos deja una huella.
EliminarSomos afortunados, José Aº.
Me ha encantado tu relato amiga Ana, aunque lo he tenido que leer en dos partes, ya que aún ando a la espera del problema de los ojos. Me has recordado lo bien que lo pasaba en tierras de Ourense cuando iba por motivos de trabajo al Polígono de San Ciprian da Viñas todos los años y me pasaba alguna que otra semana. La gente siempre encantadora y cuanto disfrutaba de ese queso y de otros con un buen vino. Qué gratos recuerdos tengo.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga.
Has tocado la tecla, amigo Juan.
EliminarBuena compañía, buena comida y buen vino.
Enhorabuena por tus experiencias y recuerdos.
A wonderful story, I enjoyed reading it.
ResponderEliminarHave a wonderful rest of the week.
Lo mismo te deseo. Buena semana con buenas fotos y que a los que quieres y a ti os vaya bien. Saludos.
EliminarOlá, amiga Ana,
ResponderEliminarHistória muito interessante, entre duas pessoas que embora nunca se tivessem conhecido, existia este amor entre eles.
Gostei muito.
Deixo os meus votos de um excelente fim de semana!
Beijos e abraços.
Mário Margaride
http://poesiaaquiesta.blogspot.com
Hola, Mario.
EliminarEn la próxima entrada nos saludará la media naranja de Ada.
¿Se encontrarán?
Saludos a ti.
saludos desde Miami
ResponderEliminarSaludos a ti.
EliminarHasta pronto.
Muy divertidos los diálogos entre parroquianos y Ada, lo del queso me ha hecho reír abiertamente, espero la continuación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sólo he visitado Galicia en dos ocasiones y aparte de su belleza me dejó impactada por la retranca de sus conversaciones.
EliminarPara estudiarla, Conchi.
Este relato tiene como punto importante el rescate de las expresiones coloquiales gallegas. Me parece que es de época. Lo que sí veo un poco loco es eso de tener que picar el queso si lo quieren comprar entero.
ResponderEliminar~~~~
En otro orden Ana María. Quisiera que me honraras con un favor. Estoy por publicar mi tercer libro de cuentos que ya por mi parte todo está listo. Luego te estaré diciendo más noticias. El caso es que ya estoy pensando en la posibilidad de editar mi cuarto libro de cuentos y, aunque no sé cuándo irá a salir, tú sabes que eso es un proceso, pero quisiera preguntarte si estarías dispuesta a escribir las palabras finales.
Por lo regular mis libros tienen un prólogo, luego los ocho o nueve cuentos y al final un texto parecido a un prólogo pero que yo titulo "Palabras finales" para cerrar con algo mío, que son los agradecimientos.
Por favor piénsalo. Si me dices que sí, nos ponemos en contacto por tu correo ¿te parece ?
Enhorabuena por haber acabado tu libro. Eso siempre es un éxito.
EliminarComo te dije, cuando me escribas hablamos del tema.
Buena semana
Las órdenes son órdenes medios quesos y sanseacabó.
ResponderEliminarBuen diálogo y rico queso bien acompañaito de un vino.
Un abrazo.
Tú lo has dicho. Si la madre dice que medios, medios y chitón.
EliminarBesazo, Laura. Con un platillo de tetilla.
Muy bueno el relato, tan bueno como el queso de tetilla y la queimada...
ResponderEliminarSaludos
Veo que tú también sabes del tema...
EliminarAprovecho para felicitarte por tus imágenes. Esos nanodetalles, cielos, temporales. Un placer, Fernando
Te juro que no contaba con algo así!
ResponderEliminarLa mezcla de castellano con gallego, (aquí le decimos "castrapo") resulta curiosa y le da un "toque" de realismo ya que somos un país bilingüe y eso aflora o, al menos, tu has hecho que aflorara.
Es curioso que a Galicia la interpretan de una manera un tanto arcaica tanto en el cine como en los cuentos. En "O que arde" o en "As bestas", como que nos dejan quedar un poco mal ante el mundo pero, sin embargo, premian ese arcaismo o enxebrismo porque, de alguna manera, se echa en falta, ante tanta globalización y uniformidade. Nos erigen como "diferentes", lo cual no significa "atrasados".
Me ha gustado tu cuento porque lo conozco y lo vivo.
Un abrazo
Viajar con una autocaravana es un máster.
EliminarDetenerte en un pequeño lugar que provoque tu interés, compartir la comida de la zona, conversar y sobre todo escuchar cómo se desarrollan los diálogos, enriquece tanto...
Comprobar que las respuestas pausadas no son tales, porque aunque su forma de responder puede dar idea de lentitud, la realidad es que hay mucha inteligencia, mucho humor, dentro de sus razonamientos. Han captado a la primera todo el sentido y se dan el gustazo de tomarse su tiempo paladeando el lenguaje, el que sea.
La forma de disfrutarlo es sencilla: Respeto y naturalidad.
Un abrazo, Beatriz.
Hola Ana María.
ResponderEliminarPasé por aquí para leerte. Que interesante relato con humor y esa mezcla entre el castellano y el gallego, que curioso. Buena gente, comida exquisita... Así es nuestra querida Galicia.
Saludos
Mónica
Desde luego, para enamorarse del sitio y de sus gentes.
EliminarY de su mesa, no la olvidemos.
Gracias por la visita y hasta pronto.
Esta história de amor entre duas pessoas que não se conheceram e,
ResponderEliminara história do queijo muito interessante, lembrou-me um caso curioso que aconteceu numa cidade do interior do Estado, na Serra:
uma jovem recebeu uma carta de amor, que foi respondida pelo jovem, que não se conheciam pessoalmente. A jovem disse que só se encontraria com ele se ele levasse um queijo para ela na igreja da cidade. Ele levou o queijo, e como ela não se encontrava lá, deixou-o no altar lateral à espera dela e foi embora. O padre ficou com o queijo, e juntamente com o sacristão comeram tudo, acompanhado de 2 garrafas de vinho tinto.
Uma boa sexta feira, amiga Ana.
Grande abraço.
Esto sí que es humor del bueno.
EliminarMe imagino a los dos con el queso en la sacristía celebrando el milagro, copa de tinto va, copa viene.
A ver que te parece la segunda parte. Un saludo.
rsrsrsrssss, mas que coisa estranha e hilário o diálogo
ResponderEliminarda venda do queijo!!! Não sabia que isso pudesse existir, Ana!
Desculpe, estou rindo aqui sozinha, adorei esse negócio, um quer comprar tudo e o outro não quer vender!!!
Uma boa sexta feira e um excelente fim de semana!
Beijos
Polemizar ante un auditorio ávido de novedades, tampoco ayuda. De haber estado solos vendedora y comprador, seguro que habría sido una transacción de lo más sencilla.
EliminarBuena semana, Tais.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarCuanto puede un queso y su transación generar una buena narrativa, con un lenguaje que identifica el habla popular de una región, y através del habla tipificar el humor. Un abrazo. Carlos
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