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AMFAv "DESPACHO" (JMS)



LA HERMANA DE LA SEÑORA HERMINIA. UN LIBRO EN EL ASCENSOR


 

Manhattan Beach cuenta la historia
de Anna Kerrigan, la primera mujer que
consiguió un hito hasta entonces sólo reservado
al género masculino. Tres años atrás, coincidencias 
de la vida, yo había publicado el siguiente relato que
 hoy rescato para compartirlo con ustedes.
 Enhorabuena a la autora del libro, Jennifer Egan.




RELATO

Original de 
Ana Mª Ferrin

R.P.I.



                       - Cada vez hay menos hombres. Nos estamos convirtiendo en un bien escaso...

   A Jesús este pensamiento se le iba transformando en convicción. Si había que tenerlos en cuenta, los últimos tiempos de su trabajo en la fábrica de automóviles no hacían más que confirmarlo. Tras las limpiadoras, las primeras mujeres que entraron en la empresa lo hicieron en las oficinas y a los pocos años eran mayoría. Más tarde en las naves, el mismo proceso. Recordaba los inicios, lo cohibidos que estaban tanto ellas como los veteranos compartiendo las cadenas de montaje. Pronto acabaron entrando como mandos y tan sólo el último escalón se había salvado de la infiltración, los seis ingenieros jefes eran varones.

  Aquellas reflexiones asaltaron a Jesús en el vestíbulo de su casa mientras esperaba el ascensor. Para confirmarlas, las hermanas Morera que venían del mercado se reunieron con él, saludándolo.


... sus orejas, menudas y finas, enmarcadas por ondas... (*) 


(**)


JAMÁS LO DIRÍAS


Publicado en Gaudí y Más. 26 de Noviembre de 2016
Publicado en Gaudí y Más. 30 de enero de 2021


                              
                                                  Llegó el elevador y Jesús, caballeroso, abrió las puertas para que las vecinas entraran. Silenciosos, los tres iniciaron el ascenso con el hombre fijándose en las paredes de la cabina. No hacía un año que la habían cambiado y el recubrimiento granate de sus puertas, que a simple vista daban la sensación de gran dureza, ya aparecía con ralladuras y muescas. -¿Por qué a ciertos seres les dará por rayar y escribir nombres y mensajes en las puertas?-, se le ocurrió pensarBuen título para un ensayo.

   Nada más empezar la subida leyó por medio del olfato los distintos menús de los vecinos. Ya se sabe. En las construcciones modestas, la falta de un patio exclusivo para el ascensor les hace compartir espacio con las ventanas interiores de los apartamentos, sobre todo las cocinas. Y si cubriéndolo todo, una claraboya impide la ventilación, la mixtura de olores tiene mucho de cuartelario. Hoy se imponía la dieta mediterránea. Paella y pimientos, pescado frito y morcillas. A saber cuál de esos platos aguardaban en su mesa.

  -Resulta increíble el de sí que pueden dar seis pisos  de ascensor compartiéndolo con según qué personas-, seguía cavilando su mente al escuchar un comienzo de charla. En este caso a la señora Herminia, muy capaz de contar a sus compañeros de escalada una operación completa de cadera con recuperación incluida, en dos minutos.

   El relato se ocupaba nada menos que del parto de su hija:

  - Mire usted...–la señora Herminia iniciaba la crónica-. Le empezaron las contracciones a las seis de la mañana...

  Mientras la oía, Jesús recordó que un par de días antes la señora ya le adelantó algún dato al cruzarse con ella en el portal. Y teniendo en cuenta que el niño había nacido a las diez de la noche, la crónica podía ser mortal de necesidad. Con laísmo a la antigua, su vecina informaba en ese momento: -...Y yo empecé a decirla: -Respira, hija, respira. Relájate, afloja las piernas...

  Por fortuna la campanilla de llegada sonó, salvándole, como a cualquier boxeador sonado, de ese último golpe que puede resultar fatal.

