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AMFAv "DESPACHO" (JMS)



LA FAMILIA ROS SOPRANIS, O EL ARTE DE VIVIR EN UNA MANSIÓN


EL "BARÓN DE ROS" SE ENORGULLECE DE OSTENTAR EL ÚNICO TÍTULO NOBILIARIO CONCEBIDO POR EL PUEBLO.


UNA MANSIÓN SUPERVIVIENTE

Publicado en Sant Andreu Expréss. Mayo de 1986


                            A fines de los felices sesenta, la província nigeriana de Biafra se rebelaba contra el gobierno central, iniciándose con ello una guerra infame por la hambruna africana que desató, antecedente de la actual tragedia etíope.

                           Los que tenemos edad de recordar jamás olvidaremos las imágenes de aquellos niños con un soplo de vida en sus vientres hinchados por el hambre. Pero en la soberbia granja-mansión de la calle barcelonesa Cardenal Tedeschini, nº 32, la familia Ros Sopranis tenía un motivo adicional de interés por esa guerra. El romántico aventurero sueco Von Rosen que había tomado partido por los desdichados biafreños, tal y como lo hiciera Lord Bayron contra los turcos de Grecia, bombardeaba las tropas inglesas con su pequeño avión mientras en el costado de su aparato brillaba el mismo escudo que preside la entrada barcelonesa de sus remotos parientes catalanes, los Ros: -En campo de oro, seis rosas de gules puestas en dos palos

                          
                           Este reportaje lo escribo con tinta verde de hierba. Está dedicado a todos los vecinos de nuestros barrios que los disfrutaron en una época de cultivos, huertos y torres. Y también a los jóvenes que luchan por recuperar para el Paseo de Fabra i Puig, la antigua Rambla de Sant Andreu que colabore a una mayor calidad de vida, donde todos podamos pasear y sentarnos a charlar frente a nuestras casas.

                        - Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que se haga por recuperar la Rambla- asegura Pedro Ros Soprani- Y no sólo eso. Este tramo de Cardenal Tedeschini (*) tiene anchura suficiente para convertirlo también en otra Rambla, en lugar de ser un aparcamiento de coches con doble y triple fila por lado.

                       Me encuentro en el salón donde la familia -él, su esposa María y sus dos hijos, Prisca y J.Miguel,- hacen su tertulia cotidiana, ven la T.V., etc.

                        Todo en esta pieza, desde el recubrimiento centenario de sus paredes, que a tramos son relieves tallados y a tramos librería, te habla de solera. Ni en los libros venerables que guardan los secretos contables de esta granja, ni en la chimenea que presta el clima cálido preciso a ésta única entrevista concedida por la familia, existe un átomo de improvisación. La vida aquí fluye con serenidad, envuelta en el aroma que desprenden las rosas marchitas ardiendo en la chimenea. Resulta curioso ver los gestos de esta mujer bellísima dejando caer flores encima de los leños. Aunque ella me aclara que su profesión de modelo hace muchos años que no pasa de ser un “hobby” para las aficiones fotográficas de su esposo, una observa la gracia de sus movimientos enmarcados entre tapicerías y cuadros con historia y la imagina en una película de Visconti.

                         Nada falta para completar la historia de esta casa construida allá por el 1500 y remodelada a mediados del siglo pasado. Hasta contiene entre sus muros un fantasma, el fantasma Pepe, que se entretiene en hacer aparecer y desaparecer los objetos a su antojo y posiblemente haga crujir con sus pasos esas vigas que suenan ahora en las buhardillas, ayudando a enriquecer la imaginación de la gente menuda de la mansión.

                           A este respecto, una anécdota simpática.

                          El pequeño J.Miguel nos hace la competencia y redacta periódicamente una publicación conteniendo todas las novedades que se suceden en la vivienda. Lo cuenta mientras acaricia a uno de los cinco perros, mastines y gran danés, que ayudan a la seguridad de casa.


El patio interior de la casa y sus guardianes
 - Señor Ros, la decisión de seguir viviendo aquí hoy en día, ¿fue una elección personal, o más bien, digamos, un condicionante de la herencia.

- No, no. Yo elegí libremente vivir en la casa. De hecho soy el tercero de los diez hermanos, pero siempre me atrajo vivir aquí, no me imagino viviendo en un piso. No me atrae nada vivir unos encima de otros, y todos deberíamos poder escoger la forma de hacerlo. Pero esta es una opinión mía personal. A mi madre, por ejemplo, nunca le atrajo la casa y ya hace tiempo que se fue a vivir a un piso.

