...Cuando circulaba
camino de Montmeló, por un sendero entre sembrados que unía este pueblo
con Montornés del Vallés, en la provincia de Barcelona.
Velada por la neblina que subía de un
riachuelo, las primeras horas de la amanecida se abrían paso entre el vaho que
desprendía la hierba. La falda de la cordillera litoral encarada al sol naciente,
resplandecía, proyectando en el horizonte el lecho de Ella, sus sábanas duras y calientes, tan limpias, con olor a cereza. Silbaba y cantaba Jesús la canción de Sabina, 19 días y 500 noches:
Una dulce tiritera rebozó su pecho encrespándole el vello creyendo divisar entre nubes los cabellos rubios y rizados de la joven, donde acariciara su nuca introduciendo sus dedos en el pelo un par de kilómetros atrás, alisando las mechas suaves y fuertes. Unos agudos pitidos borraron las imágenes que él creía reales delante suyo, volviéndolo a la realidad.
Y la realidad era que se encontraba en pleno campo y dos agentes fuera del coche patrulla hacían sonar sus silbatos a un lado del camino indicándole por señas que se detuviera. Paró en seco la melodía silbada y así lo hizo.
... luego todo pasó.
De repente, su dedo en mi espalda
dibujó un corazón
y mi mano le correspondió
debajo de su falda.
Y la realidad era que se encontraba en pleno campo y dos agentes fuera del coche patrulla hacían sonar sus silbatos a un lado del camino indicándole por señas que se detuviera. Paró en seco la melodía silbada y así lo hizo.
- Buenos días. A ver. Documentación-. El tono de la autoridad imponía.
- Si, un momento-. Como en sueños, aún sin entender la escena, quitándose el casco y abriendo el cierre de la cazadora, Jesús sacó del bolsillo interior la cartera entregándole el carnet al agente.
- ¿Es esta su
dirección?-, señaló el policía de tráfico el documento,
escuchándose el asentimiento del joven. Tras revisar los datos por las dos caras,
pasó a interrogarlo sobre el lugar al que se dirigía:
- Al trabajo-, le contestó el motorista. El paso siguiente lo dictó
la visión del pequeño envoltorio de papel de aluminio que llevaba tras él, sujeto
al asiento por un pulpo.
-Y esto, ¿qué
es? ¿qué lleva usted ahí?-. Ante el requerimiento del uniformado, la sonrisa del joven distendió su rostro desde los labios a los ojos, a la vez que hacía
un ademán con la mano señalando el bulto que había provocado la sospecha,
respondiendo al uniformado:
- Es mi bocadillo.
A pesar de que todo
encajaba a la perfección, al policía no le acababa de cuadrar la escena, por lo
que su mente iba limando cada arista, hasta llegar a la última. A ver: Un lunes
a las 6 de la mañana con un frío de perros, un joven fresco y despejado
cruzando el campo en una moto, con un bocadillo, según él. Pero cantando y silbando a
todo pulmón...
- ¿Puede usted decirme qué motivos tiene para ir escandalizando, cantando y silbando campo a través con este
tiempo?
- Pues... no sabría decirle. O quizá sí-. Añadió con un gesto de complicidad-: ¿Que
soy muy, pero que muy, muy, feliz?
... Abriéndose paso entre el vaho que desprendía la hierba... (Shutterstock. 69404726) |
SILBANDO...
Publicado en Gaudí y Más. 1 de junio de 2019
Silbando feliz a los 20 años corriendo sobre la moto de sus sueños tras acariciar a la mujer de sus sueños. O a los 12, como Hukleberry Finn pescando con Tom Sawyer en el Missisipi. Pedaleando por el pueblo en tu vieja bicicleta, corriendo al encuentro de la chica más guapa de la clase, que te espera. O volviendo del trabajo hacia tu casa, donde quienes te quieren te abrazarán.
¿Cómo se genera la felicidad? Qué mecanismos dispara para que la exterioricemos. Qué nos empuja a silbar y canturrear mientras cocinamos, nos duchamos, paseamos a nuestro perro, observamos un paisaje.
Silbar, pitar, chiflar, rechiflar. Derivando, la chifladura acaba señalando al chiflado, quien se comporta de manera extravagante. O al que está enamorado, chiflado por otra persona. A quien pasea ensimismado envuelto en sus sueños componiendo un poema. A quien, en suma, los márgenes de la vida común le quedan estrechos, estallan, cuando desea abrir los pulmones y gritar a la vida.