   - ¡Ah!, ¡Ya hemos llegado! Adiós, Jesús, recuerdos a su mujer, que no la veo mucho-. Le sonrió con afecto, activa y voluminosa, tirando del carrito. Tras ella salió su hermana llevando dos bolsas de alimentos.

  La señora Herminia era la señora Herminia, con su corto cabello blanco permanentado. Su hermana en cambio, era sólo eso, su hermana. Cuando las conoció, haría unos veinte años, la hermana de la señora Herminia era una mujer en la cuarentena, estatura mediana bien proporcionada, siempre vestida con pulcros trajes de chaqueta profesorales, de abundante cabellera oscura y ondulada recogida hacia atrás en un moño bajo y suelto, a la manera andaluza.

   La recordaba porque a veces se había fijado en sus orejas, menudas y finas, enmarcadas por ondas. Nunca hablaba, sólo un saludo con voz queda y clara. Basándose en esos datos nadie en el edificio hubiera podido saber si era culta o no, simpática o no, qué historia tenía ni en qué pensaba. Pero en su rostro menudo y blanco, dos ojos melosos de cervatillo irradiaban inteligencia y sensibilidad. Sólo se sabía de ella que era soltera y que vivía con su hermana, viuda y con una hija casada que residía en Valencia.

   En una ocasión que subieron sin nadie más, la señora Herminia le había contado a Jesús que de no ser por su hermana, ella se habría ido hace años a vivir con la hija casada y los nietos. Pero como el yerno no admitía el lote completo y ella no quería dejarla sola: -Después de todo lo que ha sufrido la pobre... - dejó caer ante un discreto Jesús que no le preguntó la causa del comentario, pues allí seguían, viviendo juntas. 

   Bien pensado, sabe Dios qué reproches quedarían escondidos entre las cuatro paredes del piso donde vivían las dos mujeres, ni qué verdadera convivencia habría entre ellas. Lo único visible era que, partiendo de una apariencia física similar, veinte años después una se había desarrollado al doble en volumen y verborrea, y si la otra había encogido a su mitad física, en lo verbal casi había desaparecido.

  Rumiando sobre el eterno misterio de la verdadera historia de cada familia, ocultando mundos de pasiones, Jesús escogió la llave para entrar en casa recordando aquella vez de las pocas en que coincidieron solos, en que la silenciosa hermana de la señora Herminia, siempre inseparable de algún libro que su mano solía mantener sujeto junto al pecho ocultando la tapa, entreabrió sin querer el telón de su privacidad. 

  Fue a causa de una avería en las puertas automáticas, cuando al intentar abrir por la fuerza, a la silenciosa señorita se le escurrió el libro que salió despedido girando en el aire hasta caer abierto al suelo con la portada hacia arriba. Su visión dejó a Jesús muy sorprendido.

  Jamás se le hubiera ocurrido aquel título...



                      Y a usted, una pregunta: ¿cuál podría ser el libro que leía la hermana de la señora Herminia? 


                        La solución, el próximo sábado en los comentarios.

Ana Mª Ferrin


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                                  Sábado 3 de diciembre de 2016. 4:05

                                      Aclaración del enigma


El título y portada del libro eran:



                     
                                        El motivo de que la señorita Ramona, Ramo, hermana de la señora Herminia, llevara encima un título tan singular, se debía a la siguiente historia guardada en su trastienda, de la que Jesús tuvo la primicia a causa de la avería del ascensor y de la hora que pasaron juntos en su interior hasta que aparecieron los técnicos, logrando desbloquear las puertas. Así lo contó la protagonista, desvelando el interrogante:



                                      Ramo y Javier eran dos marinos valencianos, estudiantes de submarinismo profesional, que se enamoraron en Lanzarote mientras hacían los cursos oficiales para presentarse a buzos de la Armada. En aquellas semanas, los dos jóvenes serios y callados acostumbrados a la dureza de la vida militar en el gran velero-escuela donde se habían conocido, comprobaron que eran dos espíritus de esos predestinados a encontrarse.

