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Sant Quentin S-S - copia "SAN QUINTIN sur Sioule" Auvernia, Francia. Lugar de los antepasados de Antonio Gaudí.



EL SENTIDO DEL GUSTO EN LA PINTURA




Mi abuelo decía, que en griego, la palabra “soñar” 
                                           contiene la palabra “eructar”. Al principio no le                                       encontraba sentido, pero años después comprendí
 que estaba relacionando la comida con las historias.

                                Ambas contienen un ritual. Cualidad esencial 
 para ser más sabrosas en su presentación…
                                                                                                                                                                                      Tassos Boulmetis 
                                                                Director de cine 
                                                             
REEDICIÓN  
                  

                           En una de las magníficas entradas de su blog Dactyliotheca, el amigo Antonio Campillo evocaba el cine de verano de su niñez añadiendo una película griega y turca, con Estambul como fondo, donde junto a la historia de un desgarro nos habla de amistad, de tragedia identitaria y del placer de los sentidos. Prodigio de gusto y sensibilidad, es Un toque de Canela (*).   
                        
   En esta obra de arte el inicio del film, soberbio, nos muestra en primer plano los senos de una madre intentando amamantar a su bebé, que rechaza el pecho. Serena, la mujer echa mano del bol que reposa en la mesa cercana, atrapa un buen pellizco de azúcar y lo espolvorea sobre sus pezones a los que queda adherida por el vaho de calor que desprenden. Al acercar de nuevo la boca, el lactante cambia su actitud de forma radical. En contacto con el azúcar, las papilas de su lengua detectan el dulce sabor y se le escucha rezongar con gruñidillos de placer que, suaves, se entremezclan de leves gemidos entrelazados de chupetones y chasquidos de lengua. El nuevo ser se adentra en el universo del placer gastronómico, iniciándose en el saber de sabores que ya no olvidará jamás.








Cuatro secuencias de Un toque de canela que forman parte de la biografía de todo ser afortunado. 




EL SABER DEL SABOR

Publicado en Gaudí y Más. 15 de agosto de 2020
Publicado en Gaudí y Más. 7 de febrero de 2015


                                         Este cuarto sentido tan placentero cuenta con las dos indiscutibles obras maestras creadas por el tándem Rubens-Jan Brueguel, ayudados por la ocasional colaboración de Frans Snyders y otros artistas, para la serie de Los Cinco Sentidos que podemos admirar en el Museo del Prado. 

   En la primera, abriendo las opciones Brueguel lo tituló El gusto, el oído y el tactoAquí fueron Gerard Seghers y Frans Francken el Joven los pintores que colaboraron con Jan Brueguel realizando esta tela donde los rojos grana y carmesí del vestido y la cortina prestan un indudable protagonismo al cuadro. De nuevo en primer término suculentos manjares y en las paredes, cuadros reales identificados por los especialistas, prestan su lugar a la vista y el olfato. Luego, instrumentos para alegrar nuestros oídos. Y en la mesa, vino acompañando los diversos paladares cocinados que fijan una sonrisa epicúrea en los personajes. 


   En la segunda tela, El gusto, la bella comensal es sorprendida por el sátiro que escancia vino en su copa, dos figuras pintadas por Rubens, mientras el resto del cuadro es obra de Jan Brueguel en un derroche de viandas frutales, a la vez que nos ofrece el soberbio bodegón de caza y pesca donde una sensualidad onírica se cuela por todas las esquinas. Como en el resto de cuadros de esta serie (**) los pintores nos muestran el manual descriptivo de una vida ideal, abundante y sofisticada, de principios del XVII, aquí situada en un porche. La luz lechosa de Flandes ilumina el centro del cuadro destacando el valle del Voer con el castillo de Tervuren a lo lejos, el cisne y el blanco mantel. Años más tarde, Brueguel extraería la imagen del castillo para hacerlo protagonista de una obra de larguísimo título. 




El primero de los tres cuadros de Jan Brueguel lleva por título El Gusto, el Oído y el Tacto. El segundo, es
El Gusto, y como en el anterior, tras los ventanales vemos a lo lejos un castillo. Será en el tercero cuando
     tendremos ocasión de contemplar el edificio en todo su esplendor, descrito tan minuciosamente como adelanta su  larguísimo título:  Los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto en el palacio de Tervuren, en Bruselas.
                

                                          La principal característica de un cuadro para incluirlo en el apartado de los sabores, deberá ser su hedonismo, no bastará que simplemente figure en él una mesa con alimentos. Ni un bodegón solitario, porque ahí faltaría el factor humano. Por lo tanto no nos valdrán platos lacios, incoloros, inodoros, sin el más mínimo enganche, como El almuerzo frugal ni La comida del ciego, ambos pintados por Picasso en 1904, ni la introspección inquietante de Mike Worrall o la grisura minimalista de Virgilio Guidi, ante los que dará igual si la persona que los contempla padece ageusia, que así se llama el trastorno de quienes tienen disminuida la capacidad de saborear un plato.

  El gusto deberá abrirse paso desde la tela, penetrando nuestros ojos hasta llegarnos al paladar produciéndonos calor con los manjares que aparezcan ante nosotros hasta presionar el interruptor de nuestro apetito. En definitiva, que consiga sacudir nuestros sentidos hasta que nos apetezca asaltar la mesa que nos anuncia el placer.

  Será entonces cuando la combinación del color y la sonrisa de los comensales pondrá en marcha la imaginación del observador. Los labios de los personajes, su distensión y curvatura, irán dándonos la pauta de si lo que vemos nos atrae o no, de si rezuma la calidez que pide una buena comida bien acompañados, de si exhala promesas de que nos aguarda una sobremesa gustosa.