La hija de dieciséis años, futura empresaria de Esade, sigue la conversación desde un sillón al otro lado de la original mesa de centro, pero al ser ésta de unas dimensiones más cercanas a la cama de matrimonio que a las convencionales, le permite hacerlo con una discreta lejanía. Le pregunto si ella también prefiere esta forma de vivir y de su respuesta deduzco que tenemos vecinos Ros para generaciones.
 
Patrimonio Artístico

- La casa ha sido catalogada como Patrimonio Artístico, ¿Qué ventajas significa esto para sus propiedades? ¿Reducción de impuestos? ¿Contribución a los gastos de mantenimiento?.
                   
                  -En absoluto. Ni reducción de impuestos, ni ayudas para obras. Precisamente en estos momentos estamos manejando diversos presupuestos para reparar parte del tejado y son para verlos, por los costes. Además, al estar bajo la supervisión del Patrimonio, cualquier reparación o reforma ha de seguir las normas estéticas adecuadas, en este caso teja y mampostería.
 

               Sigue la conversación, ya con la familia al completo. Mientras María Ros nos sirve unas bebidas y algo para picar, nos informa de que ha trabajado en diseño gráfico y artístico y también de que es autora e ilustradora de cuentos infantiles.

                   Quizá por la calidad del edificio, aún más destacada al estar rodeada de viviendas sociales, o debido a que todos los terrenos de ellas fueran originalmente cultivos de la familia.

                   - Cuando yo era niño, desde la terraza se veía el mar, el Tibidabo y las agujas de la Sagrada Familia.Posiblemente también, por ser todavía hoy los propietarios de los terrenos del Canódromo y del Club de Tenis y de todos los edificios que completan la manzana de su vivienda. O finalmente, por la categoría humana y religiosa de su padre, que ofreció a la Iglesia de San Pío X un magnífico órgano, y al Congreso Eucarístico Internacional unos terrenos edificables a un precio semisimbólico, la familia Ros ha sido conocida desde siempre en el barrio del Congreso como los Marqueses -o Barones- de Ros. 

                 - Sí, ya conocemos la anécdota -sonríe Pedro Ros-, y puedo decirle al respecto que, por lo visto, somos los únicos marqueses democráticos, ya que nuestro título no ha venido por designación real, sino concedido por el pueblo, por los vecinos.

                   Los vecinos. Sería inexacto darle un tinte rosado al presente trabajo, por ello es necesario aclarar que ante una opinión generalizada positiva y hasta muy positiva sobre sus personas, se alza también alguna voz crítica, Son muy distantes. Se lo tienen muy creído. No se tratan con nadie de aquí. Antipáticos.

                    Desde mi experiencia de casi tres horas de conversación puedo afirmar que me he encontrado cómoda entre esta familia natural, conversadora y culta. Lo que no excluye algún ligero -y por qué no, legítimo-, ramalazo de clase:

                 - ¿Tú vas al colegio La Salle?- le pregunto a uno de los hijos.

                  Caras sorprendidas y rápida aclaración mía:

                 - Me refería a La Salle Bonanova, por supuesto (*).

                  Dejamos atrás el acogedor salón y pasamos por otro mayor con suelos de mármol, cuya admiración me impide fijarme bien en el mobiliario que creo isabelino. Cuadros, espejos de museo, historia, calidad y alma.

                 Todo ello atesora esta preciosa residencia del ingeniero agrónomo Pedro Ros Sopranis, hacia la que Vd., amigo lector, habrá vuelto la vista admirado más de una vez. Me despido de la agradable familia y confieso que la envidia me corroe al oír cerrarse la verja tras de mí, porque estoy segura de que ninguno de ellos conoce la exótica aventura diaria vivida por el resto de sus vecinos.

                Esa que consiste en no escaparnos de dar, como mínimo, tres vueltas a la manzana para aparcar...

(*) Calle paralela al hoy Paseo de Fabra i Puig.
(*) El barrio barcelonés de la Bonanova es uno de los más selectos de Barcelona, en contraposición al de El Congreso, fronterizo a la mansión, de viviendas sociales.

Ana Mª Ferrin

2 comentarios:

  1. Será que a los vecinos nos tiene como inferiores. Nada que ver con los padres que conocimos. Bellísimas personas.
    Enhorabuena por el reportaje.

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  2. Conoci a Pedro de Ros hace mucho tiempo , sobre mas de 25 años. Una persona singular.

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