¿Cómo se genera la felicidad? Qué mecanismos dispara para que la exterioricemos. Qué nos empuja a silbar y canturrear mientras cocinamos, nos duchamos, paseamos a nuestro perro, observamos un paisaje.
Silbar, pitar, chiflar, rechiflar. Derivando, la chifladura acaba señalando al chiflado, quien se comporta de manera extravagante. O al que está enamorado, chiflado por otra persona. A quien pasea ensimismado envuelto en sus sueños componiendo un poema. A quien, en suma, los márgenes de la vida común le quedan estrechos, estallan, cuando desea abrir los pulmones y gritar a la vida.
Feliciano de Silva |
Fray Luis de León |
Pawel Maciwoda, bajo de la banda alemana de hard rock, Scorpions |
Una forma de comunicación sin género, ¿hombre? ¿mujer?, nadie podría responder a ese interrogante al oír El silbador (o silbadora) y su perro (*), ya sea al ritmo del paseante o con puro swing en los labios. Esperanto multifacético que lo mismo sirve para que los naturales de La Gomera se comuniquen de monte a monte, como para piropear a una mujer moldeando al aire su silueta sin que resulte políticamente incorrecto. Ilustrando la banda sonora de un western a labios de Kurt Savoy (**) o ejerciendo de comparsa para el músico que esboza una melodía, desde Otis Redding a Andrew Bird, Enrique Bunbury o los de Scorpions.
Utilizando el interior de la boca como caja de resonancia, silbar puede también convertirse en un instrumento para castigar, enviándole el dardo más agudo y rechinante, al político resabiado del que ya no servirán con nosotros sus falsas promesas.
Bueno también el silbo para lanzarlo, sin manos ni fuelle en los pulmones, cuando el batallón exhausto y harapiento del ejército inglés llegue a su destino junto al río Kwai.
Si Fray Luis de León se refirió a tan dulce sonido, como el cantar sabroso y no aprendido, de las aves, quizá, el silbar que aprendimos fácilmente de niños sea ese que nos abandona al convertirnos en adultos comprendiendo que perdimos las alas de lo bucólico. Y que nuestra libertad de pájaros acabó, por lo que será preciso clavar los pies en la tierra y olvidar que quizá ese fuera el modo del hombre para comunicarse antes de que el lenguaje hablado se desarrollara, ahí será bueno brindar un homenaje a Fernando Arrabal (***) y a su admirado Feliciano de Silva, aquel que estudió los signos sonoros que utilizaban los pájaros entre sí y el caballero con su montura.
Ana Mª Ferrin
(*) El silbador y su perro
https://www.youtube.com/watch?v=E44kqjCI7sk
(**) Kurt Savoy
https://www.youtube.com/watch?v=JitCaDcCEvg
(***) Entrevista a Fernando Arrabal por Ana Mª Ferrin
https://amf2010blog.blogspot.com/2016/04/fernando-arrabal-se-compara-miguel-de.html
Utilizando el interior de la boca como caja de resonancia, silbar puede también convertirse en un instrumento para castigar, enviándole el dardo más agudo y rechinante, al político resabiado del que ya no servirán con nosotros sus falsas promesas.
Bueno también el silbo para lanzarlo, sin manos ni fuelle en los pulmones, cuando el batallón exhausto y harapiento del ejército inglés llegue a su destino junto al río Kwai.
Si Fray Luis de León se refirió a tan dulce sonido, como el cantar sabroso y no aprendido, de las aves, quizá, el silbar que aprendimos fácilmente de niños sea ese que nos abandona al convertirnos en adultos comprendiendo que perdimos las alas de lo bucólico. Y que nuestra libertad de pájaros acabó, por lo que será preciso clavar los pies en la tierra y olvidar que quizá ese fuera el modo del hombre para comunicarse antes de que el lenguaje hablado se desarrollara, ahí será bueno brindar un homenaje a Fernando Arrabal (***) y a su admirado Feliciano de Silva, aquel que estudió los signos sonoros que utilizaban los pájaros entre sí y el caballero con su montura.
Ana Mª Ferrin
(*) El silbador y su perro
https://www.youtube.com/watch?v=E44kqjCI7sk
(**) Kurt Savoy
https://www.youtube.com/watch?v=JitCaDcCEvg
(***) Entrevista a Fernando Arrabal por Ana Mª Ferrin
https://amf2010blog.blogspot.com/2016/04/fernando-arrabal-se-compara-miguel-de.html
Es difícil, Ana María, comprender la felicidad en plenitud, si se actúa bajo la premisa y el convencimiento que toda acción puede esconder un delito.