   Además de lo puramente físico, todo para ellos fue un descubrimiento. Leían juntos y juntos hacían crucigramas, iban al cine, al restaurante, visitaban museos, escuchaban música con las manos unidas. En las de su compañero, Ramo descubrió el refugio justo para envolver las suyas y en el hueco de su hombro el lugar ideal donde reposar sus sueños.

   A punto de acabar el curso ya habían decidido irse a vivir juntos a la base de Cartagena y seguir los dos con el proyecto de pasar con éxito las pruebas oficiales. Nunca antes una mujer había entrado en el selecto grupo de buzos de la Armada. De haberse presentado y aprobado, Ramo habría sido la primera de esa especialidad en el Ejército español.

   Cercanos a despedirse de las islas durante la que iba a ser una de sus últimas inmersiones antes del examen, el equipo de Javier dejó de funcionar y sufrió un accidente por la brusca despresurización, desencadenando unos efectos arteriales con lesiones internas que lo tuvieron en estado vegetativo varios días, hasta que los daños cerebrales se revelaron irreversibles y el joven marino falleció.

  A Ramo, desde el viaje en avión de Lanzarote a Cartagena acompañando el cuerpo de su compañero para entregarlo a su familia, hasta la salida definitiva del último hospital psiquiátrico donde fue internada por la grave depresión que le sobrevino tras aquel episodio, la sucesión de recuperaciones y recaídas con cambios de tratamientos, centros y medicaciones, acabaron consumiendo los diez años de su primera juventud.


  La nebulosa cubrió el espacio entre la muerte de Javier y su propia llegada a Barcelona dos décadas más tarde, para vivir con su hermana Herminia, ya desaparecidos los padres. Con los cuidados de la hermana, que aparte de su carácter dicharachero demostró el gran cariño que le tenía, Ramo fue volviendo a sentir lentamente un relativo interés por la vida.

  Empezando por recobrar la idea de cómo vestir, siempre trajes de chaqueta impecables en recuerdo de sus días castrenses y sumergiéndose en la exclusiva lectura de cualquier texto que guardara en sus páginas el olor a sal. A pesar de haberle arrebatado en las profundidades marinas la razón de su vida, la superficie de aquel territorio líquido donde conoció la felicidad era el único asidero que mantenía en pie su existencia.


  A diario, con un libro pegado a sus latidos, oculta su portada, podías ver a Ramo con cualquier ejemplar que aportara pasión a su espíritu y un cierto interés a su mirada. Navegante a través del dolor, surcando las aguas, cabalgando las olas a lomos de sus sueños.

  Siempre el azar.


Ana Mª Ferrin

27 comentarios:

  1. Las escaleras y los ascensores de las casas de vecinos son una caja de sorpresas. Dentro de cada casa se cocina una historia particular de la que solo se comparten los olores que usan el hueco de la escalera como tiro de chimenea.
    Un saludo.

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    1. Sólo con lo que se oye por los patios ya queda perfilada una novela. O una obra de teatro, como la "Historia de una Escalera" de Buero Vallejo. Saludos.

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  2. Me hubiese sido imposible dar con el titulo, pero me alegra el haber conocido toda la historia de "una tacada".
    Mu bien delineados los personajes de esta tierna historia.
    Besos.

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    1. Esa es una práctica que me interesa, el saber qué lee una persona durante un trayecto o sentada en cualquier sitio. He tenido varias experiencias sobre eso y es de lo más atractivo. Raramente lo adivinas. Saludos, Juan L.

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  3. Un relato precioso y triste, la verdad que me ha sorprendido el título del libro de Ramo pero luego a medida que leía el relato lo he entendido perfectamente.Besicos

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    1. A veces parece increíble que el cuerpo y el alma puedan soportar dolores tan intensos. Somos más fuertes de lo que pensamos, Charo.

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  4. Una gran historia. No hubiera adivinado el título del libro.
    Mil aplausos.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Ni yo en mil años, Amalia. Además, ¡qué bien disimulamos las penas! Todos somos grandes en eso. Besos.

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  5. Hola Ana: Que historia tan buena. Un título que nunca hubiese relacionado.

    Besos

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    1. Un día estuve ojeando el libro en una librería médica y era de veras especializado, no estaba al alcance de cualquiera.
      Saludos, Manuel.

