"EL TEMERARIO" REMOLCADO HACIA SU ÚLTIMO DESTINO EN EL BARRIO DEL POBLE NOU

 

                                                 La Rambla del Poble Nou (Pueblo Nuevo), es uno de esos lugares que el visitante raramente conocerá al recorrer cualquier ciudad internacional si no se aparta de los núcleos turísticos.

  Empezando por las famosas Ramblas del centro de la ciudad, en varios barrios de Barcelona existen paseos (o ramblas) de este tipo, con dos aceras y una avenida central más o menos amplia, que merecen un tranquilo vagar. La que citamos es hoy una vía transformada a partir del antiguo municipio costero y de marismas de Sant Martí dels Provençals . 

  Con el nombre genérico de ramblas, se conocen los antiguos torrentes y arroyos que a través de los siglos se han ido convirtiendo en lugares bien urbanizados, como es el caso que citamos en el Poble Nou, reducido y bonito espacio que acaba en la playa de La Mar Bella, con pequeños edificios modernistas construidos por los sencillos comerciantes e industriales que a finales del siglo XIX componían la pequeña burguesía del lugar, ya iniciada durante la adecuación de esta riera que ya vertía sus aguas al mar allá por el siglo XVII. 

   Como decía, transitar por estos armoniosos lugares de escala mediterránea es un máster de bienestar, con sus numerosos puntos de ocio familiar, restaurantes y bares, buena cantidad de boutiques. Y asientos públicos en el centro en los que reposar siguiendo el ir y venir de los paseantes.

   Aquí, en su Rambla, los vecinos pasean y viven los cafés que plantan sus mesas en medio del recorrido, bajo los árboles. Almuerzan, comen, cenan, charlando y encontrándose con familiares y amigos.

   

  "El combativo Temerario siendo remolcado a su último fondeadero para ser desmantelado" 1838. William Turner 

La Rambla del barrio del Poble Nou en Barcelona

La playa barcelonesa de La Mar Bella en el Poble Nou

Las Ramblas, principal paseo de Barcelona con sus 1,2 km. y una vista central

¿RENDIRÍA ENRIC SU NAVE AL OCASO?

 Publicado en Gaudí y Más. 1 de julio de 2023

                      

                                          En especial los habitantes veteranos del lugar, tan aficionados a cargar con telas y caballetes lanzándose a la gran pasión de pintar una estampa de su barrio. Entre ellos el yayo (abuelo) Enric, antiguo pescador y pintor especialista en reproducir naves históricas que pasa sus días en una residencia de mayores situada en esta Rambla, donde nació. El mismo que precisamente hoy volcaba en una tela su barco favorito, el inmortal Temerario de William Turner, copiándolo de una lámina.

  De los innumerables cuadros que debieron salir de las manos del maestro inglés, esta tela pintada en 1839 cuando contaba  54 años  fue la que Turner siempre se negó a vender, a pesar de las numerosas ofertas que se le hicieron con cifras mareantes para la época. La guardó en su domicilio hasta el final de su vida, pasando a ser propiedad del Estado tras su fallecimiento en 1851.

                          

Diversas miradas de vecinos.

La pintora Neus Martín Royo. 130 cuadros de la cronista del Poble Nou

El artista francés Lapin, soberbio cronista urbano.

Reuniendo el nuevo Poble Nou y su pasado industrial. 

El artista Ernest Descals pintando en Barcelona

                                            El porqué de que Enric decidiera un par de meses atrás ponerse a pintar precisamente el último viaje de aquella nave gloriosa, acompañante del Almirante Nelson en la batalla de Trafalgar, tenía su secreto. Él sabía, sin transmitirlo a nadie de su entorno, que no estaba precisamente en una etapa de entusiasmo vital.  Y como en el poema de William Ospina, aquel corazón gastado...

  "... Herido el flanco de oro por la sal de los viajes... sus restos volverían para nutrir los altos pinares que formaron sus mástiles..." 

   El abuelo Enric estaba muy seguro de que iba cuesta abajo. Incluso su médico el doctor Salinas, que no sabía de circunloquios, plantado frente a él se lo había anunciado bien claro con una frase rotunda:  "... Tienes que poner de tu parte. Si no lo haces, esto se acaba, Enric". 

   Exactamente así, sin más rodeos. 

  Era por eso que había dejado de conversar con sus compañeros del centro, ni con ellos ni con el servicio o el personal sanitario consentía intercambiar una palabra. Pasaba las horas en silencio, con los ojos fijos en la tela marítima que a penas evolucionaba.

  Hasta el día en que la auxiliar que le daba un masaje en los brazos, al levantar la vista se cruzó con su mirada, sorprendiéndose al ver una sonrisa chispeante en los ojos achinados del veterano que la llevó a preguntarle: "¿- Enric, ¿está usted bien?" 

  El aludido le respondió sin palabras, asintiendo con la cabeza sin dejar de sonreír.

  La joven le mostró su simpatía pensando en que quizá, lo único que pasaba era que Enric empezaba a remontar el ligero susto respiratorio provocado por un leve estado depresivo.

  Fuese por el motivo que fuese, la idea debió brotarle al residente de dentro afuera, con la suficiente fuerza, como para que el astuto pintor retomara los pinceles lanzándose a copiar de nuevo aquel Temerario que tanto le gustaba. La mente con sus insondables veredas, nadando de una en una por entre sus pensamientos quizá le había llevado a escoger precisamente esa tela, buscando preguntas que ofrecieran respuestas a dentelladas.    

  ¿Era él, él mismo, Enric "El Temerario"? ¿Era él el patriarca que había quemado su vida abriendo y cerrando los esforzados pasadizos conseguidores de felicidad para los suyos? Porque ahora resultaba que en su madurez, debía abandonar el mundo a solas, sin compañía de la familia que lo visitara, sin besos, sin abrazos, sin quejarse ni oponer resistencia, sólo asintiendo en su soledad?

Girando el sentido de la marcha, en la tela de Enric, El Temerario 

emprendía a solas una singladura hacia el horizonte 

                                       La mujer siguió con sus pensamientos. Fijándose distraída en el lienzo naval, de repente vio con sorpresa que Enric le había dado la vuelta al concepto mostrado por Turner, el artista original.

  Allí donde el maestro había pintado al Temerario siendo remolcado hacia el muelle del oeste, lugar del fondeadero que le esperaba para desguazarlo, precisamente allí, Enric le había cambiado el sentido a la navegación.

  Dando un quiebro y girando el sentido de la marcha, El Temerario surcaba ahora las aguas tras el remolcador. No camino del despiece, el destrozo ni la demolición, sino enfilando el timón en dirección hacia el amanecer, hacia el este, destino de la lucha por la supervivencia que el abuelo había diseñado a solas en aquellos dos meses de silencio. 

   Sin rendirse, en singladura segura hacia los caminos transparentes del triunfo, su alma lo enviaba a luchar y vencer en este último combate contra los elementos en pos de la victoria.  

    ¡¡Espartanos!!

Ana Mª Ferrin