ResponderEliminarSon dos polos que chocan.
Sobre los silbidos, el más calificado debería ser el de admiración por una mujer y el más bienvenido el que nos alerta de algún peligro.
Saludos australes.
Hay a quien las situaciones muy redondas le disparan el termostato de la intriga. Fíjate en Agatha Christie, que era capaz de detectar a un asesino entre la soporífera población de un minúsculo pueblo inglés.
EliminarEn cuanto a las preferencias que describes, diría que pareces saber de lo que hablas.
Saludos, Esteban
Silbando y con las manos en los bolsillos mientras pateas una lata vacía de cocacola tiene una gran similitud con imitar a Caruso en la ducha cuando el agua está fría: una manera de exteriorizar un estado de ánimo especial.
ResponderEliminarLo que no sabemos es si el agente multó al final al motorista, no por ruidoso, sino por provocarle envidia.
Un saludo.
Ahora que lo dices.
EliminarCuánta mala praxis habrá provocada por la envidia...
Recuerdo que siendo adolescentes en el barrio donde vivíamos (era un cuartel a las afueras de la ciudad)aprendimos un silvido para llamarnos cuando alguien estaba en casa y se le pedía salir pero yo en este sentido era torpe y nunca logré poder silvar bien, lo hacía para adentro que me salía regular pero para afuera misión imposible.Todavía puedo silvar para adentro....ya ves soy muy rara.Besicos
ResponderEliminarQuerida Charo. Silbar bien no es fácil, un silbidillo para dentro o hacia afuera lo hacemos cualquiera, pero esos virtuosos que dan recitales son otra cosa.
EliminarPerfecta la contestación del joven y justificada la postura de los "polis".
ResponderEliminarHay que entender que eran las 6 de la madrugada, de un día frío y seguro que se les había terminado el termo de café caliente que les había preparado la parienta.
Besos.
Todos cumplieron con su cometido.
EliminarAunque si al termo le hubieran añadido un cucurucho de churros, igual las cosas hubieran ido más finas. A ti, Juan L.
Yo hubiese contestado lo mismo...Soy feliz. incluso con el frío que pelaba.
ResponderEliminarBesos Ana...Silbo cuando voy en el coche...a lo mejor me multan...
Querido Manuel, en esas circunstancias quien se acuerda del frío.
EliminarMe has hecho recordar cuando silbábamos en el coche con los chicos.
Bom dia, aos 20 anos tudo é fácil, até o assobiar se transforma em linguagem, hoje continuo assobiar, está automatizado.
ResponderEliminarAG
Aunque era cosa de chicos yo también aprendí de niña. Y también sigo silbando, cosa que a mi perro lo pone a ladrar.
EliminarYo creía que lo hacía bien...
Ojalá todos nos dedicáramos a silbar y cantar en cualquier momento del día, siempre y cuando no molestásemos al vecino, claro. Ciudad de silbidos y alegría aquella Salamanca de Fray Luis de León plagada de estudiantes y jovenzuelos, ávidos de aprender y volar en su paso por la adolescencia.
ResponderEliminarUn beso
Me has disparado la imaginación.
EliminarCarmen, quién pudiera haber presenciado la época de esas calles con su alboroto y el hambre de tanta vida en los ojos. Aunque supongo que pocas chicas estudiantes habría por allí, seguro que tú podrías contarnos algo sobre el tema. Abrazos.
Recuerdo melodías con silbido y gran arte. El puente sobre el río Kwai es magnífica.
ResponderEliminarUn beso. Feliz fin de semana.
Amalia, a que nos das una sorpresa y resulta que eres una gran silbadora....Beszzos
EliminarOlá amiga!
ResponderEliminarPassando para apreciar sua maravilhosa postagem e desejar-lhe um final de semana com muita saúde, paz, amor e felicidade. Abraços da família RH.
Desde casi 7000 km, un fuerte abrazo para ese centro del saber y gracias por la visita.
ResponderEliminarComo bien dice es muy difícil dominar esta técnica, yo apenas soy capaz de hacerlo al aspirar el aire, porque lo otro no es silbar, sino soplar.
ResponderEliminarAsí que me conformo con canturrear en la ducha, cuando me apetece, que también es saludable, si tenemos en cuenta aquello de que quien canta sus males espanta. Pero hágase en la ducha o en momentos de ocio, no a la hora de comer, que ya recordará que también se dice que quien come y canta, algún sentido le falta. Y aquí estamos todos muy cuerdos, ¿no?
Saludos.