La comida frugal, por Pablo Ruiz Picasso
La comida del hombre ciego, P.R. Picasso
De Mike Worrall, Aquí y ahora.
Virgilio Guidi, El almuerzo 

                                    El maestro Velázquez pinta y borda sus escenas con tipos auténticos que parecen dispuestos al comentario jocoso. Pan, pescado, vino, huevos fritos. Un mortero donde majar un par de ajos, perejil, pimentón con un chorreón de vinagre para espabilarlos. Y que no falten los músicos. Dan ganas de acompañarlos en su yantar.


Velazquez, El almuerzo
Almuerzo de campesinos
Vieja friendo huevos
Tres músicos
                         
                                         El desembarco de los impresionistas en la gastronomía pictórica dotará de un toque voluptuoso a la pintura. El ambiente se relaja escuchándose un murmullo de charlas, sube la temperatura y eso lleva a despojarse de la chaqueta, del sombrero. Monet, Manet. Y ya se sabe, una copa de vino se enhebra con otra, un grano de uva ayuda a desgranar el racimo, el río está cerca y es buen lugar para refrescarse los pies. Sobra la ropa. Da comienzo el auténtico Déjeuner sur l'Herbe. 

   Ni sólo ellos, ni lo apetitoso, se circunscribe a una determinada geografía ni clase social. Venido del frío nórdico, a Peder Kroyer se le ha llamado el Sorolla noruego y ahí lo tenemos, con los amigos, en la tertulia final que nos habla de un almuerzo copioso bien regado por las botellas vacías que pueblan el mantel, o a la hora familiar de los brindis espumosos en la mesa del jardín donde aún se aprecian los olores frutales del vino.

   Una sopera que nos parece humeante y gustosa la vemos junto a los hijos de Zinaida Serebriakova, con los niños atendiendo con desigual interés a la madre pintora y a los platosTodos estos cuadros consiguen atrapar y transmitir la alegría de sentarse a comer aunque sea en un cubo boca abajo durante el descanso del tajo en una obra, como nos enseñaba el artista argentino Pio Collivadino en 1903. La clave estará en disfrutar la charla tras saborear lo sabroso, aunque de lo que ha sido cocinado, en la pintura ya no quede más rastro que el aroma de esa velada.  

Renoir, Almuerzo de remeros
Le Déjeuner sur l'Herbe, de Edouard Manet
Edouard Manet, Almuerzo en el estudio
Claude Monet, Le Dejeuner sur l'Herbe
Zinaida Serebrakova, La hora del almuerzo
Almuerzo con pintores en Skagen, de Peder Kroyer
Peder Kroyer, ¡Hip, Hip, Hurra!
De Pío Codivallino, La hora del almuerzo
L. Egidio Meléndez. (S.XVIII) Autenticidad y una jarra de Talavera escondiendo su buen vino.


                                        Y por último, llegamos a los postres. 

   Se abre la puerta de la cocina. Nos invade un alud de aromas preludio de dulces sabores. Avanzan las natillas flotando en la fragancia de la leche caliente, el huevo, los quesos, la fruta, la canela... 

    Pero ese será otro capítulo porque esto no acaba aquí.

                                                El Gusto en la Pintura, continúa... 

   

Ana Mª Ferrin

                       
        Película  Un toque de canela dirigida por Tassos Boulmetis:  https://www.youtube.com/watch?v=6QYD4gaGAIg

9 comentarios:

  1. Un maravilloso recorrido en el que me has enseñado a ver y admirar la pintura desde otra óptica distinta a la habitual. Siempre es un placer leerte amiga mía.
    Un abrazo y buen fin de semana.

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  2. Estupenda gastronomía pictórica.Besicos

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  3. Los que más me gustaron son los dos de Peder kroyer, en especial el de "almuerzo de los pintores", por todo lo que implica. El penúltimo "la hora del almuerzo" también me gustó por ese toque de informalidad de los obreros.

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  4. Ah...Por cierto. Muy bonita la foto de encabezamiento del blog

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  5. Hola Ana:

    Comer es una actividad que ya hacemos por rutina... Y a veces nos impresiona tan cotidiano que no merece la pena plasmaslo para la eternidad. Sin emgargo, la muestra que ofreces te indican lo especial que puede llegar a convertirse un momento como ese.

    Besos

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  6. Saber degustar en buena compañía es un tema adecuado para ensalzarlo mediante la pintura, aunque también la belleza de la comida puede encerrar secretos por si misma a través de los bodegones. Un recurso clásico de la pintura es representar una escena cualquiera de mitología, interior, historia, paisaje o cotidianeidad con un bodegón en primer plano. Y ese recurso se sigue utilizando aún hoy.
    Un beso

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  7. Recuerdo esta entrada, aunque no lo que comenté en ella; también recuerdo que el cuadro de Kroyer, Hip, hip, hurra, ya entonces me llamó la atención.
    Un saludo, Anamaría.

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  8. Solía ser algo habitual, cuando no te enganchabas como se decía, las madres o bien azúcar, algo de miel, lo que pudiera captar la atención gustativa del niño, pero está llevado de forma magistral al cine, son temas muy entrañables para plasmar también.
    Feliz fin de semana.
    Saludos

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  9. Pois é, minha amiga Ana Mª Ferrin, para mim não mais me surpreende ver uma belíssima postagem como esta, pessoa criativa e talentosa que és.
    Gostei muito do teu texto e das excelentes fotos, que certamente me trarão de volta para uma releitura.

    Meu fraterno abraço, Ana.

    Pedro

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