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  6. Por Dios, yo sí había imaginado un título y me considero muy "malvada". Nada parecido al desenlace tan trágico a la par que emotivo de tu relato.
    Como apuntas en un momento dado que, "qué reproches quedarían escondidos entre las cuatro paredes..." imaginé una relación de amor odio entre las hermanas obligadas a convivir.
    Así que las veía ya como una Bette Davis ( la señora Herminia) y Joan Crawfor la hermana. Y el título del libro, ya lo puedes imaginar...Qué vericuetos tiene la mente.
    Me gusta más tu versión. Un saludo.

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    1. Con que tienes almilla de criminóloga...
      Mi madre era genial en esos temas, leía El Caso cada semana y le encantaba especular sobre quién sería el asesino. Y tenía buen instinto.
      Solamente una vez hice un trabajo sobre un suceso múltiple. En esos días yo acababa de dejar el periódico para el que escribía la doble página central, porque quería acabar dos libros de relatos que llevaba años entre manos y no había forma de encontrar tiempo para acabarlos. Pero al suceder un atraco con víctimas en una joyería de mi edificio, bajo mi casa, me llamaron para que hiciera esa última crónica, así que volví y la publiqué. La idea era escribir un simple artículo, pero acabaron saliendo más y más detalles, me pidieron más texto y acabé ampliando las páginas hasta llegar a un largo reportaje en varias tomas. Fue por el 85.
      A ver si un día de estos lo busco y lo cuelgo en el blog. A ver qué tal se ve hoy.

      Un abrazo, guapa.

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    2. Esperamos esa publicación. No es que sea morbosa, pero me han interesado mucho siempre el género policíaco y lo que rodea aun crimen. Te permite conocer esos fondos oscuros del ser humano, sus miserias, sus debilidades...

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  7. -Nadie lo hubiera dicho: que era una persona con un pasado tan trágico y mucho menos que tenía una formación de élite.


    Una historia muy emotiva :el azar a veces juega malas pasadas.

    Un abrazo.



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    1. Hay un buen ejercicio para la imaginación, sobre todo para quien gusta de crear una historia
      Consiste en sentarse en cualquier punto muy transitado por donde se mueva gente variopinta y observar sus idas y venidas. A ver qué se te ocurre sobre sus personalidades, si erótico o perverso, simple o muy alambicado. Y de ahí pasar a relacionarlas unas con otras, hasta saltar al papel.

      Un abrazo, Bertha.

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    2. ...la verdad, que admiro esa facilidad de crear una historia observando y cuando esa memoria fotográfica te va dando el punto de crearla...A eso le llamo yo ser una artista con la narrativa .

      Un beso grande.

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  8. Quién hubiera acertado el título del libro de la hermana de la señora Herminia... Se me viene a las mientes la imagen de varias personas en un ascensor y se me hace raro, ahora que debemos de ir de uno en uno o por convivientes. La vida cambia en unos meses.
    Un beso

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    1. Hoy, sólo con situar a un grupo d extraños dentro de un ascensor ya estás imaginando un episodio de novela negra. Y si no, montar la escena en la sala de un Centro donde vaya a haber votaciones, con asistentes contagiados saltando del lecho, otros en cuarentena saliendo a la calle, delegados asintomáticos y otros sintomáticos, todos en el mismo espacio. Es triste por tanto dolor como está provocando, pero qué fácil se ha puesto el género negro, Carmen..

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  9. Un bello y magnifico relato del que no podía sospechar por un momento del título del libro ni de su final. Los ascensores creo, dan para mucho amiga Ana, aunque pocos suelo coger por motivos de vivienda en el campo, pero imagino por un momento, como puede ser la vida de grandes bloques de viviendas, coincidiendo algunos días con vecinos en el ascensor y apercibiendo esos olores como bien dices de comida por las escaleras.
    Un fuerte abrazo y buena semana estimada amiga.

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    1. Esta pequeña muestra vale para valorar lo que nos perdemos quienes no residimos habitualmente en un medio rural. No me extraña que después de lo que estamos pasando, mucha gente que tiene una casa fuera haya decidido volver a trasladarse al campo.
      Buena semana para ti.

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  10. Nice article guys :)
    have a nice day

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  11. Muy interesante relato amiga Ana
    Una historia sobre las relaciones de "buenos vecinos" entre otras cuestiones.
    Vivo en una casa así que no tengo que comentar sobre las condiciones climáticas ni escuchar relatos que no me interesan dentro de un ascensor.
    Es cierto que sería imposible saber a ciencia cierta qué sucede en cada unos de esos departamentos de los que solo podríamos imaginar lo que comen según los aromas.

    Jamás hubiera acertado el título de ese libro y también, como Conchi, imaginaba mientras leía que esa tal Herminia era una malvada con su hermana "tímida" jajaja
    Mal me va con las presunciones. En fin
    Abrazo

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    1. Hay mucha perversa malpensada escondida por ahí...
      Aunque, sabe Dios, quizá algo hubiera de eso y la protagonista no lo contó, por lo que no estaríais tan equivocadas.

      Un besazo.

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  12. Una historia magníficamente contada, Ana.
    He vivido las escenas como si hubiera estado allí mismo.
    Posees un don.
    Siempre me suelo fijar mucho en la gente por la calle, en las tiendas, en los parques...En los ascensores no tanto, pues les tengo pavor y evito utilizarles. Pero has descrito con enorme precisión lo que suele acontecer dentro de ellos.
    Me ha encantado esa fluidez para llevar al lector como en volandas a descubrir el título del libro, esa riqueza para describir a los personajes, esos pequeños detalles que enriquecen el relato, esa intriga hasta descubrir como acaba la historia...
    En fin...me ha encantado.
    Un abrazo inmenso.

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    1. Te voy a confiar algo, MariPaz, porque lo que me cuentas no me extraña nada, yo sé bien que tú eres una observadora. Aunque nunca sabré si tú has vivido mucho o es que imaginas bien.

      Con los años he descubierto que existen infinitas motivaciones para escribir ficción. Desde arrojar la furia interna a combatir la soledad. Compartir las alegrías, crear una historia por el simple placer de hacerlo, contar algo que nunca te atreverías a expresarlo a cara descubierta, abrir a los demás tu vulnerabilidad sin que se sospeche que es tuya, cotillear algo disfrazándolo para darte ese gusto sin que se identifique al personaje.
      Inventarlo todo, de la A a la Z. O sin más, reflejar lo que vives o ves, tal cual. Y sé que siempre, siempre, por loco que sea el tema, siempre habrá quien acabe identificando a la autora con el/la protagonista.
      En una ocasión un autor muy conocido al que entrevisté, me comentó sus problemas para componer según qué escenas. Algo que lo tenía desesperado, porque su mujer le repasaba cada cuartilla que escribía y como tenía unos celos patológicos, sólo con leer: "... se cruzó con una bella mujer en la escalera..." le armaba un escándalo que los vecinos salían por los balcones.
      Una vez escribí un breve relato sobre una mujer que luchaba contra su adicción escondiendo las botellas por la casa y sus problemas cuando olvidaba dónde las había puesto. Entre el grupo de conocidos que lo leyeron, fueron bastantes los que creyeron que era autobiográfico y se sorprendieron muchísimo. Eso unos. Porque otros que nunca me hablaron del tema, creo que hasta hoy han seguido pensando que hablaba de mi vida.

      Gracias por tus palabras, me gusta que te haya gustado. Un beso.

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  13. Jajaja,me ha encantado tu contestación a mi comentario. Es así realmente como lo cuentas. Son muy variadas las motivaciones que nos llevan a escribir ficción, efectivamente.
    Y ocurre que muchas veces los lectores creen que lo que escribes es autobiográfico.
    Cuando uno escribe ficción, muchas cosas son inventadas, que no vividas. Quizá alguna vez dejamos entrever pequeños detalles de nuestro interior nada más.
    Genial lo de las botellas...
    Besos a montones.

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